No somos nada.

5K 598 42
                                    

Capítulo 33.

No somos nada.

Aún con la instrucción de Mauricio, Duncan ya se había desecho del vendaje que estaba en su cabeza cuando su madre le visitó, ella le explicó sobre cómo le habían encontrado y el ataque de Elías hacia Constanza. Duncan por su parte habló sobre el hombre loco que pensaba que él y Julián eran pareja, también dijo sobre la furia de su atacante hacia Adolfo, cosa que aún no se podía explicar, ya que no recordaba ninguna lucha o disputa con alguna otra manada. Y luego, cuando llegó el momento, el joven beta escuchó lo que ya se estaba imaginando, así que simplemente sus hombros se hundieron y bajó la cabeza.

Dafne le abrazó y su mantuvieron en esa posición, la mujer no podía más que reconfortarlo en su mudo llanto, mientras el muchacho se sacudía debido a ello y sorbía su nariz con fuerza.

Hasta que, como si un interruptor le hubiera sido activado, Duncan comenzó a reír, —esto será genial— comentó divertido.

Ella se separó y le tomó por los hombros para mirarle y dijo con aflicción, —Hijo, en verdad...

—¿No lo crees? Me hará lucir más feroz y rudo— le interrumpió, limpiándose las lágrimas de manera descuidada, y tardando más de lo necesario en la cicatriz que cruzaba su ojo izquierdo, ese que ahora estaba muerto, y fingió pensar, —no estoy seguro de que atraiga a las chicas, pero puedo apostar que espantará a más de un bravucón.

Dafne permaneció observándolo por unos instantes, Duncan siempre había sido fuerte, con un gran sentido del humor y siempre positivo ante todo, ahora, con lo acontecido, le admiraba y quería mucho más; así que se obligó a sonreírle, ser igual de positiva e invitar a pasar a quienes estaban en el pasillo cuando su hijo lo pidió.

—¿Qué, me extrañaste y lloraste mucho en mi ausencia?— fue la manera en que Duncan saludó a Bernardo.

Mauricio no sabía si era prudente estar allí, como había dicho, era una situación delicada y creía conveniente que sólo se tratase con las personas más cercanas, pero tampoco pudo rechazar la solicitud de Dafne al pedirle que entrara a la habitación.

—Ya quisieras, tonto; mala hierba nunca muere— respondió el menor. Dafne solamente elevó una ceja, apretó los labios y negó ligeramente con la cabeza, el comportamiento de ese par no le sorprendía.

—Por primera vez en la vida estoy de acuerdo contigo, mocoso, pero no te acostumbres— respondió y se frotó el ojo izquierdo, entonces Mauricio intervino

—No lo toques, te harás daño— el lado protector-médico salió a flote y rebuscó en la caja que permanecía en la mesa de noche, esa que contenía los antisépticos, gasas, vendas y demás.

—Oh, vamos; te dije que sólo era un rasguño— dijo, pero no se apartó ni se removió cuando su cicatriz fue atendida.

—Aún está tierna, debes tener cuidado y no exponerte demasiado a la luz solar— explicó el humano.

—¿Y si quiero salir? ¿Deberé ponerme un parche?— preguntó Duncan, porque Mauricio estaba loco si creía que se quedaría más tiempo en cama.

—Exactamente— intervino Bernardo, —como un jodido pirata.

—Eso te haría mucha gracia, ¿verdad?

—¿Podrían dejar de comportarse como niños?— por fin Dafne puso algo de orden, —Duncan, si es necesario que te ate a la cama para que te quedes aquí y te recuperes, no dudes que lo haré.

Bernardo ahogó una risa fugaz, por su status, la beta no estaba en condiciones para regañarle, pero no por eso tentaba a su suerte.

—Pero será malditamente aburrido— se quejó Duncan cruzándose de brazos, en un intento de rabieta, —no sean crueles y al menos háganme compañía.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora