Una vergonzosa confesión.

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Capítulo 20.

Una vergonzosa confesión.

El sol ya había desaparecido en el horizonte y aún faltaban algunos kilómetros para llegar a la ciudad, Julián cada vez se sentía más ansioso.

Después del pequeño y algo incómodo interrogatorio de Dafne sobre la intimidad de Julián y su pareja, el joven alfa insistió en que debía regresar inmediatamente para reunirse con Mauricio. Dafne dijo que debía avisar a su padre, pero Julián fue terco y argumentó que ellos no lo entenderían porque sólo pensaban en la estúpida boda, al final amenazó con realizar el viaje él solo; Duncan no tardó en manifestar su apoyo incondicional y finalmente Dafne decidió ir con ellos. Para cuando la discusión finalizó, los tres se encontraban saliendo de Rilltown en uno de los autos pertenecientes a la familia Arrieta, después del mediodía.

—Iremos al Red Sky— exclamó Julián apenas estuvieron en la ciudad, pronto abriría sus puertas al público y los empleados ya deberían estar allí.

Dafne siguió las instrucciones del pelinegro, aparcó con rapidez debido a que Julián parecía querer saltar del auto en movimiento.

—Lo lamento, él no está aquí— Carlos negó incluso con la cabeza cuando le preguntaron si Mauricio estaba allí, luego agregó arriesgándose a dar más información de la necesaria a aquél par de "clientes frecuentes", —y no creo que venga hoy tampoco, ayer se reportó enfermo.

—¿Enfermo, qué tiene?— indagó Julián.

—No lo sé, no dio detalles. Tal vez esté resfriado, eso ahora es muy común.

Julián dio media vuelta y caminó de regreso al auto, centrando sus pensamientos en Mauricio y no en sus modales; en cambio Duncan agradeció al muchacho y con rapidez alcanzó a su amigo.

Dafne condujo por calles menos transitadas hasta que Julián pidió que se detuviera frente a un edificio algo viejo.

Apenas tuvo los pies sobre el pavimento, el joven alfa elevó el rostro y olfateó, Duncan hizo lo mismo, pero no sintió nada extraño. Segundos después Julián ingresó al edificio con prisa y sólo se detuvo hasta que estuvo frente a la puerta que era adornada con la diminuta mirilla y un número metálico, el cinco.

Golpeó con suavidad, pero con urgencia, esperando sinceramente que estuviera allí; de lo contrario no tenía la más mínima idea de dónde encontrarlo. Probablemente con Efi, pero no sabía donde residía la chica.

Al no obtener respuesta volvió a intentarlo, Duncan ya había llegado a su lado.

El pelinegro se mordió los labios, ansioso y nervioso.

—Tranquilo, hombre. Seguramente está dormido. ¿Acaso has visto la hora que es?— era una manera en la cual el castaño trató de animarlo.

Entonces se escucharon unos pasos perezosos, luego el cerrojo al ser removido. La puerta se abrió con lentitud y dejó a ver a Mauricio, sus ojos estaban apagados y enmarcados por evidentes círculos grisáceos.

—¿Julián?— se notó su sorpresa, la cual se transformó en una sonrisa, —has vuelto.

—¿Estás bien?— le pelinegro dio un paso al interior aún sin ser invitado; Duncan permaneció fuera, en el pasillo.

—Sí, yo sólo...— Mauricio se tambaleó y Julián lo sostuvo antes de que estrellara su rostro contra el suelo.

El joven alfa le miró de cerca, Mauricio era claro de color, pero ahora su piel parecía ceniza, incluso su cabello se veía opaco; parecía respirar con dificultad y estaba inconsciente.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora