Capítulo 31

172 16 6
                                    

Yeeeey!! Este nuevo cap si es más largoo!! jajaja

Ojalá lo disfruten :)

Comenten y voten porfis!

Gracias casyruizcarlos por todo el apoyo

Aure

Rosana  me despertó no se cuanto tiempo después para que fuéramos a visitar el árbol, mi árbol. Mientras caminábamos por el bosque no pude evitar mirarla y pensar en lo buena que era conmigo. Si las plantas tuviéramos mamás ella sería la perfecta.

 -Andreas vendrá de visita el sábado –dijo de pronto sin apartar de vista de enfrente.

 Eso me sacó un instante de mis pensamientos. Justo a tiempo para no chocar con una rama.

 -¿Quirón lo dejará? –pregunté sorprendida.

 -Claro que sí –me aseguró con una sonrisa.

 -Gracias –murmuré sin terminar de entender cómo sabía lo mucho que eso significaba para mí.

 Me tomó de la mano y como si hubiera leído mis pensamientos, puso los ojos en blanco.

 -¿Qué?

 Ella se limitó a reír. “Yo no soy tan obvia” protesté mentalmente “¿O si?”

 -Tienes suerte de haber crecido fuera del campamento.

 -¿A qué te refieres? –la miré totalmente intrigada.

 -Es bueno si quieres algo con Andreas… podría solucionarlo…

 -No entiendo ¿Qué tiene que ver?

 Rosana estaba a punto de responder cuando llegamos al claro donde estaba mi laurel y dos dríades prácticamente le saltaron encima para hacer informes y preguntas. La miré desesperada y ella se encogió de hombros como disculpa antes de irse con ellas. Me rendí y me acerqué a mi laurel. Lentamente, acaricié mi corteza, estremeciéndome. Era como tocar tu hogar, no solo tu casa sino tu hogar, pero a la vez era como tocar mi propia piel. Mis dedos empezaron como a chispotear y desprender brillitos y la punta de mis dedos se volvió verde y parecía que se estaban difuminando con mi árbol. Acerqué un poco más mi mano y fue como si traspasara la corteza. Ya estaba por el codo cuando Rosana llegó corriendo a detenerme.

 -Aún no… aún no estás lista –dijo entre jadeas mientras intentaba recuperar el aire.

 -Pero… -lancé un vistazo a mi laurel.

 -El sábado –prometió –ni bien él se vaya ¿está bien? Pero aún no.

 Asentí tristemente. Mire por el rabillo del ojo una vez más a mi laurel y luego me encaminé cabizbaja hacia el claro. En mi mente empezó a resonar una y otra vez el canto de curación. ¿Quién diría que un chico podría cantar bien sin ser un cantante profesional o algo así? Aunque a fin de cuentas… era hijo de Apolo… seguro que eso servía de algo ¿no?

 Sin Andreas el día se me pasó lentamente y tuve tiempo de sobre para pensar en él y todo lo que había pasado. Y lo que me había dicho Rosana ¿qué significaría? ¿Sería una solución? Lo dudaba mucho… No quería ilusionarme. Si no me temblaran las piernas cada cinco minutos de caminata habría podido ir a pasear o a buscar a alguna ninfa para conversar pero no me atrevía a forzarme. Aún no confiaba totalmente de mi capacidad. Enebro vino poco antes de mi hora de cenar a contarme las noticias del campamento y de Andreas. Por más que fingiera, ella sabía que me moría de curiosidad.

 -Llegó bien, lo recibió una chica de su cabaña. El pobre tuvo que inventar que estuvo con su tía –me dijo ni bien llegó.

 -¿Has hablado con él?

 -No pude –me sonrió apenada.

 Rosana llegó en ese momento y la conversación quedó ahí.

 Debían ser como las doce de la noche. Ya llevaba dos horas echada en mi cama mirando el cielo estrellado. Mis ojos se clavaron en la cazadora recordando la noche anterior. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y supe que Andreas también estaba mirando las estrellas. No sé cómo, pero lo supe. Sonreí como para mí misma sin poder evitarlo. En eso momento escuché unos pasos y cerré rápidamente los ojos segura de que era Rosana. No tenía ganas de darle explicaciones a nadie. Los pasos disminuyeron su velocidad al acercarse a mí. Solo dos personas se acercaban tanto a mi cama… una de ellas habría sido devorada por arpías si intentaba venir a esta hora y la otra… ya me habría revisado alguna herida y besado la frente. Abrí lo menos posible un ojo y por el rabillo distinguí un objeto afilado que se alzaba sobre mí brillando a la luz de la luna. Abrí los ojos de golpe y rodé justo a tiempo para evitar el cuchillo que descendía velozmente sobre mí. Al estrellarme contra el piso se oyó un golpe seco. Me apuré en pararme realmente adolorida y corrí lo más lejos que podía de la sombra sin darle en ningún momento la espalda. Cuando salió de entre la oscuridad me quedé petrificada un instante. Ella no podía haber vuelto. ¿Por qué me odiaba tanto? Solté un chillido que pedía auxilio lo más fuerte que me fue posible. El cuchillo voló hacia mí y logré esquivarlo a duras penas al tirarme al piso. Calculé que me habría atravesado la garganta.

 -¿Por qué te niegas a morir? –masculló entre dientes.

 -Por el “hijo de Apolo” –resoplé utilizando su propia descripción de Andreas.

 -Tú estúpido árbol no ha sido dejado solo ni un instante.

 -¿Qué tienes en contra mía? –pregunté con todos mis sentidos alerta.

 -¿Contra ti? TODO –remató la última palabra abalanzándoseme.

 Por un pelo conseguí no caer en sus garras pero tropecé de manera que terminé rodando. Tenía la adrenalina inundando mi savia a mil por hora. Sabía que en el instante en el que bajara, todos los golpes me cobrarían con bastante dolor. Levanté la mirada hacia la dracaenae justo para ver como una flecha de bronce volaba atravesándole el pecho. El monstruo cayó pesadamente delante de mí antes de explotar. Giré para ver a mi salvador y distinguí a Quirón galopando a toda velocidad hacia mí. Me tendió una mano para ayudarme a pararme. Rosana corrió a mi encuentro y sin decir palabra me ayudó a meterme nuevamente en la cama.

 -No quiero dormir –protesté pero mis párpados me traicionaron y cayeron.

 Cuando desperté, estaba toda adolorida y la mayoría de mis llagas estaban cuidadosamente vendadas. Dejé caer pesadamente mi cabeza en la almohada y me volví a dormir.

AureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora