Capítulo 20 "Adiós"

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― ¿Cilan? ―preguntó Dawn, observando impávida el rostro del contrario.

―Creo que estoy sobrando aquí ―dijo el peliverde con una sonrisa triste en los labios.

―Exactamente ―habló Paul con una sonrisa de superioridad―, estás sobrando entre nosotros dos.

El peli morado y la peli azul vieron como Cilan, con un asentimiento de cabeza, se retiró del lugar lo más rápido que pudo. Unas cuadras más adelante echó a correr como si su vida dependiera de ello. Corrió y lloró, y no lo importó caer unas cuantas veces antes de llegar a su hogar, casi a las afueras de la ciudad. ¿Cuánto costaban esas lágrimas que estaba derramando por la mujer que amaba? Su felicidad, quizás.

Llegó a su hogar envuelto en una densa niebla que no dejaba ver con claridad las montañas a lo lejos. Su hogar era una casa enorme, muy elegante, y con jardines que parecían sacados de un cuento de hadas. Entró sin saludar a los empleados y se encerró en su habitación. Al parecer su pasaje hacia Alola quería adelantarse, porque de forma rápida sacó una maleta y empezó a echar en ella bastante ropa y sus útiles como conocedor.

Mientras tanto, en el Faro de Luz, Dawn intentaba soltarse del fuerte agarre de Paul. Este, no queriendo entender la situación, luchaba incansablemente para retener a la pobre chica junto a él. Cuando la peli azul soltó las primeras lágrimas, el joven la soltó, sintiendo una especie de remordimiento en todo su ser.

― ¿Acaso no te alegra que estemos juntos por fin? Ese idiota amanerado ya no nos molestará más. Mira que regalarte una rosa el muy...

― ¡No es ningún idiota amanerado! ―gritó la chica llena de cólera― ¡Es Cilan, mi Cilan! El único hombre que me ha sabido amar. Aquí el único idiota eres tú.

― ¿Idiota? ¿Yo?

― ¿Acaso no recueras todo lo que me hiciste, todo lo que sufrí por tu maldita culpa? Paul, me desgraciaste la vida de tantas formas... No sé cómo llegaste hasta aquí o quién te ayudó a encontrarme...

―Lo mucho que te amo me ayudó. ―Dawn parecía ya asqueada con la situación. Paul parecía drogado o algo peor. Tal vez no había dormido en días, mas eso no le importa en absoluto.

―Eres un maldito psicópata y abusador... ―dijo con asco― ¡No quiero volver a ver tu inmunda cara nunca más en mi vida!

El sonido de una fuerte cachetada fue lo único que se escuchó antes de que la peli azul saliera de allí, corriendo. Corrió con todas sus fuerzas para que el peli morado no le siguiera el rastro. Necesitaba llegar donde Cilan lo antes posible. Paul, por su parte, solo pudo observar el camino por el que Dawn desapareció. Se sintió exactamente como aquella vez en que Blue lo echó de su casa con la advertencia de que jamás tendría que volver. Y todo por Burgundy. Aquella serpiente púrpura lo había hecho caer en su estúpida enredadera y ahora no tenía mucho qué hacer.

―Burgundy ―dijo, cuando le contestaron la llamada.

― ¡Paul! ―exclamó con gusto―, ¿Cómo te fue?

―Cilan nos vio cuando besé a Dawn. Salió corriendo de aquí.

― ¡Esas son excelentes noticias! Gracias por todo.

―Lo que sea. Ahora te pido que no me llames más, basura.

Colgó, lanzando el celular a la pileta que estaba cerca de donde se encontraba. No quería desgraciarse más la vida.

Y así como apareció, se fue, envuelto en un manto de niebla que se llevó consigo toda muestra de lluvia.

Por su parte, Dawn corría a más no poder hacia el restaurante. Odiaba tener unas piernas tan débiles y unos pies increíblemente pequeños. No quería que Cilan se fuera de su lado, que quisiera olvidarla. ¿Por qué después de tanto sufrimiento venía más? ¿Por qué después de haber estado felices por todo venía el desastre? Con aquellos pensamientos, la peli azul se hizo paso entre la gente del restaurante con el fin de encontrar a su hermoso peliverde por algún lado. Sin el consentimiento de nadie ingresó a la oficina de su novio pensando que estaría ahí, pero lo que se encontró fue algo peor.

Open arms [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora