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― ¿Intolerante? ―cuestiona, como si resultara imposible que el adjetivo lo describiera

Mi desliz lo dejó sorprendido en vez de ofenderle, como pensé que sucedería en cuanto mis palabras llegaron a sus oídos. O sea Leo no está consciente de que es una persona que se enoja demasiado fácil, que habla sin importar si ofende o lastima, que piensa en divorciarse con el primer problema que afrontamos.

―Sí ―termino contestando―. Y me extraña que sigas aquí, que no hayas salido corriendo.

―Para que veas... No soy tan malo como me describes.

―Estuvimos a punto de terminar dos veces.

―Pues-

Para en seco, como si no supiera qué añadir o mi opinión hiciera efecto.

―No sé ―murmura― No tengo ni idea cómo actúan otros en situaciones como éstas. No sé si hay actitudes correctas e incorrectas. Lo que me queda claro es que tus celos son inexplicables e insoportables. Tu desconfianza no tiene una base. No te hice nada.

Ahora soy yo la que se queda sin réplicas. Suspiro fastidiada.

―Nunca te mentiría, menos con algo tan serio como lo de perdonar algo.

―Leo... ¿Qué te hizo quedarte esta vez?

―No me puse tan furioso como para no querer verte la cara.

―Es decir... Tú... ¿No piensas dejarme?

Sería una linda sorpresa. Me demostraría que no piensa renunciar con tanta facilidad a lo nuestro, a pesar de que... parece que le doy motivos. Tengo que reconocer que haber hablado con Damian me trajo puros problemas. Me metió unas ideas...

―No estoy furioso pero sí estoy dolido. Y me vale que te parezca exagerado. Yo no lo veo así, me aterra pensar qué hubieras hecho si no habría escuchado esa conversación.

― ¿Y qué va a pasar? ―me atrevo preguntar, mientras miro mis propias manos

― ¿Recuerdas lo que te juré? Que si descubría otra tontería, lo nuestro iba a terminar.

Entiendo muy bien su indirecta y siento que me estoy muriendo. Cierro los ojos y dejo que las lágrimas salgan de una vez. Maldigo el haber llamado a Leire sin antes asegurarme de que Leo estuviera dormido. Hubiera evitado esto.

― ¿Sabes qué es lo peor? No puedo cumplir mi palabra. ―avisa con voz repleta de amargura

Volteo a verlo confundida. Y me encuentro con un Leo más confundido que yo, más lastimado y decepcionado. Hubiera preferido verlo furioso.

―Mejor grítame.

―No puedo. ¿Sabes por qué volví? Porque no puedo imaginar mi vida sin ti. Porque en cuanto se me paso el coraje, empecé extrañarte. Porque mi corazón sólo sabe amarte, aunque se rompa por tus celos.

―Para.

―Ojalá pudiéramos elegir qué sentir.

― ¡Ya! ¡Perdóname! ―pido exasperada― No me castigues con palabras...

― ¿Y si te voy a decir que sí, me vas a creer?

―Basta.

― ¿Te estoy hiriendo o qué? Y además no, no te perdono ―espeta en mi cara―. Al menos ahora no tendrás motivos para dudar.

No sé por que de pronto me nace darle una cachetada. Por más ofendido que se sienta, no debería hablar así sólo por querer hacerme sentir el mismo dolor que él. Sabe perfectamente que no hice nada a propósito.

¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora