UN MOMENTO INCÓMODO

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Al día siguiente Martha, se levantó muy temprano, tenía clases de inglés. Seguramente Catherinne, estaría gimiendo toda la clase porque la profesora le haría la mayoría de las preguntas a ella. Y es que desde que le había dicho "¿TENGO CARA DE GRINGA?! La profesora se la había jurado.

Ahora la molestaba en clases haciéndole toda clase de preguntas y es que como decía ella, "En mi clase no se habla español" todo tenías que decirlo en inglés, los primeros días muchos se contenían de ir al baño solo por no saber pronunciar las palabras que los llevaban a solicitar el permiso.

Catherinne, aunque muy inteligente, solía ser rebelde en algunos casos. Su madre, la señora Betty, era realmente adorable, tierna y siempre la trataba con cariño haciéndola sentir como una hija más, la verdad es que se llenaba de paciencia con la nena de la casa, ya que Catherine, era la más pequeña.

Llegó al instituto y las clases aun no comenzaban así que entró al aula y se dedicó a repasar lo endiente para ese día.

La segunda en entrar al salón fue Daimar.

-Buenos días Martha.

-Buen día Daimar- compartieron un cálido beso en su mejilla.

-¿Preparada para la clase de hoy?- le preguntó con una enorme sonrisa.

-Sí, la verdad es que no está nada difícil.

-Esperemos que Cathe, opine lo mismo.

Daimar no siempre había sido su amiga. Cuando llegó al instituto solía ser retraída y muy solitaria. Fue Cathe, la primera en conversar con ella y ayudarla a socializar, fue por Cathe que Martha, había comenzado a tener trato con ella y pronto se habían vuelto amigas. Aunque no eran muy unidas, así como lo era con Catherine.

Debía confesar que en ocasiones celaba a su amiga, ya que ella comenzó a reunirse con Daimar a sus espaldas, tenían un extraño secreteo, luego se enteró que ella la ayudaba con Wladimir, y pronto los vio caminando por el instituto tomados de la mano.

Aquello no le había afectado mucho ya que aquel chico no le gustaba mucho, solo lo veía como un lindo muchacho primo de su mejor amiga, que además tenía unos ojos maravillosos. Lo cierto es que a diferencia de muchas, a sus catorce años Martha, en lo último que pensaba era en tener novio. . . hasta que él se lo pidió.

-¡BUENOS DÍAS AMIGAS MÍAS!- Gritó Cathe, entrando al aula de clases, acompañada de Manuel.

Se saludaron con besos en las mejillas, pronto ellas comenzaron a hablar y Martha se concentró en repasar sus apuntes.

Tenían dos horas de descanso a las nueve y cuarenta, hasta las once y cuarenta. Martha hubiese podido ir a su casa, pero decidió quedarse en el instituto en una de las bancas traseras en compañía de un buen libro. Amaba leer, era su manera de escapar del mundo real que en ocasiones era cruel, leer le permitía vivir una historia diferente a través de cada una de sus heroínas.

-Qué hermosa te ves absorta en la lectura- escuchó esa profunda voz y se giró de inmediato hacia él. Sus ojos miel estaban fijos en ella.

-Nada mejor que un buen libro- le respondió sonriendo.

-Un buen beso es mejor que un buen libro- se inclinó sobre ella y la besó con ternura.

-Eso depende de la perspectiva- le regaló una gran sonrisa- quizás Shakespeare te hubiese dicho que lo mejor es. . . – su voz se vio interrumpida por las voces y risas que salían del laboratorio de Química. La puerta se abrió y Catherine, Manuel, Julián, Maritza y Daimar salieron.

Cuando vio que Daimar, estaba entre aquellos chicos, su corazón latió con rapidez. No es que le importara mucho lo que pensara ella de su noviazgo con su ex, pero seguramente se sentiría mal, quizás hasta llorara un poco y eso entristecería a Catherine, que la quería tanto.

¿Por qué se vino a enamorar del ex de una amiga. . . y de una vecina, por si fuese poco?

-Wladimir. . . – dijo ella mirándolo con ojos enormes.

-Hola Daimar. ¿Qué tal estás?

-Muy bien. . . yo. . . eh. . . pensaba buscarte hoy.

-¡Primo!- gritó Catherine, arrojándose a los brazos de él, quien la recibió y la cargó.

-Hola Enana. . . ¿qué tal el inglés?

-Fatal- bufó- ya me ayudarás grandulón.

-Claro que sí- concedió él con una sonrisa.

-Muchachos, vamos al cafetín. Muero de hambre.

-Vayan ustedes- dijo Daimar- debo hablar con tu primo.

-Martha, ¿vienes con nosotros?

-No, estoy leyendo- levantó su libro hacia ella. Catherinne, asintió y se alejó con los chicos. Luego ella miró a Daimar, quien la vio y giró su vista hacia él.

-¿Vamos al laboratorio?- le preguntó.

-No, podemos hablar aquí.

-Pero. . . – se veía muy incómoda- quiero darte algo.

-Ve por eso. Yo te espero aquí- le dijo y ella después de un par de minutos asintió y se encaminó al laboratorio.

-Debí irme con Catherine. . . esto es incómodo.

-No tiene por qué serlo- le d ice acariciándole la mejilla- Daimar, fue mi novia Martha, pero eso no quiere decir que debas sentirte mal por lo que ahora tenemos tu y yo.

¡Sí Claro, como si fuese muy sencillo!

Eso fue lo que quiso responderle. Sin embargo, suspiró como derrotada.

-Ya volví- decía Daimar, acercándose- es esto- le tendió varias cosas.

-No entiendo- él la miró confundida.

-Hay una tarjeta que te compré antes de que termináramos- su voz tembló- hay una carta que te escribí y. . . un dibujo que hice para ti.

Daimar, dibujaba realmente maravilloso y Martha, no se sorprendía de que ella tuviese ese gesto con él. Le estaba obsequiando lo que mejor sabía hacer.

-Gracias. . . – fue lo único que dijo él y Martha quiso desaparecer en ese instante, aquel era un incómodo momento.

MI TIERNO AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora