11. Olor a oportunidades

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Evan

—Vamos nene, trágalo todo—Hago un esfuerzo por mantener neutro el tono de mi voz y respiro hondo antes de intentar mi cometido una vez más—, ¡So-lo-tie-nes-que tra-gar!

En un intento por no sonar brusco termino soltando una especie de gruñido que asusta a mi acompañante quien, de inmediato, responde con un puchero.

Lo que me faltaba.

—Por favor, Ángel, no es tan difícil. Solo debes meter y tragar ¿Ves?

Conforme voy explicando voy haciendo la demostración ante la atenta mirada del pequeño esperando que, por el amor de Dios, me entienda. Sin embargo, al igual que las nueve veces anteriores, mi hermano menor termina lanzando la cuchara contra la mesa tras soltar un grito de guerra.

—Creo que no quiere más—Anuncia Inés ganándose una mala mirada como respuesta.

—¿Tú crees?, No me quedó claro cuando me tiró el puré encima—Como si pudiera entender lo que decimos, la risa del pequeño Ángel adorna el lugar tomándonos por sorpresa y aprovecho ese momento para poner lo que queda del pure en su boca provocando un gritito de su parte—. Mi trabajo aquí está hecho señores.

Comienzo por limpiar al pequeño mientras Inés se encarga de recoger la mesa con una mueca de disgusto ante el enorme desastre que hicimos el infante y yo, y aunque me veo tentado a decirle que terminaré de limpiar, el reloj de la pared me avisa que falta poco para salir de casa.

Le doy un vistazo rápido a Ángel antes de acercarme sutilmente a su parte trasera para comprobar que, como sospechaba, ha arruinado su pañal por segunda vez en lo que va del día.

—Te toca—Tomo al niño de sus dos brazos alejándolo de mi camisa recién planchada y corro en dirección a mi hermana.

—Solo por eso no podrás elegir la película hoy—Su grito me saca una risa, esa manera de castigarme es ridícula; siempre ella quien elige la película—, Y arregla ese nudo Evan, pareces tamal mal amarrado.

Sus dedos se mueven con destreza sobre el bebé y me fijo en los restos de fruta que adornan su cabello, con ese aspecto tiene pinta de ir a una guardería y no a la universidad.

—No olvides tu almuerzo, arreglar la cadena de la bicicleta y pasar por Betty para su clase. Ya lo agendé en tu correo.

Planto un beso en su frente antes de echar a correr hacía el segundo piso para enfrentar a mi siguiente objetivo, dos adolescentes casi iguales arrojando zapatos por todo el cuarto. Suspiro ante el desastre que es nuestra habitación. Antes solo tenía el problema de convivir con Inés, pero con la llegada de Ángel nos vimos obligados a reacomodarnos y ahora es la mayor quien debe dormir con el más pequeño y soy yo quien debe soportar a dos adolescentes.

—Si no me devuelves mi zapato arrojare a Amapola al inodoro—Devon sostiene al pequeño hurón de peluche entre sus manos como prueba de que habla en serio y puedo ver la furia que atraviesa a su melliza cuando lanza el calzado hacía la cama del chico.

—Suelta ya a esa creatura y ponte un pantalón, que no tienes cinco años—grito interrumpiendo el intento de batalla campal que se formó aquí y él obedece con algo de recelo—. Si no bajan a desayunar en cinco minutos Inés se molestará y llegarán tarde.

—De esa oración lo único que me preocupa es que ella se enoje—Betty simula tener escalofríos y evito reír para no perder la seriedad del asunto mientras me dirijo al lado de la habitación donde reposan mis cosas. El contraste entre ambas partes es enorme, y me atrevería a decir que, aún si no tuviéramos una línea amarilla en el piso dividiendo el espacio, cualquiera sabría a quién pertenece cada cosa.

Besos a tu olvido #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora