Capítulo 28

156 16 0
                                    

Segunda parte del mini maratóooon!!! Si quieren que mañana suba un capítulo más VOTEN ;)

Andreas

Quirón solo me dejó quedarme cuatro días más donde Aure. La última noche prendimos una fogata. Rosana, Enebro, Don y otra dríade estuvieron un rato con nosotros pero ellas se esfumaron después de unos momentos y Don se terminó yendo. Esos días habían sido realmente como empezar de cero. Al menos por fuera. Me acerqué a Aure y le sonreí.

-Gracias por quedarte todos estos días –susurró mirando al fuego.

-Lo mínimo que podía hacer ¿no crees?

Me giré para verla y noté que sonreía. Seguía teniendo llagas en casi todo el cuerpo pero ya no estaban tan horribles y la mayoría ya estaban terminando de cicatrizar. Su pelo había crecido un poco más, pero aún no alcanzaba su largo original. ¿Cómo seguía siendo tan bonita?

-Sabes que me habría quedado más tiempo de haber podido –murmuré.

Volteó a mirarme. Sentí un fuerte impulso de besarla pero me contuve y nos quedamos como atrapados en un juego de miradas.

-¿A qué hora te vas mañana?

-Después de almuerzo creo.

-Debes extrañar la comida del campamento –rió entre dientes.

-La verdad es que sí, ya me aburrí de esa tonta sopa –reí con ella.

-Deberías haber regresado al campamento. Podrías haber venido a visitarme y habría sido casi lo mismo –dijo apartando la vista de mí.

-No habría podido estar aquí en las noches, ni en los almuerzos, ni…

-…haberme acompañado a ver el laurel, mi haberte quedado despierto conmigo toda la noche que tuve esa pesadilla –continuó.

-Exacto.

-Me alegro de que te hayas quedado.

Se abrazó las rodillas y noté que el fuego se estaba achicando.

-Voy por más madera, dame un momento –le dije parándome de un salto.

Yo también me sorprendí con que un árbol hiciera una fogata pero me explicaron que no en todos los árboles hay dríades (lo que es deducible) y que solo talaban árboles muertos o podaban alguno. Regresé de junto a mi carpa cargado de leños y con un balde lleno de hojas secas. Empecé a acomodar los leños cuando Aure me detuvo.

-Ese no –señaló el que tenía en la mano –está muy verde aún, no va a prender.

-¿Cómo? –dejé el tronco al lado de todas formas.

-Si la madera está verde por dentro, no prende.

La miré procesando lo que me acababa de decir.

-Entonces… ¿Cómo te incendiaron?

-No es imposible quemar un árbol –aclaró mirando el fuego –fue fácil prenderme porque yo estaba fuera del árbol. Cuando una dríade sale, es como si le quitara la parte más importante  al árbol, su esencia. Como si el árbol quedara hueco. No sé bien cómo explicarlo.

Asentí. Tenía lógica a su manera. Asegurándome de hacer contacto visual con ella antes y de que quedara claro lo que iba a hacer, tiré las hojas secas al fuego y luego me senté junto a Aure. Ella me tomó fuertemente de la mano, asustada, mientras las llamas crecían. Cuando regresaron a la normalidad ella me soltó suavemente.

El primer día que habíamos intentado hacer una fogata, ella se había puesto a chillar como loca y tuve que abrazarla para que no saliese corriendo. Aún minutos después de haber apagado el fuego seguía desesperada y recién tras un buen rato, terminó de calmarse y rompió a llorar en mis brazos. La segunda noche había sido bastante parecida y recién la tercera noche estuvo más tranquila. Habíamos prendido la fogata con ella mirando a lo lejos abrazada a Rosana. Luego, sujetándose de la mano de la dríade y de la mía, se acercó muy lentamente pero a unos quince metros del fuego se detuvo y se negó a dar un paso más. Esta noche recién, se había sentado con nosotros, sin dejar de lanzarle miradas nerviosas y furibundas a la fogata.

AureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora