XIV

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Tony Stark despertó cuando Odinson paró en la cabina de peaje. Estiró los brazos todo lo que pudo dentro del reducido espacio del coche y empujó las piernas contra el habitáculo interior en un intento de infundir nuevo vigor a los músculos.

- ¿Ya hemos llegado? - preguntó

- Casi. Nos faltan dos o tres kilómetros. Sólo hay que seguir las indicaciones

En aquel momento pasó rugiendo junto a ellos un Chevrolet de diez años de color rojo fuego con el tubo de escape levantado. Tony supo que se trataba de un Chevrolet porque llevaba todas las ventanillas adornadas con enormes calcomanías blancas con la palabra «Chevy».

- ¿Cómo hará ese tipo para ver algo? - dijo en un impulso. Odinson rompió a reír

- No ve nada. Pero tienes que entender que eso no es lo más importante. Las apariencias son algo crucial, tienen prioridad por delante de cualquier consideración trivial, como la seguridad, por ejemplo.

Tuvieron que hacer fila tras casi una veintena de vehículos a la entrada del circuito. Tony bajó la ventanilla y absorbió los ruidos que provenían de las gradas. El rugir y gemir de los motores al principio le sonó igual que el ruido de animales en busca de contrincantes a los que enfrentarse. Luego se dio cuenta de que cada motor emitía un sonido distinto, único en sí mismo, y que todos juntos se mezclaban formando un muro de diversos tonos y timbres. Era como una colcha tejida con muchos trozos de tela distintos.

El aparcamiento era una explanada polvorienta, repleta de varias hileras de coches y camiones de vivos colores que destacaban sobre el color marrón del suelo de tierra. Odinson estacionó el suyo junto a un poste de teléfonos que estaba marcado con un signo escrito a mano que indicaba el área 12A.

- Aguarda un minuto - dijo

Tony se quedó sentada en silencio, observando cómo Odinson salía del coche. Lo vio correr por el pasillo que formaban los vehículos aparcados. Lo vio detenerse detrás de un par de coches deportivos. Escribió algo y seguidamente regresó. Pero antes de abrir la portezuela paró un momento junto al maletero y sacó varios objetos que él no alcanzó a ver

«Forma parte de un plan» pensó.

El alma se le cayó a los pies, y contempló algunas de las parejas y grupos de personas que cruzaban el aparcamiento y se dirigían a la pista de pruebas. La marea de gente era incesante, y calculó que iba a haber un público considerable.

Sintió calor, luego frío, y si hubiera podido vomitar, lo habría hecho. Se acordó del vagabundo.

«Vamos a hacerlo otra vez».

Movió la cabeza en un gesto negativo, temblando ligeramente. Por alguna razón, el hecho de visitar los recuerdos de Odinson y los puntos que marcaban éstos, con independencia de lo macabro que fuera, al menos resultaba seguro, separado de la acción.

Odinson le abrió la portezuela y Tony salió.

Pero al ponerse de pie se le doblaron las rodillas, y Odinson tuvo que sostenerlo.

Lo miró fijamente durante unos instantes.

- ¡Aaah! - dijo por fin, con cierto timbre de diversión pero con un horrible tono frío y calculador que no le había oído antes - Has adivinado que no estamos aquí sólo porque nos gusten las carreras...

No terminó la frase. En lugar de ello, lo agarró por el brazo y lo guio hacia la parte de atrás del coche.

En primer lugar sacó dos chalecos de fotógrafo de color caqui de una bolsa. Uno se lo puso a Tony y el otro se lo puso él.

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