Tras la culpa del amor. Pierina_ML_183

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En la cárcel de un pequeño pueblo es donde yo, el general Renzo Versalles, trabajo como jefe de polícias.

Entre tantos casos había uno donde era sospechosa nada más que la delincuente más buscada de todo el pueblo. Si ya el caso necesitaba un gran enfoque de mi parte, lo tenía aún más por el hecho de que era personal. El caso consistía en descubrir quién asesinó a María Versalles, una inocente niña de diez años, mi hija.

Afortunadamente existían policías novatos con gran ambición y potencial como Rafael Castro, que últimamente no dejaba de sorprenderme en todos su hallazgos sobre ella, y pensar que hace unos días estaba desaparecido pero así fue como él cerró este caso casi por completo. Lo poco que se tiene de ella es gracias a él y ese poco la señala como única culpable del asesinato de mi hija. No sé todavía cómo ni por que lo hizo pero tiene qué pagar.

Cómo olvidar ese día cuando Castro realizó lo imposible...

-¡Mi general! -exclamó Castro-. Hice un seguimiento en estos días y con la ayuda de otros polícias ¡la hemos encontrado!

-¿Dónde está? -pregunté, necesitaba verla sometida bajo la ley.

Castro hizo una seña y ahí estaba ella, sostenida por dos policías más. La sinvergüenza no dejaba de forcejear en busca de su libertad, el verla esposada me llenó de satisfacción.

-La sentencia se dicta por lo general en tres meses. -Sostuve su mentón para que me viera a los ojos-, y yo me encargaré que no salgas nunca ¿oíste?

-Lamento su pérdida oficial, pero yo no lo hice -respondió la descarada-, solo piénselo. Yo nunca he matado a nadie ¿qué ganaría matando a su hija? Prefiero morir por mis crímenes que estar encerrada por algo que no hice.

-¡Llévensela!

Con sigilo me acerqué a Rafael y le tomé del hombro.

-Su dedicación y ayuda en este caso serán recompensados con más de lo que estaba buscando. Se lo agradezco como oficial y como padre.

-No... es nada -respondió el policía, no entiendo cómo era incapaz de mirarme a los ojos, siempre ha sido así.

La pasión de Castro por esa delincuente era increíble y no se detuvo ya que él mismo se ofreció a vigilarla. Mirando las cámaras de la comisaría los vi a ellos hablando, no podía creerlo.

-Gracias a ti pronto seré ascendido, eso era lo que yo quería ¿verdad? -dijo Castro.

-¿Qué quieres decir?

-Te engañé para que atraparte y ahora te pudrirás aquí. Nada interfirió en mi plan para embaucarte. A pesar de que por un momento pensé que me gustabas. A pesar que por un momento quise estar contigo por el resto de mi vida empezando por deshacerme de cualquiera que interfiriera entre los dos... ese error hizo más eficaz mi plan para atraparte, todo era un plan ¿cierto?

-Rafael...

-No, eso lo empeoró todo... ¿pero mira qué haz hecho? Tú eres la única culpable de todo esto y lo pagarás. Tú la mataste, está confirmado, pero... ¿por qué no puedo dejar las cosas cómo están y dejarte aquí? -Sacó su pistola y la apuntó hacia ella-. El culpable debe pagar por la muerte de María, el encierro no será suficiente.

La delincuente fue incapaz de gritar por su vida ¿cómo era posible? Pues mejor, la quiero muerta.

-La verdad es que ni yo misma sé si soy culpable por tanta evidencia en mi contra. Si debo morir estoy feliz si es en tus manos, te amo.

Castro empezó a temblar y rápidamente se apunta contra el arma... y disparó.

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