Parte 4:

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CAPITULO 4: El origen de la guerra y el joven enmascarado.

Año, 17 de octubre de 1996, yo, miguel Ángel tapia de 16 años, me encontraba yendo de vacaciones con mi familia, las cuales habíamos planeado desde hace mucho, nada podía fallar, literalmente.

Como yo era el hiperactivo de la familia fui de copiloto en el auto, mi noble misión era impedir que padre se durmiera, madre se sentó atrás con mis dos hermanas, en casi en todo el camino realizamos todo tipo de actividades, todo fue tan divertido, a excepción por los momentos en las cuales me hacían bullying, en estos tipos de casos los padres deberían mantener el orden e impedir que las menores maltraten psicológicamente al hermano mayor, pero lastimosamente mis padres no son así, más bien colaboraron con muchas ganas, aunque admito que lo disfrute.

Al caer la noche, tuve una conversación que podríamos llamar de hombre a hombre, con mi padre, sobre la familia, las responsabilidades, el honor, y tantas cosas triviales, jajaja, sola faltaba que me digiera que un gran poder conllevar una gran responsabilidad, eso hubiera sido el colmo.

Ya eran casi las 2 de la mañana y por alguna razón sentí el cuerpo muy pesado, nunca me había sentido de esta manera, todo se ponía borroso, en lo único que podía pensar era en que debía impedir que padre se durmiera, vamos cuerpo, vamos, no te duermas, no te---

Entonces, ocurrió.

Una persona con túnica blanca apareció a mi costado, al parecer padre no podía verlo, el seguía con su vista al frente mientras intentaba fervientemente no dormir, yo, como cualquier persona que tenía un medio conocimiento sobre la biblia, pensé que se trataba de Dios, si era el realmente entonces no habría problema, el ayudara a padre... lastimosamente me equivoque.

La persona de túnica blanca sostuvo el volante y lo giro con fuerza hacia un lado, el auto, que se mantenía a una velocidad permitida de 90 k/h, rodo por toda la carretera hasta llegar a una esquina en donde se atracó con las barras de seguridad.

El estado de todos no era mortal, puesto que llevábamos el cinturón de seguridad, pero aun asi había mucha sangre, en especial por la mía, uno de los fierros del auto se incrusto en mi pierna derecha y otra en mi estómago.

Obviamente esto no iba a terminar bien, sabía que moriría, pero, el solo hecho que mi familia siga con vida, me hacía pensar que no era tan mala la situación.

Hasta que, el apareció de nuevo.

Sus ojos, nunca los olvidare, azulinos y gélidos, como si no llevaran ningún rastro de vida, pero que le hice, no lo entiendo, por qué hace esto, mi familia y yo solo nos íbamos de campamento por unos días, para celebrar el 43-avo cumpleaños de madre, acaso estuvo mal... porque...

Mis pensamientos se volvieron blancos después que aquella persona de túnica blanca, la cual estoy seguro que no es Dios, puesto que el nunca realizaría este acto tan vil e inhumano; empujara el auto hacia el abismo, el cual parecía no tener fin.

La guerra por el apocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora