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¡Cuánto quisiera decirle que mi mayor deseo es quedarme a su lado!

― ¿Qué importa, Leo? Mejor habla hoy mismo con ese abogado y que me mande los papeles.

― ¿Y cuál quieres que sea el motivo oficial de nuestra separación?

―La verdad.

―Yo optaría por una separación de común acuerdo. ―replica

Su opción me sorprende de una linda manera.

―Y me agrada que ya no tengamos que hacerlo por las malas ―agrega―. Sería un dolor más para los dos.

Si no existiera una infidelidad mía de por medio, no aceptaría el divorcio y entonces sí sería por las malas. Porque lo nuestro tendría arreglo. Pero un engaño no, eso es imperdonable. El colmo es que después de tanto temer de que caería víctima, terminé jugando el papel de la infiel. Es un juego de la vida, uno malvado. Me toca vivir con los remordimientos, con la idea de que traicioné de la peor manera al hombre que amo.

―Y piensa si de verdad quieres vender el apartamento. Lo decoraste a tu gusto, lo recibiste de tu familia... Podrías mudarte con ellos por un tiempo, hasta que los recuerdes dejen de... doler.

―Quién sabe cuánto tenga que esperar hasta que eso suceda. Hablando de familias... ¿la tuya ya sabe?

―No.

―La mía tampoco pero no podemos ocultarlo para siempre. ¿Y entonces no vives con ellos?

―Vivo en mi escondrijo ―dice en broma―. Es decir con un amigo. Es ahí donde estaba la otra vez que me fui. Me quedo hasta encontrar algo para mí.

Si lo hubiera buscado, lo habría encontrado. Pero recuerdo que no quería empezar a llamar a todos sus amigos.

―Tu madre me va a odiar. ―opino, segundos más tarde

―No pienso contarle nada claro. ¿Para qué? Son nuestros problemas. Y ya me vale que venga con discursos acerca de nuestra prisa.

―Teníamos tantas ilusiones... Nos casamos tan felices y... ¡Perdóname! Leo, prométeme que un día me vas a perdonar.

―No puedo.

Y yo ya no puedo con esto. Tengo que calmarme y largarme antes de hacerle una escena. Antes de dejarme llevar por el deseo de suplicarle.

―Me... me tengo que ir.

Aparta los labios pero con demasiada demora. Ya estoy de pie, girándome con el propósito de salir corriendo. Soy débil y además vuelvo a dejar plantando a alguien en un local pero es mejor que ponerme a llorar. No perdí la madurez y no escucharé a mi corazón. Lo dejaré libre.

. . .

Ya llegó el fatídico día. Esta tarde, el abogado de Leo me trajo los papeles del divorcio e incluso me los dejó. Según él, no tenía que firmar nada en ese preciso momento, luego podía hacerlo y dárselas personalmente a Leo.

Los puse en la mesita de la sala de estar y no hago más que mirarlos. Por delante de mis ojos pasan tantos momentos; todo lo que viví junto a ese hombre. Y cada recuerdo me aleja más de la mera posibilidad de poner mi firma en esa hoja. Camila me aconsejó que no diera este paso, que me olvidara de esa noche con Damian y por un segundo hasta pienso hacerle caso. Es tan difícil renunciar a todo. Pero... si tan sólo fuera capaz de imaginar que esa noche nunca existió...

¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora