C11

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Caminaba tras suyo viendo su enano cuerpo algo tenso.

Algo había pasado, y el tono con el que había dicho que conocería a su madre le decía que la señora Iero era la causante de que en menos de cinco minutos, de la habitación del gordito a la jeep negra que se hallaba en la puerta principal, Frank ya se había fumado tres cigarros.

El mastodonte calvo esperaba con la puerta abriera, siendo Frank quien entrase primero y luego él, que respingó cuando esta se cerró con fuerza.

Dentro, sus esmeraldas localizaron a Ray quien estaba demasiado serio viendo fijamente a su jefe.

El tatuado terminó su cuarto cigarro cuando el auto empezó a andar, tirando la colilla por la ventana y cerrando esta para que el aire acondicionado les ventile.

- Ahora qué diablos hizo?- Preguntó con cierta cólera. Gerard llevó sus manos hacia delante suyo, apretando estas con la mirada baja, donde de vez en cuando miraba a su jefe de reojo.

Sus facciones estaban duras, sus ojos dilatados, y con ello, dejaba de parecerle pequeño y tierno.

- Más bien lo que va a hacer.- Suspiró el moreno. - Quil Leto fue contratado por el director de empresas Shaw para matar a uno de los traficantes de armas de una mafia europea. Ella se ha enterado y fue a cagarles la fiesta. Shaw ya ha pagado. Está en proceso.- Se caracterizaba por ser muy perceptivo, y en ese momento no pasó por alto los gruñidos que el mas bajo daba, encendiendo otro cigarro sin importar a quienes ahogue en el proceso.

Resopló en determinado tiempo con el silencio siendo palpable y el camino haciéndosele eterno.

Contó exactamente cinco cigarros cuando el vehículo se detuvo.

Todos estaban quietos y entonces un golpe al cristal hizo a Frank bajar este para del otro lado ver al mastodonte ladeando el rostro hacia un bar de mala muerte en los barrios bajos.

Frank entornó sus avellanas mientras Gerard intentaba ver lo que él, fallando en el intento. Le hizo señas a Ray quien solo apretó los labios negando.

Ruidos de varios vasos rotos, gritos  y un par de balazos. Aún así, el castaño parecía intacto.

Entonces, la campanilla de la puerta del bar sonó, dejando ver salir de este a una mujer.

Cabello negro, de una estatura promedio, un vestido de flores que se decoraba ahora con notables manchas de sangre fresca. Una canasta en mano, con lentes oscuros en el rostro y los labios rojos, sonriendo al ver la jeep estacionada enfrente.

Saltó de emoción corriendo hacia ella a grandes brincos, siendo la puerta de la jeep abierta enseguida por el calvo, con Frank aún con la vista fija hacia la mujer.

Ella entró como una dama, con su mano siendo sostenida por el mastodonte, y colocando la canasta encima de sus piernas.

La puerta se cerró, quedando ella ahora al lado de Ray, frente a Frank.

- Ufff!- Soltó entonces quitándose los lentes cuando la jeep empezó de nuevo a andar. - Hace calor, no crees?- Pero el tatuado no respondió. Se limitó a cruzarse de brazos mirándole fijo. - Qué?, no me veas así. Me han pagado.

- Le quitaste el cliente a los Leto.

- Están en guerra.

- Y era una guerra fría, Linda!-

- Bah, no lo va a extrañar. Que son unos cuantos miles. Además ya me hacía falta!- Escandalizó la pelinegra colocando una mano en su pecho ofendida. El castaño apretó los puños queriendo decir algo más, siendo olímpicamente olvidado cuando ciertos ojos avellanas se posaron en cierto... Hombre...- Pero que mujer!!- Gritó ella. Gerard respingó entonces cuando vio que Linda le observaba con cierto interés. - Quien es esta cosa hermosa!?- Chilló acercándose a él dejándole la canasta a Ray quien se tensó enseguida sin tocarla.

- Ammm, mucho gusto, soy Gerard.

- Es mi perro.- Sintió un trago amargo por el severo y ácido tono del tatuado. Decidió ignorarlo, y tomar sus manos con fuerza jalándolas un poco.

- Mucho gusto, hermosa. Soy Linda Iero. La mamá de ese moscoso.- Señaló con el rostro a Frank. - Que bien formado estas. Tienes hambre?, tengo unos sándwiches de pollo que seguro te encantarán. Mira que los he preparado hace poco. Quieres uno?- Abrió sus ojos expectante, parpadeando inocente hacia el pelinegro.

Gerard abrió la boca queriendo aceptar, callando enseguida.

- Linda!- gruñó el jefe. Pero aún así Linda Iero tomó la canasta en las piernas de Ray, abriéndola para así sacar de ella algo envuelto en papel.

- Vamos!, no seas tímido.- Animó.

Y bueno, tenía hambre, así que ignorando la letal mirada de Frank, lo aceptó.

- Gracias señora Iero.- Sonrío.

Desenvolvió el Sandwich mientras le veía a la mujer, dispuesto a dar un bocado de aquello cuando sus ojos se abrieron de golpe soltando el alimento.

La risa resonante y estruendosa de Linda le hizo saber que no sólo era el ratón de jaula de Frank.

Un pene, ensangrentado y aún erecto, en medio de dos trozos de pan.

Sicario. {Frerard}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora