Capítulo 32

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Disculpenme porfiiiiiiiis

¡Ha pasado un mes desde la última vez que actualicé! ¡UN MES! ¡No puedo creerlo! Enserio me siento horrible y les pido disculpas una y mil veces. Intentaré ser más frecuente. Gracias a todos los que aún leen Aure.

Porfis no se olviden de votar :)

ah y una pregunta para que contesten al final del cap! No dejen de contestarla porfiiiis, muero de curiosidad

Andreas

Al llegar al campamento lo encontré bastante vacío. La mayoría de ya debían de haber empezado clases después de las vacaciones de verano. Mi colegio había empezado un mes antes que todos los demás. Tenían una política que hacían que nuestras vacaciones empezaran antes que las de todo el mundo y por lo tanto, acababan antes también. Se suponía que trabajar en el verano era mejor porque el sol y la luz nos animarían a esforzarnos más. Obviamente ningún adolecente se distraería pensando en salir con sus amigos, tomar un helado o ir a la piscina. Claro que no. Todos queríamos pasar los últimos días de verdadero calor en un salón de clases.

De todas formas este había sido mi primer año en ese colegio y salvo la primera semana, había perdido casi todas las clases. Quirón me había dicho que había firmado por mí diciendo que me quedaría todo el año en el campamento para evitar que las arpías destruyeran mis cosas mientras estaba con Aure. De todas formas, me aseguró que si quería podría ir al colegio y donde mi tía. El siguiente bimestre lo haría… quizás.

-Volviste –salió Alex de la cabaña a recibirme sonriente.

Me dio un rápido abrazo y empezó a contarme las novedades del campamento.

-La mayoría se han ido. Percy, Annabeth, Cameron…

Siguió con una enorme lista de nombres de los que no pude distinguir más que algunos pocos que eran los pocos a los que había logrado conocer en mi corta estancia en el campamento.

-¿Cómo está tu tía? –preguntó de pronto.

-¿Ah? –me miré extrañado y su sonrisa tembló.

-Tu tía… fuiste a verla ¿no? –me examinó como sospechando algo.

En ese momento me acordé de la escusa que le había dicho y me apuré en decirle que mi tía estaba bastante mejor.

-Me alegro –dijo con sinceridad.

Le sonreí y tiré mi mochila sobre mi cama. Alex se sentó en ella estudiándome con la mirada.

-¿Te quedas a pasar el invierno?

-¿Tú también? –le sonreí nuevamente.

Asintió devolviéndome la sonrisa.

-Vas a ver que el campamento es hermoso cubierto de nieve.

-No puedo esperar.

Ella se paró de un brinco y  se estaba dirigiendo a la zona de chicas cuando la detuve tomándola de la muñeca. Simplemente… ¿Quería que se quedara un poco más?

-¿Cómo es el horario en invierno? –le pregunté.

Sin girarse contestó:

-Parecido, más relajado supongo…

-¿Más tiempo libre? –sonreí emocionado sabiendo en qué, o mejor dicho, en quién quería gastar ese tiempo extra.

-Sip.

Se alejó y se sentó con una amiga suya al otro lado de la cabaña. Con una hermana… nuestra hermana… ahora que lo pensaba… hasta ella era mi hermana. Me seguía pareciendo tan raro… Pasé de ser hijo único y huérfano a tener un pare y varios hermanos y hermanas en un solo día. No me era tan fácil de asimilar. Decidí ir a practicar con el arco un rato para distraerme porque no podía visitar a Aure hasta el sábado.

Cuando llegué, vi, creo que por primera vez, la zona de arquería vacía. Había un silencio un poco inhabitual. A lo lejos se oían unas risas, por los campos de fresas que se perdían como en la brisa y de vez en cuando se escuchaba el canto de un pájaro o el viento entre las hojas de los árboles. Con el carcaj al hombro me dispuse en una de las zonas. Una tras otra disparé las veinticinco flechas contra los dardos. Todas cayeron en el blanco y sonreí por un instante. Bajé el arco y caminé cabizbajo para sacarlas y poder disparar de nuevo. Sentí el sol quemándome con fiereza el cuello y me sobresalté. Rápidamente giré con la sensación de que alguien me llamaba o vigilaba. Nadie. No había nadie. Esto ya me estaba resultando muy raro. Recogí las flechas para seguir practicando. No sé cuánto rato estuve ahí hasta que Alex llegó buscándome.

-¿Estás bien? –me preguntó.

-Sí, claro –le sonreí -¿Por qué?

-Te siento un poco… perdido…

-Quizás lo esté –susurré para mí mismo.

-¿Cómo?

Iba a responderle cuando escuché un chirrido espantoso dentro de mi cabeza y no pude evitar gritar. Alex se apuró en intentar sujetarme, cogiéndome de los brazos aterrada preguntándome repetidas veces qué pasaba pero su voz sonaba lejana. El chirrido aumentó y una voz se alzó por encima gritándome “visítame” antes de que todo callara de golpe.

Cuando abrí los ojos de nuevo me encontré con los de Alex que brillaban asustados y muy preocupados. De pronto noté de manera especial que sus ojos, a diferencia de los de la mayoría de la cabaña, que eran de color miel, eran azules, de un color azul muy profundo. Estaba arrodillada a mi lado mirándome espantada. No tengo idea de cuándo y menos cómo había terminado en el piso. La tomé de las manos y clavando mis ojos en los suyos susurré:

-No digas nada de esto a nadie.

-Pero… -comenzó a protestar temblando.

-Nada a nadie –repetí firmemente.

Tras unos instantes de duda, ella asintió y nos paramos. Lado a lado caminamos en silencio de regreso a la cabaña.

En la noche, cuando ya todos dormían, no pude evitar asomarme por la ventana a ver las estrellas. Intenté reconocer las que Aure me había enseñado pero recordaba solo un par y únicamente identifiqué con facilidad a la cazadora lo que me sacó una sonrisa. Pude imaginarla corriendo por el cielo y me pregunté si tal como sentía Aure, habría una historia detrás. Me acordé de la noche anterior y mentalmente rogué volver a estar con Aure. Subí la mirada nuevamente hacia la cazadora y entonces sentí un escalofrío y una gota de sudor helada corrió por mi frente. Miré angustiado en dirección al bosque con un mal presentimiento pero no logré ver o escuchar algo. “Todo está bien” me dije a mí mismo. Sin calmarme del todo, me metí a la cama intentando dormir.

Ahora sip, la pregunta:

¿Qué piensan de Alex?

Porfis porfis porfis contesten y voten ¿si?

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