XVII

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Thor Odinson sentía cómo el frescor del bosque iba secándole el sudor que le corría por la nuca. Se alejó del claro y avanzó despacio unos tres metros. Cuando supo que ya no podía verlo ninguna de las chicas, apretó el paso. Primero adoptó un suave trote y después echó a correr atravesando las sombras, brincando igual que un corredor de vallas por encima de algún que otro tronco o piedra que le cortaba el paso. Con una mano sujetaba la bolsa para que no fuera rebotando sin control, y con la otra se apartaba las ramas de los ojos. Sus pisadas hacían crujir las agujas de pino del suelo del bosque. Recorrió los últimos metros a toda velocidad y emergió de la luz moteada de los árboles al sol del camino en el que había dejado el coche.

Junto al mismo se había detenido un jeep verde oscuro del servicio de mantenimiento del parque.

Sobre el capó estaba sentado un guardia vestido con el uniforme del parque.

Estaba desarmado y solo.

Odinson se ordenó a sí mismo que debía darse prisa. Evaluó rápidamente la situación. No había nadie más alrededor. Se fijó en el jeep; no vio que tuviera antena de radio de onda corta ni descubrió ninguna escopeta adosada al salpicadero. Examinó al guardia y vio que no llevaba ninguna radio de mano a la cintura. «Está aislado y no sospecha nada», pensó. Se acercó unos pasos a él y vio que en realidad se trataba de un muchacho. Un estudiante universitario desempeñando un empleo de verano. Introdujo una mano en la bolsa y sintió el tacto sólido y metálico del cañón de la automática.

«Podrías hacerlo. Podrías hacerlo y no se enteraría nadie».

«¡Contrólate! - pensó - Pero ¿qué eres? ¿Un matón y asesino de pacotilla?».

Retiró la mano de la bolsa sacando en ella su Nikon. Saludó al guardia, que le devolvió el saludo.

- Hola - dijo Odinson - He oído la bocina. Lo cierto es que me ha estropeado la foto

- Oh, perdone - respondió el guardia. Odinson vio que era un individuo nada prepotente, con unas gafas de montura metálica. Tenía una constitución débil, y supo que aquel joven no era rival para él. Ni física ni mentalmente - Pero se supone que esta área es restringida. No puede entrar aquí con un coche. ¿No ha visto el cartel?

- Sí, pero cuando encontré el nido de búho el ranger Wilkerson me dijo que no pasaba nada

- ¿Perdón?

- El ranger Wilkerson. De las oficinas centrales, en la capital del estado. Es la persona con la que hablamos todos los fotógrafos de animales cuando queremos penetrar en áreas restringidas. La verdad es que no es para tanto. ¿Sabía usted que el año pasado encontré un nido de águila?

- ¿Aquí dentro?

- Sí, bueno, exactamente aquí no, sino un poco más allá - Odinson gesticuló ampliamente con el brazo, señalando hacia un lugar indeterminado - Para mí también fue una sorpresa. Llevé las fotos a la revista Wild Life, y entonces vino la Audubon Society en masa, fue un auténtico desfile por el bosque. Montaron un pequeño espectáculo, ya sabe. ¿No estaba usted aquí por entonces?

- No, éste es el primer año que estoy

- Bueno - repuso Odinson - pero me extraña que no haya oído hablar de ello. Creo que una de las fotos la pusieron en las oficinas centrales

- ¿Obtuvo..., esto..., un pase o algo así?

- Claro - contestó Odinson - Tiene que estar en el archivo de fotografía de sus oficinas. Probablemente justo debajo de la foto del águila

- Tendré que comprobarlo - dijo el guardia - No sabía que tuviéramos un archivo

- No hay problema. Busque por mi nombre: Thor Odinson

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