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Por fin llegó el momento que tanto esperaba. Ni sé cómo pude trabajar hoy, con esto dándome vueltas y con la escena que Leo hizo esta mañana.

Me encuentro a unos metros del edificio donde él trabaja, metida en el coche de Leire ―que Leo no conoce, por lo tanto no reconocerá―. En cualquier instante tendrá lugar el casual encuentro con esa chica que estuvo dispuesta ayudar. Estoy tan nerviosa por el desenlace.

―Ya, no te agobies antes de tener motivos ―pide mi amiga, al notar mis manos inquietas y el constante cambio de posición―. ¡Mira! ¡Es él!

Me inclino un poco hacia delante y me quedo observando, casi sin respirar. El corazón se está volviendo loco y el miedo aumenta al conocer a la mujer. Es rubia, delgada, algo más alta que yo y viste muy elegante. Incluso su actitud refleja elegancia. Mi cabello también es largo pero castaño, a mí también me gusta llevar vestidos, a pesar de que en esta ciudad llueva tanto. Pero ella es más... no sé. Y su rostro parece más esbelto, el mío es redondo, mis mejillas son rollizas.

¿Y si a Leo le encantan las rubias?

―Cómo quisiera escuchar qué dicen.

―Recibirás la grabación.

Cierto. Ahora mejor me fijo en su actitud, en el lenguaje corporal. Están hablando y ella ya trata de ligarlo, tal como dice el plan. De pronto le toca el hombro y la mitad superior del cuerpo de Leo se arquea hacia atrás. Retrocede un paso y levanta las manos, como en gesto de defensa. Esto se repite una vez más. Al cabo de unos momentos, ya es obvio que la está rechazando. La chica deja de intentar acercarse pero sigue hablando. Sus palabras instalan el shock en el rostro de mi esposo, al menos así se ve desde aquí. Él ladea la cabeza y luego junta ambos manos en el cabello.

Ya se va. Leo se da la vuelta y comienza alejarse, mientras que la mujer mira hacia donde estamos.

―La rechazó... ―compruebo aturdida y feliz

La rubia también se va, pues no era parte del plan que viniera a hablarnos. De todos modos, recibiré la grabación y sabré qué fue lo que hablaron. De seguro le propuso algo bien atrevido como para que él reaccionara así. Quizá lo invitó a algún hotel.

―Parece que tienes un marido fiel. ―dice Leire

―Quiero saber qué hablaron ―volteo a verla―. Hoy mismo.

―No te preocupes, claro que lo sabrás.

―Mejor hubiera venido a entregármela ya.

―No seas impaciente. Por el momento sabes lo más importante. Estás con alguien que te respeta y te ama, no te engañaría ni con extrañas ni con conocidas. Ni con pelirrojas como yo, ni con rubias como Maribel.

De la nada, una sensación insoportable acapara mi alma. No consigo distinguirla pero quiero que se esfume. Tiene el sabor de la culpa y... ¡No! No debo sentirme mal, sólo tengo que olvidar este evento y... encargarme de hacer feliz a Leo. Claro, primero convencerlo de que el divorcio es mala idea.

― ¿Te llevo a tu casa? ―cuestiona Leire, mientras enciende el motor

―Sí.

Quiero estar ahí cuando Leo regrese.

. . .

Tras esperarlo casi una hora, decidí ocupar mi tiempo y mi mente. Que mejor manera que cocinar algo nuevo. En eso estoy ahora y, aunque por desgracia sigo pensando en lo mismo, al menos tendremos algo que comer en la noche. O cuando se nos apetezca...

¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora