¿Qué es de ti?

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Kathia

Me despierto un poco desorientada, intentando focalizar, pero vuelvo a cerrar los ojos. Me da miedo mirar a mi alrededor. ¿Anoche me fui con una desconocido?¿Nos acostamos? Se me ponen los pelos de punta. Abro los ojos de nuevo observando atentamente la habitación. Y la reconozco; estoy en la casa de Alex. Me levanto y veo que solo llevo la ropa interior y una camisa que supongo que es suya. ¿Qué hicimos anoche? Busco mi ropa pero no la encuentro; no tengo más remedio que salir así. Asomo la cabeza pero el pasillo está desierto. Bajo las escaleras para comprobar el piso inferior pero no se oye nada. ¿Se ha ido? Me apoyo en la isla de la cocina pensando en qué voy a hacer. Mis padres me van a matar como se entere. Anteriormente ya me costó ocultárselo. Estoy tan sumida en mis pensamientos que no me doy cuenta de la presencia de detrás mío.

-Veo que ya estás levantada-me giró rápidamente y veo a Alex a medio metro de distancia desnudo excepto por una toalla que lleva anudada a la cintura. Recorro su imagen; desde su cabello mojado que gotea, sus anchos hombros, sus musculosos brazos, sus pectorales, su tableta de chocolate, la forma de V de sus caderas,…Y encima cubiertos con tatuajes. Joder, qué calor hace de pronto. Y eso que apenas estoy vestida. Rebobina; estoy en la cocina de Alex vestida con ropa interior y una simple camisa y él solo lleva una toalla. Alex debe de haberse percatado de mis pensamientos porque sus ojos se oscurecen; ahora son de color azul zafiro y llevan un cartel luminoso que indica: Quiero devorarte.

Se acerca a mi fijando la vista en mis labios. Levanto la cabeza deseando que me bese, acercando más nuestros rostros. Sus cálido labios absorben los míos en un beso voraz. Sin poder aguantar ni un minuto más paso mis manos por su pecho con ansías y me cojo a sus fuertes hombros. Él baja sus manos hasta mis glúteos, acariciándolos para después apretarlos. Mi espalda choca contra la isla de la cocina. Alex me levanta y me sienta en ella. Desabrocha la camisa con sus expertos dedos, bajándomela por los brazos y arrojándola al suelo sin dejar en ningún momento de besarme.Bajo mi mano por su musculoso pecho hasta llegar al nudo de la toalla,arrancándosela de sus caderas impacientemente y dejándolo del todo desnudo. Baja sus labios por mi cuello, mi clavícula hasta llegar a mis pechos. Me desabrocha el sujetador y lo tira al otro extremo de la habitación. Recoge mis senos en sus manos mientras acaricia mis pezones, provocándome suspiros de placer y aumentando mi deseo hasta un nuevo límite. Hunde su cabeza en mi escote y los besa. Paso las manos por su cabello y le obligo a subir la cabeza para que me vuelva a besar. Rodeo su cadera con mis piernas como una serpiente.Se posiciona entre mis piernas y me penetra suavemente, pero no puedo evitar gemir ante la sensación. Cuando entra profundamente dentro de mí es como si fuera la primera vez. Escondo mi rostro en su cuello abrumada por las sensaciones. Siento su acelerada respiración cerca de mi oído, sus manos por mi cuerpo, su miembro entrando en mí, ese delicioso cosquilleo, su calidez,…

Siento que se acerca el clímax, y Alex también. Posa su mano en zona lumbar para pegarme más a él y me penetra con más fuerza. No aguanto más y grito mientras clavo las uñas en sus hombros. Él intenta ahogar un profundo gruñido de placer en mi cuello. Nos quedamos quietos, recuperando la respiración. Se separa de mí para coger la toalla olvidada en el suelo. Se la vuelve a colocar en las caderas y se acerca hasta donde está la camisa.

-Ten.-me la entrega. Su tono de voz es suave, cosa que me alegra porque odio que me haga sentir mal por acostarme con él. Si ambos lo deseamos, ¿por qué tengo que ser yo la culpable?-Tu ropa está en el cuarto de la colada, al final del pasillo. Voy a cambiarme.

Alex.

Llego a mi habitación en trance. Después de lo que ha pasado en la cocina sigo estando excitado. ¿Es eso posible? He visto en los ojos de Kathia la inseguridad cuando me he separado de ella después del sexo matutino. Eso me ha hecho sentirme mal; la otra vez no debí tratarla como a un trapo. Le dije muchas mentiras, en realidad la única chica que me atrae es ella. La demás me parecen iguales, ninguna capta mi atención. Pero no sé si quiero tener una aventura con un mujer casada, no me apetece lidiar con el gilipollas. Pero a la misma vez quiero pasar más tiempo con ella. El problema es que no quiero volver a ser el imbécil que se enamoró de la niña rica y quedó destrozado mientras ella se casaba con un ricachón. Esta vez no voy a caer. Me cambio de ropa y bajo a encontrarme con Kathia.

El pactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora