Capítulo 3

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Aure

Quería responder que sí pero la campana me asustó. Me esfumé antes que el patio se llenase de gente. Oí unas risas y sentí un peso. Un chiquito trepaba entre mis ramas para esconderse. Pesaba pero no me molestaba. Entonces el pequeño saltó y los que corrían a mí alrededor se alejaron. Unos chicos se acercaron haciéndoles señas para que se larguen. Me molestó cuando se apoyaron contra mí. Iba a dejar caer todo mi polvo, ramitas y hojas secas sobre ellos cuando divisé un objeto para mí terrible además de puntiagudo: una navaja. Tragué savia (sí, savia, no saliva) y me estremecí. Sentí una punzada y un arañazo. Hice un gran esfuerzo por mantenerme tranquila e ignorar el dolor, que era-me dije –soportable. La hoja se hundió otra vez en mi y esta vez llegó a traspasar totalmente la corteza. Sentí cómo se derramaba algo de savia. El chico retorció la navaja dentro del hueco y si hubiera estado como humana me habría sido imposible no gritar y llorar. Otra vez… cada vez me dolía más. Empezó a raspar con la hoja con mayor fuerza. Quería gritar y retorcerme de dolor. Hinqué con fuerza mis raíces e intenté aguantar. Creí que me iba a poner amarilla, tanto hojas como tronco (lo que equivaldría a desmayarme) cuando lo oí gritar. Sonó como a la distancia… No entendí bien qué decía pero era su voz… la había escuchado varias veces… La herida ardía tanto… El chico con la navaja la alzó amenazante pero podía percibir su miedo. Por más que ellos fueran cinco y uno estuviese armado, tenían más o menos once años, tal vez doce y él dieciséis. Retrocedieron lentamente cono dudando. Él los miró totalmente decidido.

-¿Acaso son sordos? –estaba verdaderamente molesto.

Los chicos salieron corriendo. Decidí salir, agradecerle de alguna forma y de paso curarme pero ni bien me separé caí de bruces y todo se puso negro.

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