III

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- ¡Te estoy esperando! - dijo su captor. Solo entonces Tony se dio cuenta de lo mucho que estaba tardado.

Cuando salió del baño, lo encontró sentado a los pies de la cama.

- ¿Cuánto tiempo he...? - empezó a decir, pero él lo interrumpió

- Cinco minutos. Cinco horas. Cinco días. Lo mismo da - Tony asintió, pensando que él tenía razón

- ¿Puedo hacer preguntas?

- Sí - respondió él - Es un buen momento

- ¿Vas a matarme? - quiso saber. Pero en cuanto aquellas palabras salieron de su boca, se arrepintió de haberlas pronunciado

- No, a menos que me obligues - repuso él - Compréndelo, eso no ha cambiado: tu destino todavía depende de ti mismo - Tony no le creyó

- ¿Por qué me estas haciendo todo esto? No lo entiendo.

- Tengo un trabajo para ti, y necesito estar seguro de que vas a llevarlo a cabo. Necesito poder fiarme de ti. Y también sentirme cómodo.

- Haré lo que quieras. No tiene más que decirlo...

- No - replicó él - Gracias por tu ofrecimiento, pero necesito algo más que tu promesa verbal. Debes conocer hasta dónde llega mi poder, y saber lo cerca que estás de la muerte - Se levantó para volver a atarle las manos, por delante. Tony volvió a acostarse en la cama - Ahora voy a irme. No tardaré en volver. No necesito recordarte lo que tienes que hacer - Se alejó en dirección a la puerta.

- Por favor - suplicó Tony - no me dejes sólo - Se sorprendió de su tono de voz, y aún se sorprendió más de las palabras que había pronunciado impulsivamente

- Volveré enseguida - repitió él - No te va a pasar nada.

Tony se echó a llorar otra vez al verlo salir por la puerta. Entonces se asustó más, pensando que no había cerrado la puerta con llave, que podía entrar cualquiera y encontrarlo así. De pronto le dio miedo la posibilidad de que llegase otra persona y lo violase, y eso sería por nada. Su captor se pondría furioso, lo consideraría mercancía defectuosa y se desharía de el como si fuera basura. Siguió razonando para sus adentros, debatiéndose entre dos facetas de el mismo; una le gritaba haciéndole ver la terquedad de aquellos pensamientos. "¡Toma la pistola y mátalo! ¡Ahora es tu oportunidad!"

En cambio, se quedó quieto donde estaba.

- ¡Desátate! - se oyó decir a sí mismo - ¡Huye!

Huir... Pero ¿hacia dónde? ¿En dónde estaba? ¿Adónde podría ir?

"Va a matarme - pensó - Todavía no me ha matado, pero lo hará si intento escapar. Está justo al otro lado de la puerta, esperando. No llegaría a dar ni cuatro pasos"

"¡No, huye! ¡No huyas!"

Se echó a llorar de nuevo y pensó en las clases, en sus pocos amigos, en su familia. Sin embargo, todos parecían tremendamente lejanos. Pensó en sus padres en casa, pero le parecieron espectros. Se obligó a concentrarse en el rostro de su madre; en su imaginación reconstruyó sus facciones igual que quien pinta un retrato. Fijó en su cerebro los ojos, la boca, la sonrisa que debería resultarle tan familiar. Y entonces se preguntó si aquel recuerdo no sería más que un sueño, y abrió lentamente los ojos.

Tuvo un sobresalto y dejó escapar una exclamación sofocada. El hombre estaba de pie frente a el.

- No te he oído entrar - le dijo

Advirtió que él tenía el semblante tenso. Se limitó a mirarlo durante unos instantes sin pestañear.

- Bienvenido de nuevo a la realidad - dijo. Y a continuación lo abofeteó con rabia - Te lo crees, ¿verdad?

The Murderer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora