Cavando propia mi tumba

796 150 38
                                    


No sabía
que aquella sería
la última noche,
y ahora sé
que no le abracé
lo suficiente

Cuando tú ya no - Saray Alonso

Liam

Mis manos hace rato que están convertidas en puños, ansiosas por aporrear el saco de boxeo, la pared o la cara del cantante. De no haber sido por Paul es posible que ya tuviera una demanda por agresión en mi contra, la que de haberme ganado años atrás me habría ahorrado el malestar que estoy sintiendo ahora mismo. No debí hacerle esa pregunta, primeramente porque no quiero una respuesta, luego porque nada que venga de ella después de cómo me está mirando puede ser bueno.

Algo en mi interior está ardiendo, cuece mis entrañas y me llena de un calor que busca salida a través de mi garganta. Quiere salir a gritos. A dentelladas. Como latigazos. Es el conocido miedo, mi viejo y más odiado amigo. Un «sí» me haría explotar, actuaría como un chorro de gasolina sobre las brazas que ahora mismo descansan en mi pecho.

Y ¿por qué la llama Catrina? ¿Como la canción? ¿Es de ella de quien habla? ¿Hace cuánto se conocen? ¿Cómo sucedió? ¿Sabe él de mi hijo? La cabeza me va a explotar.

-Eso a ti no te importa, Liam -dice con dientes apretados.

La vena en su frente se marca. Sus manos, siguiendo el ejemplo de las mías, se cierran en puños.

-Eso es un sí. -Y exploto-: ¿En serio, Camila? ¿Un maldito drogadicto? ¿Tan desesperada estabas? ¿Por qué no me buscaste? Si tan ansiosa estabas de ser la amante de alguien y no pasar de ser una buena follada, eso pude haberlo hecho yo.

Veo cruzar dolor en sus ojos, incluso parecen vidriosos. Ahora ella también se está incendiando, ahora ya no nada más yo siento este ardor que me consume. Sus hombros se cuadran. Su mentón, apretado, se levanta. Luce herida. Está furiosa, triste y decepcionada; sin embargo se planta recia y orgullosa.

Mis dientes buscan la lastimada carne de mi mejilla, no he parado de morderme desde que supe de la existencia de Axl. No ha sido fácil, despertar una mañana y enterarme que tengo otro hijo. No lo habría esperado. Todavía no me lo creo. Han vuelto a mí emociones que no entiendo y que no sé manejar. Vuelvo a sentir que no tengo el control. Y estoy furioso; conmigo, con ella, con el idiota del vecino... Con ese niño por venir al mundo.

Carajo.

Necesito tiempo, ¿por qué ella no me lo da? ¿Por qué vino aquí a presionarme?

-¿Y por qué no vas y chingas a tu madre? -suelta con rabia-. Preocúpate de a quién se coge TU mujer. Lo que haga yo con mi vida y con mi cuerpo es cosa mía.

La alianza en mi mano izquierda quema mi carne. Apenas y puedo contener el impulso de revisar el metal plateado.

Una parte de mí busca calmarse, controlar la furia que crece y se aviva dentro de mí. Pero la otra, la más grande, escupe fuego. Pienso en cómo la saqué del departamento, en cómo lloraba, lo pálida que estaba cuando me buscó unos meses después. Ya estaba embarazada para ese entonces. Lily también.

¿En qué momento cambió todo? ¿Cuándo fue que abrí los ojos y ella ya no dormía junto a mí? ¿Cuándo fue que comenzó a dormir con él? ¿Por qué me hizo esto? Su boca, su piel, su cuerpo, todo me lo había dado a mí. ¿Qué hacían las manos de él en su cintura? ¿Qué hacían las de ella aferrándose a él?

-Primero, deja de hablar en tu puto dialecto. Y segundo, es mi asunto si te consigues ese tipo de hombres. ¿Qué clase de ejemplo le das a mi hijo? ¿Con quién lo dejas cuando te revuelcas con ese imbécil? Espero que no se te ocurra hacerlo con el niño en casa.

Nunca digas que no te amé [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora