En un pueblo pequeño como, San Cristóbal, un asesinato no era cosa de todos los días. Cuando el primer cuerpo apareció a orillas del riachuelo, decapitado y sin manos, fue un gran revuelo; nadie entendía quien habría querido matar al amable barbero. Pero tan solo fue el primero. Dos cuerpos más fueron apareciendo, todos hombres, todos decapitados, mutilados y a orillas del riachuelo.
Las teorías fueron infinitas, desde vándalos hasta demonios. Era el principal tema de conversación en casi todo lugar, y más aún en “La Caverna”, la taberna más concurrida y con la mejor clientela, que se había visto obligada a cerrar por casi un mes debido a que la mayor coincidencia entre las víctimas, era el estado de ebriedad y que salían de ese lugar. Pero en esta ocasión en particular, “la Caverna” rebosaba de clientela, ¿la razón? El asesino se había entregado esa misma tarde, y la noticia no tardo en esparcirse.
— ¡Estuvo en mis narices todo este tiempo! ¡No lo puedo creer, no lo puedo creer! —repetía, don Jacinto, el dueño de la taberna.
—Así es mi buen hombre, ni quien lo sospechara. Parecía un buen chico, siempre tan atento y servicial. —Su interlocutor, el doctor del pueblo, intentaba reconfortarlo.
—Pues sí, pero debí estar más atento. Lo que no me cabe en la cabeza es que haya matado a su propio padre, Alejandro era mi mejor amigo, ¡yo contrate al chico por eso, porque mi amigo me lo pidió!
—No te mortifiques, no eres tú el responsable de esos hechos. ¿Alejandro fue la segunda víctima verdad?
—No, la tercera. La segunda fue don Aparicio, el carpintero. ¿Pero, están completamente seguros que es él? —preguntó Jacinto, tal vez para así de una vez terminar de creérselo
—Por lo que me dijo el capitán, ya estuve hablando con él antes de venir aquí, es que sí. El muchacho, tu ayudante, este… Hermes, les contó con lujo de detalles lo que les hacía a las víctimas, y también les mostró el lugar donde enterraba las cabezas y las manos.
—Vaya… ¿Cómo le haría un muchacho tan delgado como él, para reducir a esos hombres? El carpintero era bastante grande.
—Mira, lo que yo te puedo decir es que ponía algo a las bebidas, y es bastante lógico ya que siendo tu ayudante…, pues las servía. ¿Por cierto, donde está tu hija?, solo veo atendiendo a tu mujer y a su hermana,
—La pobre está muy asustada, se encerró a llorar desde que se enteró de quien era el asesino.
******
— ¿Por qué lo hiciste?
— ¿Qué haces aquí? —preguntó Hermes casi con brusquedad a la muchacha que lloraba frente a él al otro lado de reja. Cuando el carcelero le dijo algo acerca de cinco minutos para hablar con su visita, rogaba internamente de que no fuera ella.
—Responde, ¿por qué?
—…
—¿Sabes lo que harán contigo? Te mandarán a la horca…
—Yo no quería eso para ti. Eres mi mejor amiga, la única. —la muchacha lo mira con la sorpresa estampada en su mirada clara. Y empiezan a hablar en susurros.
—¿Por qué? Si… yo, yo maté a tu padre.
—Tómalo como agradecimiento —sonrió—, lo que te hacia a ti, también nos los hacia a mi hermana y a mí. Y también sé que es el mismo motivo por el cual los otros dos acabaron igual, podía ver el temor en tus ojos cada vez que esos sujetos aparecían en la taberna. Solo tengo una duda, ¿Cómo hacías para que vayan al riachuelo?
—Yo, yo fingí cuando me acorralaron, yo… yo les dije que más tranquilos estaríamos en ese lugar. Tal vez pensaron que al fin cedí por mi cuenta. No lo sospecharon, ni siquiera sintieron el sabor amargo en su última bebida, solo les importaba… eso. Ya no volverán a tocarme…
— ¿Tu padre sabe lo que ellos te hacían verdad? —La muchacha soltó una risa amarga.
—Finge que no. A…a su tiempo, él también tendrá su castigo.
—Sabes, solo tengo algo que reprocharte: tu descuido. Vi sangre en tu ropa después de la muerte del carpintero, y fue fácil seguirte la noche de mi padre. Te iban a encontrar en cualquier momento. Se más lista, ¿de acuerdo? Ahora vete, y cuida a mi hermana y a mi madre por mí.
—Pero… no puedo dejarte aquí, no puedo permitir que tú te entregues por mí.
—Baja la voz, ya te lo dije, tómalo como agradecimiento, mi hermana al fin podrá dormir en paz. Si te entregas jamás te lo perdonaré, me escuchas, jamás.
—Pero…
—¡Vete!
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Relatos de Artistas
RandomAquí se publicarán en exclusiva todos los ejercicios de nuestros Artistas de las Palabras, por orden de envío. Cada relato ocupará una parte o capítulo, para que podáis votar, comentar o compartir. Queda prohibida la publicación externa de ellos. As...