Una Lily Para James || James S. P x Lily L. P.

10. El Mensajero de San Mungo

Lily tenía razón, era un caso perdido, en un momento estaba consciente de sus sentimientos por ella y al otro instante, estaba sintiéndose un gusano por amarla como lo hacía, desde el inicio había sido así; se sentía culpable de amar a su propia hermana, y es que el mundo estaba lleno de mujeres, pero él tenía que haberse fijado exactamente en ella; Lily Luna Potter, una pelirroja encantadora, de piel blanca y lechosa, con los ojos olivo más bonitos que hubiese visto en su vida.

No estaba seguro si era la maldición Potter; o que llevaran los nombres de sus abuelos; conforme crecía, había escuchado como la gente hablaba de su familia, escuchaba atento a esas personas que parecían saber más de su familia que él mismo, la forma en la que describían el amor de sus padres, pero más allá de eso, el amor inmenso, puro y fuerte que solían tenerse sus abuelos, James y Lily Potter, ese amor que nació en Hogwarts y no pudo florecer tanto como debería.

Ahora ellos estaban en el mismo camino.

De qué servía vivir; si no podían estar juntos. Si su amor era tan prohibido que a pesar de estar ahí, crecer cada día, tenían que arrancarlo como si de mala hierba se tratara; y al igual que ésta; en cuanto menos lo pensaban, brotaba de nuevo y con mucha más fuerza.

Si Albus tenía razón, y sus abuelos de alguna forma llegaron hasta ellos, no había peor cosa que saber; que ni en una nueva vida, aun con ese amor intacto, podrían estar juntos de nuevo.

oOo

Su mirada se perdió un instante en la pelirroja que reía divertida de un chiste que había hecho Albus, en realidad todos reían menos él, así que su padre lo observó confundido, él, James Sirius Potter siempre había tenido un humor divertido, y hasta de la más simple y tonta broma, reía hasta que el estómago le doliera.

—Oh vamos James –se quejó Harry Potter –fue una buena broma.

—Sí, lo fue, es sólo que me he quedado pensando en algunas cosas que tengo que hacer para el papeleo del Ministerio.

—Pues deberías dejar de perder el tiempo con las chicas y ponerte a trabajar en serio –argumentó Albus –porque el tío Charlie te colgará de las pelotas si haces de su comuna la más perezosa ¿lo sabes?

—No tienes que decírmelo, he vivido con él todos estos años, y creo que el tío genial que veíamos, era sólo porque somos sus sobrinos y no sus empleados –admitió.

—A mí me agrada el tío Charlie –intervino Lily –siempre lo he visto divertido, aunque esté trabajando.

—Tú nunca lo has visto trabajando –se burló Albus.

—No en su comuna, ciertamente, pero sí en la de Portugal –se encogió de hombros –normalmente siempre quería que lo dejaran completamente solo cuando iba; a una de las áreas más resguardadas.

—No te creo, el tío Charlie solo para trabajar –se burló Al.

—Bien ¿puedo saber si lo que Charlie siempre veía era el Hocilargo Portugués? –elevó una ceja su padre.

—Nunca he escuchado nada sobre un dragón así –se encogió de hombros.

—Stuart ya nos lo comentó, Lily –la tranquilizó su padre con una sonrisa, adoraba saber que su hija era igual de leal que ellos.

—Sí, estaba literalmente obsesionados, más con uno que no eclosionó.

—Eso es imposible –soltó James –si la madre...

—Ese es el problema, James, el huevo no pertenecía a la comuna de Portugal, lo sé porque estaba al tanto de toda esa comuna en mi tiempo libre, pasaba mis días allá, con Stuart, así que si quería estar con él, tenía que sentirme como en casa, no tenía prohibido ningún sitio, posiblemente terminé Hogwarts y el primer curso de Dragonólogo juntos –Albus sonrió divertido.