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Leo no vino con esa condición porque tenga algún secreto, sino porque no quiso verme la cara por mucho tiempo. Hubiera tenido que soportarme cerca durante casi una hora; por cierto, siento que pasó una eternidad y me muero de ganas por saber qué tanto hablaron. No espero milagros, sólo ver a un hombre más tranquilo, a un hombre que no me de la impresión de que intenta odiarme cada vez que me mira en los ojos.

Me sobresalto al oír sus pasos por el pasillo, rumbo a la sala de estar. Es verdad que ya acaba la espera pero estoy muy nerviosa.

― ¿¡Y mi amiga!?

―Te espera en el dormitorio ―replica él―. Se quedan ahí mientras recojo mis cosas.

―Ah... No logró convencerte.

Cállate, Maite ¿cómo se te escapa eso?

― ¿¿¿Convencerme??? Camila no intentó convencerme de nada. De seguro descubrirás lo que hablamos, si tanta curiosidad tienes. Ahora déjame solo.

No aguanto su frialdad.

―Leo, yo-

― ¡Déjame solo!

― ¿Sigue en pie tu decisión? ―cuestiono, buscando no perder la voz

―Sí.

Asiento y antes de explotar delante de él, salgo corriendo rumbo al dormitorio. Cierro la puerta detrás y me tapo el rostro con ambas manos, mientras me dejo caer en el suelo. Camila se me acerca de inmediato, algo asustada y se arrodilla a mi lado.

―Maite... Por favor, no te pongas así.

― ¡No te imaginas qué se siente ver que se va! Me quedo sin una parte de mí ¿lo entiendes?

―Escúchame un momento ―toma mi cara entre sus manos―. Me prometió que tomará decisiones con la cabeza fría.

― ¿Cómo...?

―Aún no habló con un abogado ―avisa, mientras sus dedos borran mis lágrimas―. Va a esperar a que se le pase el coraje, luego pensará en las soluciones.

― ¿Tú se lo pediste?

―Más o menos. No quise decirle qué hacer, sólo le pedí que esperara hasta estar más tranquilo.

―Gracias.

Sonríe levemente, antes de abrazarme. En el fondo no tengo muchas esperanzas de que lo haya hecho recapacitar. Él me trató como si fuera... alguien a quien ya no soporta cerca. Es peor que la primera vez que terminamos. Temo que ahora no es sólo su rabia la que lo empuja a sacarme de su vida. Temo que el daño sea irremediable.

¿En qué momento llegué aquí?

― ¿Por qué soy así?

― ¿De qué hablas? ―pregunta Camila, sin apartarse y acariciándome la espalda

―No vi llegar este desastre. No creí que mis celos podrían separarnos... Siempre creí que los celos eran naturales pero... supongo que los míos no.

―Que bueno que lo entiendas. ¿Ya ves? Aprendiste una lección de todo esto.

―El precio es demasiado grande ―me aparto para mirarla―. Lo estoy perdiendo. Y no sabes cuánto lo amo, cuánto me duele...

―Sí lo sé. Él también lo sabe.

. . .

Este lugar es tan vacío sin él. El recuerdo de nuestras risas retumba en toda la habitación, los momentos felices que juntamos aquí hacen aún peor esta soledad. No creo poder dormir aquí. A partir de hoy, me mudaré en el cuarto de huéspedes, ése en el que pasé la noche la primera vez que estuvimos a punto de acabarlo todo...

¿Aún planeamos el divorcio? © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora