Los amantes.

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Capítulo 27.

Los amantes.

Un quejido pastoso brotó de sus labios segundos antes de que lograra abrir los ojos, sintiendo sus muñecas y tobillos fríos.

Tenía grilletes en sus cuatro extremidades, estaba descalzo y desnudo del torso, enfundado de manera descuidada en un pantalón de tela, sucio y viejo; agradeció que al menos sus captores le hayan dejado un poco de dignidad.

Trató de sentarse, pero tuvo que hacerlo con lentitud, todo su cuerpo estaba entumecido, lo habían sedado y no sabía por cuanto tiempo había estado fuera.

Apoyó la espalda en la pared de piedra más cercana y prestó atención a su alrededor; parecía estar en un granero o establo antiguo, el olor a estiércol muy viejo le daba la idea de que el lugar no había sido usado para sus verdaderos fines en mucho tiempo, el suelo era de tierra húmeda y café rojizo, seguramente de allí las manchas de su pantalón.

De repente escuchó el sonido de unas cadenas y luego la puerta de madera chirrió al ser abierta.

—Vaya, eres más fuerte de lo que pensé— exclamó con asombro fingido un hombre alto y corpulento, con una perfecta barba negra y recortada en forma de candado.

—¡Sorpresa!— dijo bromista Duncan.

El hombre le dio una sonrisa ladina, —diste una buena pelea, pero no fue suficiente.

—Eso es obvio, teniendo en cuenta que me tienen encadenado en un viejo y apestoso granero. ¿Dónde estamos? ¿Al norte de Lake Village? ¿Tal vez cerca de la frontera con Cold River?

La risa del sujeto fue ronca antes de exclamar, —además de gracioso, listo; esto será bueno y divertido—, abrió más la puerta y dos hombres más ingresaron.

Duncan se arrastró lo más lejos que las cadenas y grilletes se lo permitieron, pero al final fue sometido.

—No tiene caso que te resistas, sólo eres un joven e inexperto beta— dijo el de la barba de candado cuando sus compinches arrastraron a Duncan a una habitación contigua.

—Sé lo que soy, lo que no me explico es qué quieren de mí— habló el castaño aun forcejeando un poco; sabía que era inútil pero su instinto lo obligaba a hacerlo.

—Que nos guíes al alfa— dijo el que parecía el líder de sus captores.

—Un plan absurdo— se mofó, —un joven e inexperto beta no podría hacer algo como eso.

El hombre se encogió de hombros y dijo con soltura, —en ese caso si no nos sirves como guía lo harás como moneda de cambio—, se acercó y murmuró, fingiendo contarle un secreto, —seguramente tu amante iniciará la búsqueda muy pronto, y entonces le ofreceremos el trato para que intercambie su lugar contigo.

Duncan frunció el ceño y gruñó cuando tiraron de sus brazos hacia arriba y fue colocado cual saco de box, enganchado de las vigas del techo y con las puntas de los dedos de sus pies apenas tocando la húmeda tierra.

¿De qué demonios estaba hablando el sujeto? ¿Amante, cuál amante? Si sus captores esperaban que algún enamorado apareciera a su rescate, iba a ser un problema tremendo.

Tragó saliva y se preparó mentalmente para el dolor cuando vio que el de la barba se colocaba unas vendas de tela en las manos para después enfundar sus nudillos en una manopla plateada.

.

—Lo siento mucho— murmuró por enésima vez Mauricio, Julián le apretó contra su pecho, ambos iban en el asiento trasero mientras Dafne conducía. La mujer parecía hacer las cosas en automático, ya que estaba inexpresiva y callada.

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