Carne.

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Mitos y leyendas han pasado, la gente aprende como adaptarse y como el sufrimiento nos hace mas fuertes, así como el separarnos nos vuelve mas débiles. Sabemos como es sentirse inútil ante las cosas y aprendemos a sufrir lo suficiente para solucionar problemas, o a morir para escapar de ellos. El valle del suicidio, así es como las pocas personas que han sobrevivido llaman a este pueblo desierto y nevado. Las personas aquí son quienes se han rendido, han decidido morir y sus cadáveres en el suelo, o que esta colgado en los edificios de concreto, tiene una triste historia que contar. Las lámparas señalan solo los senderos por donde se puede avanzar sin tocar carne putrefacta o huesos agrietados, intentando no tener que lidiar con la repulsión de la sangre. A pesar de la masa muerta que hay en la ciudad, el clima frío y las plantas ocultan el olor, y lo convierten en aire respirable.

Cansados y atormentados no pueden dejar de seguir al ídolo que los guía. Una figura de muerte con extremidades delgadas como hilos que se eleva por el cielo y les brinda una pequeña estela de luz para que le sigan. La tierra prometida esta cerca pero nadie se atreve a soltar de sus bocas una sola palabra y así guardar toda la energía que se pueda. Aura mira todos los cadáveres con indiferencia, posicionándose hasta adelante del grupo guiando prácticamente delante junto al ídolo.

Se arma el campamento, y las personas prenden la fogata para cocinar la comida que les queda a la vez que luchan para no perder la cordura. Es un pequeño refugio pero no es real, No existe nadie ni nada todos son escombros de una cruel historia de putrefacción y mala suerte. Los edificios ciclópeos, colosos de la vieja historia, ahora están encadenados a la naturaleza que lo reclama como su territorio, apresándolos con sus raíces y enredaderas, infectando el interior, demoliendo el exterior. Las siluetas de los animales ante las estrellas es la única prueba de que no están solos como seres pensantes entre la profunda oscuridad, eso creen las pequeñas multitudes que veneran la llama tenue. Que disfrutan de una ingrata compañía. Que rezan a un Dios.

No hay mucho de que hablar. No los culpo de su silencio, yo mismo preferiría evitar un contacto mas intimo, sabiendo que probablemente tenga que ver morir a alguien, o en el peor de los casos tener que matarlo. Menos Aura. Ella habla con todos muy emocionada y feliz. Un poco brusca pero es parte de su encanto. Ellos le enseñan español, lo más que pueden, ella les enseña un poco de lo que ha aprendido para poder brillar con su pálida piel pero nunca menciona como ha llegado a donde la encontraron, o como es que ella adquiere esos poderes. La barrera del lenguaje se lo impide.

-: yo... - le dice una de las personas del grupo.

¥: YO...- Responde la chica brillante

-: Me llamo...-

¥: ME LLAMO...-

-: Cyria-

¥: Cyria-

-: No, no -

¥: ¿No?-

-: Nombre. - dice señalándola.

¥: Ah, ¡yo nombre! -

-: ¡Si! -

¥: Yo, Aura. -

Mas que eso, ella sabe como darle fuerza a las personas mas débiles, puede fortalecer cuerpo y alma de quienes han caído de cansancio. Nadie sabe como lo logra, ella tampoco. Pero no solo son las personas, también puede curar a las plantas y animales, avivar el fuego, parece que sus manos son magicas pero solo cuando su piel desnuda es la que los toca.

Nadie se ha olvidado de muchas cosas en el camino, como la piel desnuda y palida del bomboncito que las acompaña, pero el peregrinaje continua. Su brusca personalidad combinada con su voz ronca y carisma hacen una hermosa compañía. El único gran problema es que ronca mucho. Ronca cual rugido de león cada vez que descansan y aveces puede llegar a enfadarse por cosas muy pequeñas, su forma de ser es más explosiva pero no deja de ser la luz que ilumina al grupo. También de manera literal, su brillo natural siempre ayuda.

Catástrofe. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora