Capítulo 12: Parker

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Sujeto el arcón por un lado mientras camino. Lo que hemos encontrado en la caja me hace preguntarme si hay más armas en el arcón. Estar tan cerca de un instrumento que puede acabar con la vida de una persona me hace sentir seguro y a la vez asustado. Estoy cansado, pero no quiero detenerme, necesito encontrar a alguien que sí sepa por qué estamos aquí y por qué no tenemos recuerdos.

Nathasa camina por detrás de nosotros dando pasos cortos y con miedo, como si el suelo fuese a abrirse y hacer que cayera. Observo a ambas con detenimiento, Nathasa tiene el pelo oscuro, los ojos marrones y la piel morena, está muy delgada y es de poca estatura, por su aspecto debe tener unos catorce o quince años. Kaya es diferente, tiene el pelo rubio y los ojos marrones. Su piel es clara y es alta y delgada. Sé que es extraño, pero hay algo que hace que no pueda dejar de mirarla, tal vez la conozca de antes y por eso me llama tanto la atención. Es muy guapa y estoy seguro de que ella no lo sabe, además sé que si se lo dijera me arrepentiría enseguida. Nuestras miradas se cruzan unos instantes, aunque rápidamente aparto la mirada.

-¿Podemos parar?-pregunta Nathasa mientras se detiene-estoy cansada y tengo hambre.

-Yo también-reconozco.

Ambos miramos a Kaya esperando que acepte, es extraño, pero su opinión es la que más peso tiene. Si ella dice que no, seguiremos andando y si dice que sí, podremos sentarnos a descansar y buscar algo de comida.

-Está bien, nos pararemos a descansar en el exterior de la jungla, puede que allí haya algún árbol con frutos.

Asentimos y continuamos andando hasta encontrar un sitio donde detenernos. Las palmeras están tan juntas que sus hojas simulan un techo y es difícil ver el cielo a través de ellas, de forma que nos reguardan de la lluvia, aunque casi ha cesado.

-Voy a ver si encuentro algún tipo de arbusto con frutos o algo así-digo mientras me interno en la isla ya que dudo que alguien más se vaya a ofrecer.

Doy pasos cortos y miro en todas las direcciones, estar solo entre tanto follaje me asusta un poco. Veo flores y plantas con colores muy vistosos, tanto que parecen irreales, es fascinante la gran vegetación que hay, estoy seguro que muchas de esas plantas son comestibles y que tienen algún poder curativo. Pero la cuestión es, ¿cuál de todas ellas sirve para alimentarse?

Veo un arbusto con unos frutos rojos con motas moradas, me siento tentado a cogerlas debido al hambre, pero podrían ser venenosas. Me detengo unos instantes y levanto la cabeza, entonces veo la solución a nuestro problema contra el hambre, en una de las palmeras hay cocos. Lo difícil es cogerlos, pero por lo menos ya he encontrado una fruta que si recuerdo que no es venenosa. Busco por el suelo algo con lo que poder golpearlo, encuentro una rama bastante larga. Por suerte esta palmera no es de las más altas así que con mi altura y la longitud de la rama llego sin problemas. Golpeo los cocos varias veces hasta que al final uno cae, al hacerlo se parte en dos y deja a la vista el reluciente fruto blanco que hay dentro. Le doy varias veces más hasta que caen los otros dos.

Recojo los cocos del suelo y me dirijo hacia la playa. Cuando salgo de la jungla veo que Kaya y Nathasa siguen en el mismo lugar que antes. Al verme ambas se ponen en pie y veo cómo sus miradas no se apartan de los alimentos que llevo.

-No es mucho, pero sí suficiente hasta que encontremos ayuda-digo con una pequeña sonrisa.

Nos sentamos sobre la arena y comenzamos a sacar con los dedos la carne blanca de los cocos. Me como tan rápido el coco que temo haber parecido muy brusco, pero me doy cuenta rápidamente de que ellas también han acabado con él pronto.

