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-Respira...respira, da todo de ti. -Decía Delilah mientras abría la puerta para subir las pequeñas escaleras y llegar directo al escenario. -Estoy aquí, Blaire. 

Sus palabras eran reconfortantes, pero los nervios no dejaban de estar ahí. Tomé fuertemente el violín y en la otra mano el arco y pisé el suelo de madera que estaba alumbrado por aquella característica luz amarilla. 

Hicimos nuestra caravana y los aplausos no se hicieron esperar. 
Delilah se sentó en el piano que estaba detrás de mi, se acomodó en el banquillo y me ayudó a afinar nuevamente. En su cara había una leve sonrisa que me decía que todo iba a estar bien. 

Hice un gesto con la cabeza para hacerle saber que podía comenzar cuando quisiera. Acomodé el violín bajo mi cuello y cerré los ojos un instante al escuchar sus primeros compases. 

Era mi turno: corcheas, silencio, triples. Cuidar las ligaduras. 

Respirar. 

Acelerar y de nuevo moderar el tiempo. Más libre, más prolongado. 
Unos compases más y todo se tornó más profundo y agresivo. 

El piano sonaba con fuerza sin opacarme, era el momento de tocar con fuerza y actitud. 

Los agudos del violín iban a juego por completo con las octavas graves que Delilah tocaba. La armonía era perfecta y también la melodía, que de pronto se volvió más estrecha y juguetona para darle paso a una más fuerte y atractiva. 

Repetición.

Solo de piano, fuerte y profundo.

Observé a Delilah por el rabillo del ojo; sus mejillas estaban rosas y su mirada concentrada en las partituras. Los músculos de su brazo se marcaban cada que ejecutaba los acordes. 
Posteriormente las dos tocamos juntas otra vez. Me olvidé de los nervios por completo entre tantas notas y sentimientos que se abrían paso mientras tocaba. 

La agógica cambió, ahora era más lento y muchísimo más dramático. Un microtonalismo de mis dedos se deslizó desde una nota aguda hasta una grave para darle paso nuevamente a la melodía principal, solo de piano y volvernos a unir. 

Pasamos por un pasaje lento, otro rápido y divertido con staccatos hasta que me adentré en un escalas que subían y bajaban, tan rápido que pensaba que en cualquier momento tocaría algo en falso. 
Ambas terminamos en total sincronía y los aplausos comenzaron a llegar a nuestros oídos. 

Me miró con una sonrisa e inmediatamente compartí los aplausos con ella, haciendo que diera las gracias. 

No podía describir cuán feliz era en ese instante. 


Sweet MelodiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora