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Después de que su mano se recuperara totalmente, todo siguió como siempre; solo que Delilah modificó su técnica para tocar y así evitar que se lastimara. El curso estaba por terminar y teníamos vacaciones, así que además de ensayar, le propuse a Delilah ir a un parque de diversiones y aquí estamos. 

Su rubia cabellera caía sin preocupación por sus hombros mientras el viento de la noche la ondeaba ligeramente. El azul de sus ojos en los que me había perdido desde antes de que todo comenzara, se combinaba con otros colores, producto de las luces de los juegos mecánicos. 

-Vamos, subamos a la montaña rusa, no seas cobarde -Dijo con una sonrisa juguetona tomándome de la mano. 

-¡Ni loca! -Me aferré más a su agarre cuando empezó a caminar hacia la gigante atracción - ¡No harás que cambie de opinión! 

Ella se giró con aire burlón -¿Segura? -Me miró con sus penetrantes y hermosos ojos...Santo cielo...¿Cómo era posible que algo tan bello existiera en este mundo? 

En unos cuantos minutos más, estábamos sentadas en el carrito de la montaña rusa. Sí, podía afirmar con toda seguridad que estaba loca. Y muy loca, por ella. 

-Será divertido -Me susurró al oído, divertida mientras avanzábamos. Yo hice caso omiso de su aclaración, porque no me gustaban ese tipo de juegos, pero el amor es una enfermedad que nos hace hacer cualquier locura por la persona que amamos. 

Al terminar creía haber perdido la voz por tanto gritar y Delilah no paraba de reír. 

-¡Ya cállate! -Le dije y la abracé para después reír junto con ella. 

-Bien, lo lamento, es solo que te veías demasiado graciosa -Dijo limpiando una lágrima que había salido por la risa -Pero ya todo terminó -Sonrió -Ahora podemos ir a donde quieras. 

-Eres tan mala Delilah... -Entrecerré los ojos y me volví para ver a cuál juego iríamos. 

¡Lo tenía! 

-Ahora verás lo que es venganza -Le susurré e hice que me siguiera hasta los carritos chocones. Después de esperar un rato en la fila, a propósito hice que me tocara con otra persona que no fuera Delilah para conducir; ella se quedó confundida, pero parece que entendió que realmente quería vengarme y subió a otro carro, junto a otra persona. 

Salí de la atracción triunfante, verdaderamente triunfante; podía sentir mi sonrisa de satisfacción por haber visto como chocaba fuertemente con la rubia de la que estaba enamorada y su cabello se alborotaba mientras ella intentaba salir de mi campo de visión. 

-Oye...ha estado bien -Dijo Delilah pasando una mano por su cabello mientras sonreía. 

-Así es, no soy tan mala, ¿cierto? -Pregunté riendo. 

-Para nada, pero ven, ahora vayamos por un algodón de azúcar -Dijo señalando un montón de ellos. 

-Claro, para que te quede el vestido del concierto...-Dije riendo.

Después de que ambas comiéramos, subimos a muchas más atracciones, terminamos mojadas por un túnel acuático y ahora estábamos sentadas en la rueda de la fortuna. 

El agua escurría por su largo cabello y por sus pestañas. Un poco de cabello se le había pegado al cuello por el agua. Estaba sentada junto a ella, viéndola. Podría admirarla por horas y no me cansaría nunca.

"Mi paisaje favorito" Pensé.

Su mano pasó sobre mi cuello y me atrajo más a ella. Aunque estaba mojada, aún podía sentir el olor de su perfume en su cuello. 

-¿Qué piensas? -Me preguntó viendo hacia la ciudad. 

"En lo hermosa que eres" Volví a pensar. 

-En nada, ¿y tú? -Mentí. 

-En lo bien que la pasamos juntas, ¿No crees? -Una sonrisa se dibujó en su rostro. 

Delilah estaba muy relajada, sentía su suave respiración en mi frente. La abracé. 

-Gracias por ser tan atenta conmigo -Dijo. 

- ¿Qué? La que debería agradecer soy yo -Me incorporé quedando de frente a ella - por estar conmigo... 

-Supongo que debíamos estar juntas de una u otra forma -Dijo y acarició mi mejilla. 

Me acerqué de nuevo a ella y la besé, aún con agua sobre los labios. Nada me importaba, solo quería saborear el exquisito tacto que se producía al roce con los míos. Nos besamos por un rato con paciencia, ninguna tenía prisa, y menos ya en una altura tan considerada, con la oscuridad de la noche sobre nosotras.  Nadie quería acelerar las cosas, creo que hubiésemos podido estar así por mucho tiempo sin querer algo más. 

Nos separamos y de nuevo me recosté en su clavícula; tomé su mano y nos quedamos viendo a la oscuridad por lo que quedó del trayecto. 






Sweet MelodiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora