Capítulo 9: Fraternizando con el equipo Negro

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Regresando a su habitación, Mei hizo todo para poder escabullirse de la prefecta Kirchner, quien monitoreaba los pasillos del dormitorio de chicas por tratarse de altas horas de la noche

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Regresando a su habitación, Mei hizo todo para poder escabullirse de la prefecta Kirchner, quien monitoreaba los pasillos del dormitorio de chicas por tratarse de altas horas de la noche. Esta no era la primera vez en su vida escapando de las reglas del Cráter, si acaso había repetido esa hazaña unas cuatro o cinco veces en el año, y no dudaba que se seguiría dando la ocasión.

En un momento de distracción, la joven colocó su mano en el escáner de su entrada, ingresando en el cuarto y deslizándose dentro de su cama. Cubrió su cuerpo con las sábanas para poder ir a dormir, pero en ese momento, un ruido la asustó.

—Mei —susurró alguien al otro lado de la habitación— ¿Eres tú?

—Sí, soy yo —respondió la asiática a su compañera de dormitorio, Juliette— Perdón, no quería despertarte.

Mei se incorporó de golpe para poder ver hacia su vecina de cama. Los ojos de su compañera estaban muy abiertos de par en par como si no hubiera podido conciliar el sueño. Estaba demasiado ansiosa con la llegada de Milah que no dudaría que esa fuera la razón de su desvelo.

—Tengo insomnio —admitió la italiana, casi leyéndole su pensamiento.

Encendió la lámpara de mesa para poder contemplar de lleno a su amiga. La de cabello ondulado parecía sospechar de su reciente salida, sin embargo, tenía la esperanza de escuchar otra respuesta. Mei bajó el rostro con vergüenza como si se le acusara de hacer algo malo.

—¿Dónde estabas? —cuestionó Juliette con los brazos cruzados.

Sus cejas estaban fruncidas, lo cual era un rasgo característico de ella. Era intimidante, sarcástica, y algo antipática por su falta de amabilidad. Prácticamente se había especializado en cerrarse a las nuevas personas, razón principal por la que Mei decidió tomar la botella de agua al lado de su tocador como una excusa para prolongar su respuesta.

—Fui a dar un paseo —mintió finalmente.

—¿A esta hora?

—Debía despejar mi mente —reafirmó la melliza.

Juliette frunció el entrecejo nuevamente con sus ojos color ámbar. Eran siniestros al igual que los de cualquiera de las Ferreti; por más que le mintiera, no podría ocultarlo.

—Fuiste a ver a la chica nueva. ¿Cierto?

La asiática maldijo por lo bajo cerrando sus ojos en frustración. No deseaba rendirle cuentas a nadie por causa de sus acciones, pero tampoco deseaba causarle daño a su amiga. Ojalá hubiera pensado una mejor forma de contestarle, lamentablemente prefirió actuar ofendida.

—¿Y qué si lo he hecho? —arrebató cruzándose de brazos— Resulta que es una persona muy agradable. Deberías dejar de nublar tu juicio por solo una mala impresión.

Su compañera puso los ojos en blanco, su semblante emanaba desaprobación. No podía creer que, con tan solo un día, Mei hubiera caído rendida a sus pies. La italiana simplemente no podía comprender por qué a todo el mundo le era tan sencillo aceptarla. ¿En serio nadie se había puesto a pensar por qué hasta ahora Milah se había decidido en aparecer?

Cráter [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora