¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|

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¡Muchas gracias por seguirme hasta aquí! Ya es hora de ver como acaba la historia de Leo y Maite.

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Leo

Lo que parece lo más sano no concuerda con lo que me dicta el corazón. Y el corazón me pide a gritos que acepte las súplicas de Maite. Se siente con fuerzas para perdonarla por todo a pesar de que nunca creí que sería capaz de superar tantas cosas.

No sé. Vine aparentando una seguridad que no tengo. Quise convencerla de algo que ni yo creo y parece que ella termina convenciéndome a mí. Puede que tengan razón, tanto Maite como Camila, puede que todos hayamos aprendido nuestra lección. Y a decir verdad, no es el miedo a sufrir el que me detiene sino el miedo a una relación tóxica, llena de sospechas y desconfianza.

―Por Dios, di algo Leo.

Me fijo en como sus palmas sujetan mi rostro, en como sus ojos delatan lo que quiere oír. Luego en sus labios... dándome cuenta de que nunca volveré a besarlos. A lo lejos, oigo su voz repitiendo mi nombre.

Muchas veces me pasa no querer volver a verla en mi vida. A lo largo de nuestra relación, me dio muchos dolores de cabeza y sin embargo no pude abandonarla. Me prometía a mi mismo que sólo faltaba un error más y terminaría con todo. Y aquí estoy hoy, a punto de repetir lo mismo. Creo que puedo aguantar una falla más. Es un precio que tal vez quiera pagar con tal de que ella se quede en mi vida...

―No me obligues a interpretar tu silencio ―pide entre dientes―. Leo...

Sus dedos repasan mis mejillas y nuestras narices rozan. Cierro los párpados y reemplazo la respuesta con un suspiro ahogado.

―Te confieso que iba a rogarte... ―susurra muy dolida

― ¿A qué? ―la reto aún adivinando

― ¿Quieres oírlo?

―Temo que ya no hará falta que me ruegues...

―En parte ya lo hice. ―contesta ella, negándose a despegarse de mi cuerpo

Nuestras bocas parecen haberse atraído como imanes. La suya tantea la mía pero no termina atacándola de una vez. Como si no se atreviera. Esto es una tortura en todos los sentidos, no sé qué estamos haciendo y por que lo estamos haciendo.

Supongo que aplazo el momento en el que tendré que tomar una decisión porque esto no es un juego. No puedo cambiar de opinión mil veces luego.

― ¿A caso... tú nunca me vas a perdonar? Pase lo que pase después de hoy, necesito saberlo.

―Ese no es el punto, amor.

Se hiela mientras que yo me percato de que la acabo de llamar amor. Soy imbécil. No, a quién trato de engañar, ya estoy cayendo.

―Este hombre intolerante aprendió a perdonar ―añado―. Creo que podré hacerlo.

―Ya no me tortures. Me confundes.

―Y sólo necesita un empujón para decidirse de una vez.

¿Será patético que hable de mí en tercera persona?

Ya no puedo fingir que tenía en mis manos la decisión. Sólo estaba consciente de lo correcto. Más bien, de lo que me parecía lo correcto. Y me mataba tener que llevarlo a cabo.

Observo los labios temblorosos de Maite y sus ojos envueltos en confusión y un destello de ilusión. Me emociono tener que darle la noticia que tanto espera y opto por una manera que no implique palabras: un beso. La siento temblar ante el acto y no me detengo, incluso atrapo su cuerpo entre mis brazos y acaricio con delicadeza su espalda. Me tomo todo el tiempo del mundo para probar de nuevo su sabor y recorrer su boca. Ya no pasa nada por mi mente, sólo estoy concentrado en lo que esto causa en mí.