No somos Charly. Había una vez tres ángeles que tuvieron que pasar por duras pruebas. Les prometimos premios para las tres, mejores para la primera, a cambio de superar una prueba. Pero la realidad es dura y sólo una pudo concluirla.
Ignoro si fuera ocurre lo mismo. Los españoles elevamos a lo más alto a quienes triunfan y les tiramos sin paracaídas cuando pierden. No se debe juzgar por un fracaso, máxime si han tenido buena trayectoria.
Gaby_Gail y NOHEMALEC han merecido llegar hasta aquí y los premios. No importa que no hayan superado la última prueba.
Arassha. Enhorabuena por ser la Artista de las Palabras.
Concluimos con el relato ganador. Podéis votar, aunque no sirva para decidir. Lo sentimos mucho, las circunstancias mandan.
El pingüino soñador. Arassha.
Había una vez, un pingüino que sentía envidia de las aves que se desplazaban por el inmenso cielo. Él deseaba con todas sus fuerzas hacer lo mismo; recorrer distancias nunca antes alcanzadas por otros pingüinos.
Pero cada vez que reparaba en sus pequeñas alas suspiraba con desilusión. No habían sido diseñadas con ese propósito. Un día, dispuesto a cambiar su destino, decidió aprender a volar.
Buscó a su alrededor la parte más elevada del glaciar. Una vez lo localizó, fue con determinación a
cumplir su objetivo. Se irguió arrogante sobre el risco. Desplegó sus alas, aleteó una vez, dos veces, y se lanzó con entusiasmo al vacío.
La realidad lo golpeó en décimas de segundos; sus alas no lo sostuvieron en el aire y fue a estamparse
contra el grueso y frío hielo.
A pesar de ello no se rindió y vanamente volvió a lanzarse. Cinco veces lo intentó. Cuando iba a hacerlo
por sexta vez, un gaviotín del Ártico que había contemplado divertido los intentos del pingüino por
planear, intervino apiadándose del iluso pájaro.
—Amigo pingüino —revoloteó alrededor de él—. Tu necedad te matará, ¿es qué no has notado que tus
alas no fueron hechas para volar?
El regordete pingüino lo miró irritado.
—¡Ya lo sé! —gritó—. Pero reniego esa realidad.
El gaviotín sacudió la cabeza.
—Entiendo tu frustración —mencionó—. Pero hay cosas que no podemos cambiar, porque es parte de
nuestra esencia, lo que nos hace diferentes a los demás —lo miró unos segundos y añadió—: Tú anhelas
conocer lo que hay en el cielo y has olvidado lo que hay debajo del mar.
—¿Qué quieres decir? —interrogó el pingüino curioso.
—Que tienes un vasto mundo a tus pies. ¡Disfrútalo! ¡Explóralo! Siéntete agradecido por lo que te ha sido otorgado a tu existencia.
El pingüino cabeceó pensativo. El gaviotín tenía razón. En su desesperación por ser algo que no era había olvidado el increíble hogar en el que vivía.
Aceptó su destino como ave de mar. No podía surcar los aires, pero en su lugar surcaría el ancho y azul
océano, llegando a lugares no descubiertos por otro ser vivo.
Fin.
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Relatos de Artistas
RandomAquí se publicarán en exclusiva todos los ejercicios de nuestros Artistas de las Palabras, por orden de envío. Cada relato ocupará una parte o capítulo, para que podáis votar, comentar o compartir. Queda prohibida la publicación externa de ellos. As...