La educación en el espionaje es un tema importante en el mundo de los agentes secretos. CRATER está oculta del ojo público y solo los más astutos podrán encontrarla. Resolver conflictos internacionales, enamorarse, y cumplir un horario de clase son...
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—¿M-mamá? —volvió a decir Milah, pues quería comprobar si en esta ocasión se trataba de la verdadera.
La mujer la vio con un rostro severo, sin ningún ligero rasgo de debilidad o de asombro. Era idéntica a cómo la recordaba: De cintura delgada, cabello castaño oscuro y nariz aguileña al igual que Geovanna. Sus brazos al igual que sus piernas estaban perfectamente torneados como cualquiera de las Ferreti.
La joven se había quedado sin palabras con un dolor tan profundo en el pecho que era difícil de describir. Ni siquiera el sarcasmo o la indiferencia lograrían liberarla en esos momentos.
—Ve a tu cuarto —le ordenó Romina— Lávate, cámbiate y reúnete conmigo cuando termines. Los demás, vuelvan a clase, se supone que están en entrenamiento.
De la misma forma en que llegó dejó a todo mundo en desconcierto al momento de irse. Su hija trató de levantarse y Scott la siguió de regreso a los dormitorios para evitar las miradas curiosas de los demás.
Caminando por los pasillos, el crujir de sus botas mojadas era en lo único que podía dirigir su atención. Soltó un largo suspiro que por un instante sintió que sería el último rastro de oxígeno que recibiría antes de volver a desmayarse. Quería vomitar de lo nerviosa que estaba.
—¿Viste cómo me trató? —preguntó la chica irrumpiendo el silencio— Fue como si mi presencia no le inquietara. ¡Como si me hubiera visto el día de ayer!
—Escucha Milah, quise advertirte, pero con los sucesos y lo de Blake...
—Entiendo. Yo... —la adolescente se detuvo antes de continuar, negando con la cabeza volteó a verlo a los ojos— Olvídalo, ni siquiera puedo mentirte. No estoy bien. Siento que no puedo respirar.
—¿Ya pensaste lo que vas a decir? —preguntó Scott— ¿Estás segura de lo que harás?
La muchacha quería responderle. Se había planteado esa conversación durante años e incluso la repitió en el avión de camino a Venecia, sin embargo, las cosas habían cambiado durante todos estos meses. ¿Qué le diría ahora?
—¿Y si tenías razón? —preguntó la morena preocupada— ¿Y si realmente no me gusta la respuesta que me dará?
—Prometiste soportarlo. ¿Vas a desperdiciar toda tu espera por miedo a lo que dirá? —su exnovio contraatacó.
—No.
—Entonces, ya sabes lo que hay que hacer. Sal, enfrentala y si quieres hablarlo con alguien, no olvides que cuentas conmigo.
•••
La oficina de su madre nunca le había parecido tan atemorizante como ahora. Se preguntaba dónde se encontraría Franchesca y porque no estaría ahí en estos momentos.
Milah observó las manijas con grandes "C's" doradas que abriría las dos puertas a las que estaba renuente a tocar. Finalmente se armó de valor, llenando sus pulmones con fuerza y dio paso adelante, adentrándose a la habitación.