7. Besos en el espejo

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Evan

Al siguiente día Alexei me evitó en los pasillos.

Recibí un leve movimiento de cabeza cuando nos topamos en el ascensor y huyó despavorida en cuanto nos detuvimos en el octavo piso. Tal parece que lo del café cinema fue solo una tregua y ahora regresamos a la rutuna donde ella finge que yo no existo y yo finjo que no me doy cuenta de que me ignora.

Buen ambiente laboral decían.

—¿Podrías llevar esto a la sala de grabaciones? —Entro en la pequeña papelería sin saludar y la encuentro frente a la enorme fotocopiadora arrojando hojas al suelo —. ¿Interrumpo?

—No, no lo haces—Se muestra cero arrepentida por su arrebato y bufa mirando de las hojas a mi rostro—. Claro, ya lo llevo.

Yo no debería estar pidiéndole eso y ella tampoco debería estar aceptando. Que deprimente.

Me acerco a despacio y una vez delante de ella, me pongo de rodillas.

—Si no te levantas te pateo—avisa moviendo la punta de su pie para acentuar la amenaza—. ¿Qué se supone que haces?

—Calma, karateka. Solo quiero ayudar.

Recojo las hojas tan rápido como puedo sin mirarla ni una sola vez. No es que le encuentre encanto a los pies o algo así.

—¿Necesitas algo más? ¿Un café quizá?

Lleva un par de días con la misma actitud. Miguel se quejó de encontrarla gritando a la expendedora de dulces del segundo piso, Linda me aviso que usará casco cuando intentará entrar a la cafetería y yo intento no usar el baño en horas del almuerzo, por alguna razón, ella siempre está ahí.

—Es muy amable de tu parte, pero me gusta más el té—Soy consciente de que me estoy comportando como un idiota, pero enfurecerla es divertido—. No te agradecí por ayudarnos con el lugar para la fiesta.

—No, no lo hiciste.

—Si no me interrumpieras ya lo hubiera hecho—toma asiento en la mesa, esperando—. No tenía nada en mente y me salvaste con eso de permitirnos que nos adueñemos de tu café por una noche.

—Ya te dije que no es mi café.

—Bueno, pero algo de influencia debes tener si aceptaron nuestra presencia tan rápido.

—Es lo que hacen los amigos, supongo.

—¿Supones?

—Pues sí. No es como si no fueran a pagar por el alquiler del local.

—Somos gente de palabra, ofreceremos una velada inolvidable a todo el equipo.

—Solo asegúrate de no destruir el lugar en el proceso—Mi mirada debe decirlo todo porque se explica inmediatamente—No parecen fiesteros tranquilos.

—Y no lo son, créeme—Brisa, una de las chicas de edición, aparece en la papelería con un café en su mano y parece encantada con el rumbo de la conversación—. Si no les han negado la entrada a los bares es por la eterna devoción de los guardias de seguridad hacia sus personas. Estoy segura de que reciben un aumento cada que Miguel y Evan se pasean por allí.

—Eres un ebrio molesto—Alexei hace una mueca graciosa—. No me sorprende.

—Soy un ebrio dulce—corrijo. No quiero generar malentendidos ahora—. A veces me gusta ir por el local abrazando a los meseros.

—Y besando guardias de seguridad—recuerda Brisa desde su lugar en la puerta—. Para ser tan encantador sí que te espantaste cuando uno de los nuevos te propuso un trio.

Besos a tu olvido #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora