Capítulo 27

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20 mil años más tarde.... enserio lo siento muchísimoooo!!!! Como disculpa haré un mini maratón ¿Les parece?

Agradesco muchísimo si votan o comentan, me ayuda un montón

Aure

-¿Qué he hecho Enebro? ¿Qué he hecho? –la miré aterrada teniendo la mente rogando por respuestas.

-Aure –me tomó la mano –tranquila, no es tan terrible…

-Jamás debí dejar que me besara ¡Jamás! ¡Y menos aún besarlo! ¿En qué habré estado pensando?

“¿Por qué? ¿Porqué?” me gritaba mi conciencia.

-Lo hecho, hecho está…. Ahora…

-¡Está mal! –exclamé interrumpiéndola.

-Lo sé –susurró apenada.

-¡Él no puede enamorarse de mí! –las lágrimas comenzaron a brotar por mis ojos sin control alguno -¡Él no puede! ¡No puede enamorarse de un árbol! ¡No de un árbol! ¿Entiendes? Es un semidiós –se me escapó un sollozo –no puede enamorarse de una planta –rompí en llanto.

Enebro se apuró en abrazarme.

-Creo que es un poco tarde ¿no te parece? –oí una voz a mis espaldas y me quedé helada.

Un escalofrío me recorrió totalmente. Me separé lentamente de Enebro y me giré. Andreas estaba ahí, parado, con una sonrisa tímida examinándome.

-¿Escuchaste todo? –tragué savia.

Enebro me miró dudosa.

-Lo último –contestó él –me dijeron que ya habían terminado.

-Sí, hace poco.

Andreas no dejaba de echarle vistazos a Enebro como si su presencia lo incomodase. Sentí que mi corazón se aceleraba y me quedaba sin respiración. Él se acercó lentamente. Enebro me tomó una vez más de la mano y me aferré a ella nerviosa.

-Creo que es un poco tarde –repitió y me estremecí.

-Andreas… -susurré.

Él miró nuevamente a Enebro y finalmente ella asintió. Tras mirarme fijamente se retiró. Bajé la mirada.

-Soy una planta –mascullé.

-Y a mí no me importa –se acercó y me tomó la mano entrelazando sus dedos con los míos –siempre me gustaron los árboles.

No pude evitar sonreír.

-Aure, quizás sí fue un poco rápido, pero enserio quiero intentarlo.

Lo miré sorprendida sin saber qué podía decirle.

-Esto está mal –murmuré no muy convencida.

Entonces recordé las palabras de la dracaenae “Apolo no consiguió jamás a Dafne y sus descendientes repetirán la historia”. Él me cogió suavemente de la cintura sin tener idea de qué era lo que pasaba por mi mente. Casi inconscientemente di un paso hacia él.

-No veo por qué.

-Quizás porque ni me he terminado de curar.

-Lo harás.

-Porque una vez que cumpla dieciséis envejeceré en el doble de tiempo que tú. Cuando duerma no envejeceré tampoco, tendría que estar separada del laurel casi todo el tiempo y si lo hago también me haría daño y…

-Aure, tranquila –me interrumpió sujetándome con suavidad de los hombros.

Acomodó un mechón detrás de mi oreja y me secó las lágrimas.

-Desde el principio ¿Si? –me besó en la frente.

Lo miré casi suplicante pero vi que estaba decidido. En ese momento llegó Rosana cargada de líquidos y cremas. Del susto, di un pequeño salto y Andreas y yo nos separamos rápidamente.

-Acá estás –miró a Andreas fijamente –ve a buscar a Don ahora, te están armando una carpa. No puedes dormir en el piso todo el tiempo que te quedes aquí. Deberías ir a ayudar.

Andreas asintió.

-Están cerca a la entrada del claro –le indicó –ve.

Él obedeció sin dudarlo y Rosana se dirigió a la mesa a acomodar lo que había traído.

-Ya me curaron –le dije acercándome.

Ella giró hacia mí sonriéndome.

-Mi niña, no voy a dejar que nadie más que yo te cuide sin mi supervisión. Te apuesto a que no te pusieron el ungüento azul ni los polvos.

Sonreí divertida y dejé que revisara mis heridas.

AureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora