Presentimiento.

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Capítulo 14.

Presentimiento.

La luna creciente se veía en el cielo despejado; esa noche Mauricio trabajaba hasta tarde en el Red Sky, así que se reuniría con él a la mañana siguiente, antes de partir. Y no sería una despedida como tal, sino un "hasta luego".

Julián caminó con parsimonia a la derecha de Duncan; la comida lo había dejado satisfecho y un par de cervezas le relajaron un poco. Aun así, tarde o temprano, debía pensar en ello: ¿Cómo enfrentar a su padre?

Un rotundo no sería insuficiente; ya antes lo dijo, pero sus padres habían alegado que era demasiado joven para saber lo que le convenía. Esta vez tenía una razón para luchar y mantener su posición negativa ante la unión arreglada.

Ser removido de su posición como siguiente alfa no era algo que en verdad le preocupara; aunque Duncan tenía algo de razón con que Bernardo era un mimado, confiaba en que su hermano podría con ello.

Se detuvo abruptamente cuando una mano sobre su pecho lo obligó; era Duncan a su lado, alargando el brazo para evitar que continuara caminando.

Miró a su amigo dispuesto a saber qué le sucedía, pero la pregunta de un desconocido se adelantó.

—¿Están solos, cachorros?— exclamó el hombre.

—No te incumbe— dijo Duncan.

—Sí, están solos— los ojos del hombre brillaron ante su propia afirmación; era un lobo también.

—No es tu territorio— esta vez fue Julián.

El sujeto respiró profundo; —aun siendo un alfa, no eres más que un cachorro— sonrió, —y tienes razón, es territorio de nadie así que no hay reglas— se abalanzó hacia Julián, pero Duncan se interpuso recibiendo el puñetazo y lanzando otro al agresor.

Duncan era bastante fuerte, podría decirse que incluso más que Julián; cuando ambos entrenaban y practicaban la lucha cuerpo a cuerpo, el lobo de Julián destacaba por su agilidad y rapidez, más no por su fuerza ni resistencia. Pero esta vez Duncan había sido más veloz.

El hombre mayor dio un par de pasos hacia atrás un poco aturdido, pero tras unos instantes sonrió con malicia.

—Nada mal, beta.

—Será mejor que te vayas— Julián exclamó con firmeza y Duncan se irguió a su lado, segundos antes se había encorvado ligeramente por el golpe recibido en el abdomen. El pelinegro sabía que entre los dos podrían defenderse e incluso acabar con su agresor; no había ningún olor peculiar que les indicara que estaba acompañado, pero tampoco iban a confiarse.

El sujeto no habló de nuevo, sino que atacó.

Nunca antes el dicho "más sabe el diablo por viejo que por diablo" había sido tan oportuno; en la cabeza de Julián la voz de su padre parecía retumbar pronunciando esas palabras.

El desconocido lanzó un golpe fuerte hacia el rostro de Julián, partiéndole el labio inferior. Duncan se arrojó sobre la espalda del agresor para derribarlo, pero fue inútil.

Sólo fue un segundo, tal vez menos, en el que Julián parpadeó justo cuando el hombre clavó una afilada navaja en el costado de Duncan.

El chico gritó y se retorció de dolor, el filo del arma quemaba más de lo que recordaba la última vez que sufrió un corte.

—Te lo mereces, chachorro— sonrió el hombre antes de darle una patada en el estómago al castaño.

El impulso por ir al rescate del beta pudo más con Julián, así que importándole nada que el desconocido pudiera atacarle por la espalda, se dejó caer de rodillas junto a su amigo.

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