C9

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Los Iero.
Frank Iero, líder.
Ray Iero, mano derecha.
Primer día, y ya soy de la familia.
Sigo sin creérmela, aunque aún así me pidió el culo.

Gracias a que no sé qué conflicto tiene mi nuevo jefe con los Leto, me he salvado.

Pero, lamentablemente me ha hecho pagar mi entrada a la familia vistiéndome de mujer.

Nota importante:
El rojo es mi color.


Terminó de subirse la mini falda a cuadros rojos mientras notaba como aquellas malditas bragas color negro le apretaban los testículos junto con lo amontonados que sus glúteos estaban.

Trató de respirar y repasar el caminar mientras metía la pansa para que fingiera que el botón de la falda no estaba a punto de reventar, fallando en el intento haciendo que una pequeña lonja se le saliera gracias a la blusa de tirantes color negra que le llegaba al ombligo.

Dio un gran suspiro mirando a sus pies donde sus converse gris descansaban.

Se encogió de hombros.

Que se le iba a hacer, por qué usar tacones, ni loco.

Se le iba a romper el pie.

Dio media vuelta al amplio tocador  que se hallaba en su habitación, tan grande y acogedora donde no había perdido el tiempo en tirarse a la cama para saltar en esta como si fuera brincolín antes de que Ray entrara de nuevo llevándole su vestuario y una caja de "accesorios."

Al abrirla, se halló con pinturas de mujer.

Apretó los labios mirando al techo buscando alguna señal del señor que nunca le llegó.

Tal vez era por qué estaba gordo, quién sabe.

Se encogió de hombros en resignación volviendo su vista a la caja, de donde sacó un lápiz negro para así delinearse los ojos algo chueco, haciendo una colita al final que le salió una más gruesa que la otra.

Procedió entonces a escoger un labial rojo por qué, bueno, el rojo era su color, y con una risita burlona para sí mismo se pintó los labios manchándose las comisuras y saliéndose de la línea.

Se limpió el exceso y continuó con algo de rimel, picándose un ojo por no saber aplicarlo y manchándose la mejilla en el proceso.

Sin papel a la vista, un dedo y salívita.

Dejó el rimel de nuevo en la caja y entonces sacó de esta un moño rojo que se acomodó a un lado de su pelo que no estaba tan largo pero tampoco tan corto.

Sonrió algo chueco para así pararse y admirar su gran obra de arte en sí mismo.

Al reflejo del espejo, la hora se marcaba desde el reloj en la pared, indicándole las siete con cinco.

Sus ojos se abrieron en sobremanera corriendo fuera de la habitación para así salir y olvidar por donde se iba hacia el comedor.

Maldijo una y mil veces corriendo empezando así a sudar, importándole poco hasta que cinco minutos después había hallado las escaleras, bajando enseguida y metiendose a un par de pasillos donde abrió sin cuidado la puerta al comedor, llamando abrupta la atención de los presentes.

Mientras Bob y Ray tomaban un trago de cerveza, Frank daba una calada a su cigarro en boca quedando así los tres estupefactos ante la escena.

- Pero que coño!?- Expresó el rubio.

Ray escupió un poco de su trago, atragantándose después y limpiándose la boca para así mirarle de igual modo extrañado.

- Pero si eres bién obediente.- Habló Frank. Gerard apretó los labios cerrando apenado la puerta del comedor y avanzando lento hacia ellos.

- Tu lo ordenaste, yo lo acato.- Rió nervioso. El castaño alzó una ceja dando de nuevo otra calada al cigarro.

- Me queda claro.- Respondió. Gerard asintió con una gran sonrisa. - Si eres la mujer más fea del mundo, cabrón!- Apagando su expresión mientras las carcajadas del moreno y el rubio se hacían presentes ante el comentario del tatuado.

Se rascó la nuca bajando la mirada.

- Si, supongo...- Murmuró.

- Vente acá.- Le ordenó mientras de igual modo se reía de él. Gerard avanzó de a poco. - Haber date una vuelta.- Le indicó moviendo su dedo circular. El gordito obedeció. - Bien.- Dijo sin más. Cuando creyó que era todo y se dispuso a sentarse pues las empleadas del castaño aparecieron para servir la cena, se dio cuenta de que apenas y acababa de comenzar. - Espera.- Habló el jefe. - Sirve tú la comida, putita.- Rió divertido junto a sus dos hombres.

Gerard le vio algo sorprendido asintiendo enseguida para ir en busca, al otro lado de la mesa por los platos de la cena.

Se la acomodó a Ray, luego a Bob y de último a Frank para así ir a colocar la suya, soltando un gritito de nena cuando una nalgada se estampó en uno de sus glúteos tan fuerte que seguro la marca de la mano quedaría grabada por días.

- Me voy a divertir.- Mordiéndose la lengua ante la burla del castaño.

Empezaba a creer que dar el culo era mejor paga.

Sicario. {Frerard}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora