XIII

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Tony Stark estaba sentado en el coche, solo, observando cómo Thor Odinson trajinaba en el capó comprobando el aceite y el agua. Era por la mañana, temprano, y se encontraban frente al motel Sweet Dreams de Youngstown, Ohio, muy cerca de la carretera interestatal. Desvió la mirada y la posó en la pila de cuadernos que tenía junto al asiento. Tomó la pila y contó: once. Tomó uno del centro del montón y lo abrió por el medio. Vio los apuntes de una de las frecuentes lecciones de historia de Odinson: enero de 1958. Charles Starkweathery Caril. Lincoln, Nebraska, y alrededores: «Asesina sin ningún plan establecido, sin mucho orden, sin pensar y sin prestar atención, de forma bastante aleatoria, a excepción de la familia de la joven. Una verdadera pesadilla americana, cuando nuestros hijos se vuelven contra nosotros. Charlie se consideraba un rebelde como James Dean y mató a diez personas, entre ellas a su hermana, que era muy pequeña. Fue a la silla eléctrica en el 59». Debajo de aquel apunte había escrito la sinopsis del escueto comentario de Odinson: «Estaban enamorados, pero al final ella se volvió contra él. Tenía catorce años».

Cuando tenía que darse prisa, escribía con letra más grande y más infantil, observó Tony, no con aquel trazo más cuidadoso y preciso para tomar apuntes que recordaba de las clases en la facultad. Aquél era un recuerdo vago y lejano, como si su época universitaria hubiera sido años atrás, no meramente semanas.

Tony reflexionó: «... Pero al final ella se volvió contra él». Odinson había dicho aquello amargamente, como si fuera aquel detalle lo chocante, y no los acontecimientos que lo precedieron. Pronunció la frase en voz alta, sin alzar el tono para que él no pudiera oírlo:

- Al final ella se volvió contra él

«Debió de desear vivir», pensó Tony.

«Debió de creer que la vida era algo caro y preciado y que a lo mejor podía llegar a ser una persona especial, o incluso una persona ordinaria, a pesar de la negrura, la sangre y la muerte, y que el hecho de vivir no se veía destruido por lo que le había sucedido. Sólo tenía catorce años, y sabía que podía haber algo más. Debió de experimentar algo mágico, maravilloso, intenso, y decidió vivir».

«A toda costa» Tony Stark se preguntó dónde podría encontrar el esa misma energía.

Le recorrió un escalofrío y recordó la sensación de vértigo que había experimentado dos noches antes, cuando él le anunció que necesitaba examinarlos apuntes.

Fue un momento terrorífico.

Le hizo aquella exigencia tarde, después de registrarse ambos en otro motel olvidable, después de haber pasado demasiadas horas en la carretera, agotada por el ruido, la velocidad y los faros que horadaban la oscuridad y les herían los ojos. Odinson agarró las bolsas y gruñó:

- Tráete los apuntes - Tony los tomó con precaución, adolorido, como si no fuera lo bastante fuerte para sostener nada más

- Aquí están - Él abrió la puerta y dejó las bolsas encima de una de las camas gemelas

- A ver - dijo

Tomó asiento frente al pequeño tocador y fue pasando las hojas. Tony se quedó encogido en una silla del rincón, procurando dejar la mente en blanco. Pero los pensamientos fueron acudiendo uno tras otro a su imaginación. «No va a ser capaz de entender lo que pone - se dijo - y se dará cuenta de que le he resultado inútil, y entonces, oh, Dios, estoy perdido», concluyó, aterrorizado. Cerró los ojos en un intento de protegerse del miedo, pero el crujido de las páginas al pasar se le hizo ensordecedor. Al cabo de unos minutos, Odinson, después de hojear rápidamente los párrafos del final, lanzó los cuadernos a un lado y se estiró.

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