-¿Has visto algo extraño en la jungla?-me pregunta Kaya mientras me mira directamente a los ojos.

-No, por lo menos en la parte más externa no hay nada raro, pero sí he visto que hay muchas plantas con colores muy llamativos.

-¿Se podrán comer?-pregunta Nathasa, aunque más bien parece que se lo pregunta a sí misma.

-Tal vez, pero antes habrá que asegurarse de que no puedan matarnos-responde Kaya.

Nos quedamos en silencio meditando, me siento impotente ante esta situación, no tenemos recuerdos ni nada que pueda decirnos qué es lo que ha pasado, pero a la vez siento la necesidad de quedarme aquí. Observo pensativo el mar, no hay ningún atisbo de que la marea nos haya arrastrado, además estoy seguro de que esa no es la razón por la que estamos aquí, creo es algo mucho más grande e importante de lo que pensamos. El hecho de que estemos atrapados en la isla, va mucho más allá de nuestro entendimiento.

-¿Qué vamos a hacer ahora?-pregunta Nathasa con los ojos llorosos.

Doy un suspiro largo y miro a Kaya, ella parece saber mejor qué hacer. Mira al mar con expresión distante y dura, como si quisiera evitar nuestras miradas. Me doy cuenta de que ella tampoco está segura de qué hacer, pero parece estar más tranquila que nosotros.

-Hay que buscar agua y un lugar donde poder descansar-esta vez me mira a los ojos, puedo ver en ellos la respuesta, quiere que nos adentremos.

-Deberíamos empezar a...-dejo a la mitad lo que iba a decir, ya que unos gritos agudos me dejan paralizado.

Los tres no ponemos en pie de un salto y miramos sorprendidos y asustados hacia la jungla. Los gritos continúan y cada vez son más audibles. Kaya agarra mi muñeca y la pasa por la caja pequeña, esta se abre y coge el arma con ambas manos a la vez que oímos pisadas y una voz femenina que pide ayuda. Los arbustos empiezan a moverse y el ruido de pisadas se hace más fuerte. Nathasa y yo retrocedemos justo en el mismo momento en el que la figura de una chica se hace visible ante nuestros ojos. Kaya le apunta con la pistola y la chica nos mira asustada y con los ojos llenos de lágrimas, tiene el brazo ensangrentado y la camiseta manchada de barro.

Ninguno nos movemos, estamos paralizados esperando a que alguien haga algún movimiento. Observo a la chica herida que mueve los brazos hacia arriba para que veamos que no va a hacernos daño. El estado en el que se encuentra me hace ver que es posible que ella sea como nosotros, al levantar los brazos veo que en la muñeca lleva tatuado un código 05.20.

-¿Quién eres?-pregunta Kaya con voz dura y ronca.

-Soy Maï, no voy a haceros daño-dije con la voz estrangulada.

La observo con detenimiento, tiene la piel morena, el pelo negro y los ojos almendrados de color oscuro. No parece mentir, veo que Kaya no baja el arma, así que me obligo a intervenir antes de que pase algo muy malo.

Camino despacio hasta ponerme al lado de Kaya y pongo una mano sobre la pistola. Le tiembla un poco el pulso, no parece querer dispararle.

-Es como nosotros, no va a hacernos daño-digo con la voz más suave y tranquila que puedo.

Respira hondo y asiente, aunque sigue sin bajar el arma. Pongo mis manos sobre la pistola y tiro de ella hasta que sus manos la sueltan. Cruzamos una mirada de aprobación y me guardo el arma en los pantalones. Doy un paso hacia Maï, pero ella retrocede, tampoco se fía de nosotros. Avanzo con las manos en alto, a la espera de que ella se detenga y deje que la ayudemos.

-No vamos a hacerte daño, solo queremos ayudarte-digo con voz calmada.

Ella asiente, da un paso hacia mí pero se detiene y comienza a caerse. Me acerco a ella justo a tiempo, antes de que roce el suelo.

La Isla de los CincoWhere stories live. Discover now