14. Feliz no-cumpleaños

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Alexei

Me volví loca.

No hay otra forma de explicar mejor lo que acaba de salir de mi boca y no me siento con las suficientes agallas como para retractarme. ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Evan en casa? ¡Es una locura! No. Más que eso. Es un suicidio seguro. Viviana no tendrá paz un solo minuto de esta noche y lo más seguro es que Isidro amenace con mudarnos lejos de la ciudad de nuevo. Yo solita me ate la soga al cuello por dejarme llevar de mis impulsos y todo mi ser se debate entre la adrenalina de ver a Evan plantarle cara a mis figuras paternas y la sensación de que todo esto acabará muy mal.

Estoy tan nerviosa que seguro me desmayaré pronto, caeré duro contra el pavimento, me daré un golpe en la cabeza, tendré una muerte lenta y dolorosa por todas las cosas malas que he hecho en vida y no será un puesto cómodo y calientito en el cielo lo que me espere después de eso. Dios, no puedo respirar.

—¿Esos perros están cogiendo? —pregunta mi acompañante interrumpiendo mi crisis interna y ganándose un golpe de mi parte que lo hace reír.

Hago mucho de eso últimamente. Golpearlo, tontear con él, tocarlo y permitir que él haga lo mismo. No mido mis acciones hasta que suceden y para ese entonces mi cuerpo ya entró en contacto con el suyo y, para mi sorpresa, no me resulta tan desagradable como permitir que otra persona me toque. Estar con Evan es lo más parecido a tocar la paz con la yema de tus dedos, no importa si eso implica perder la cabeza en el proceso. Supongo que siempre fue así. Por eso, con todo y mi cabeza creando escenarios desastrosos o gritándome que esto es una mala idea, no me detengo hasta que estamos en la puerta de mi casa y pasa a ser él quien luce asustado.

—¿Algo que deba saber antes de entrar? —pregunta pasando la mano por su cabello, un gesto que lo he visto hacer durante los últimos cinco minutos y que me provoca algo de gracia. Suelo ser yo la que está en ese lado de la trama.

—Somos caníbales—advierto decepcionada cuando, por lo que sea que está sintiendo, no responde como yo esperaba—. Relájate, estaremos bien.

Me atrevo a repetir aquellas palabras que pronunció convencido la primera y ultima vez que estuvo en casa y con ellas, la imagen de Evan tomándome entre sus brazos en el baño me golpea. Ellos no pueden saber que sucedió eso. No hoy y probablemente no nunca. Quiero advertirle. Pedirle que, lo que hasta ahora es nuestro secreto, continue así. Que él me mirará como lo hizo aquella tarde es algo con lo que aún me cuesta lidiar, pero si Viviana e Isidro me miraran así, yo... yo no sabría como llevarlo.

No me atrevo a sacar el tema. En su lugar, permito que mi improvisado acompañante sostenga el pequeño bolso con mis cosas y no discuto cuando se hace a un lado para que pueda abrir la puerta frente a nosotros sin dar aviso previo de nuestra presencia.

Muy bien, aquí vamos.

La entrada está completamente iluminada y desde aquí, pese al bajo volumen, se puede oír la canción que Isidro y Viviana bailaron en su boda. No estaban conmigo para ese entonces, pero de tanto ver el video y escuchar sus historias sonrío de inmediato recordando la felicidad en sus rostros cuando se movían al ritmo de los Beatles. La casa desprende un leve olor a chocolate que me revuelve el estomago y me tomo mi tiempo para dar paso a Evan que mira todo con curiosidad. Este seria un buen momento para advertirle de lo que será una escena incomoda en cuanto descubra lo que estamos celebrando.

—¿Linda? ¿Eres tú? —pregunta la voz de la única otra mujer en casa.

—¡Llegué! —aviso lo que ya saben—. Traje refuerzos.

—¿Refuerzos? Oh por Dios, ¿Viene Leo contigo? —Puedo escuchar la emoción en sus palabras y reconozco el sonido de sus pisadas dirigirse a nuestra dirección—. Nunca has traído a uno de tus amigos para celebrar con nosotros, de saberlo preparo algo especial, hasta podría...

Besos a tu olvido #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora