17. Recuerdo no recordar

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Evan

Hay quienes nacen sabiendo el propósito de sus vidas y hay quienes, como yo, lo encuentran en el camino.

Trabajar en Eureka nunca fue el sueño de mi niñez. No era un técnico especializado, no tenía algún título que acreditará ese tipo de conocimientos y mucho menos tenía experiencia en dicho campo. En realidad, estaba tan interesado en ser operador como lo estaba de ser modelo en ropa interior—ni un poco—. Llegué a la emisora por el golpe de un vidrio más que por un golpe de suerte. Me fui de narices contra el cristal del imponente edificio y Linda, la recepcionista, me atendió con mala cara. Del otro lado del vestíbulo Rodri celebraba su acenso con la noticia de que uno de los mensajeros dejaba el puesto y que necesitará a alguien con tiempo libre y más importante aún, sin ninguna carrera especifica, solo fue la cereza del pastel.

Supe que estudiar no era lo mío cuando estuve cerca de no graduarme del Instituto de Idoneidad, donde hacía dos grados en un solo año por atrasarme en la escuela tras el accidente. Mamá acepto a regañadientes que no ingresará a la universidad y permitió que estuviera meses corriendo por once de los doce pisos de Eureka. Lo único que jugó a mi favor fue la curiosidad, cuando no hacía mis deberes estaba en las consolas con el operador de turno y aprendí de él todo lo que sé ahora. A la hora de renunciar se tomó el atrevimiento de recomendarme. Los demás técnicos lo veían como un chiste, Rodri, sin embargo, estaba convencido de que lo mejor era apostar por un malo conocido que arriesgarse con un bueno por conocer. Por eso me dejó trabajar y tiempo después, hacer cursos que avalaran lo que ya sabía.

Así acabé teniendo programas bajo mi mando y ahora, en un auto con Brisa y una de las fotógrafas siguiendo de lejos al locutor principal de Comunícate.

—¿Alguna vez has visitado un hogar para adultos? —pregunta Brisa retocando su maquillaje en el espejo retrovisor.

—Es mi primera vez.

—Entonces eres virgen en esto.

—Se podría decir, aunque no es mi primera vez trabajando fuera de cabina—respondo sin especificar las pocas veces que acompañé a un presentador para cubrir una noticia en el lugar de los hechos.

Al llegar, nos encontramos con Alexei y sus compañeros presentando las credenciales que permiten el acceso de nuestros equipos a las instalaciones. Está de espaldas al mostrador vistiendo un pantalón de traje azul con un abrigo a juego que la camuflan entre los demás empleados y la hacen lucir lo más formal que alguna vez la haya visto. Repiquetea su pie contra el suelo que no se detiene aun cuando golpeo la parte posterior de su rodilla con la mía después de otorgarle la misma sonrisa que ella me dedica

La primera parte de la visita corresponde a un recorrido guiado por lo que muchos empleados se agrupan en la recepción para darnos la bienvenida. Llevamos meses planeando esta visita tanto para la transmisión de Comunícate como para las redes sociales del programa y la emisora, por lo que no es extraño que ellos como nosotros estemos entusiasmados con la idea. Aun con la investigación previa que realizamos en compañía de Rodri y los operadores, me sorprendo por lo amplio del condominio como si fuera yo quien va a realizar las entrevistas o llevarse el crédito por estar aquí.

El recorrido termina en lo que es presentado por ellos como el "Salón social", donde algunos de los residentes se reparten en tareas de ocio que van desde el baile hasta los rompecabezas o juegos de mesa. Aquí, nos hablan acerca de las actividades que ofrecen para adultos mayores de toda la localidad y nos señalan de manera superficial aquellos visitantes a los que tenemos permitido acercarnos. No me pasa desapercibido como Bladimir y Tatiana huyen directo hacía dos hombres cuando la encargada del recorrido nos permite la interacción y, tras de ellos, Brisa junto a la fotógrafa y un sujeto del personal médico corren persiguiéndolos para grabar el momento de encuentro con los entrevistados.

Besos a tu olvido #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora