Dibujando límites

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La gente te apuñalará
y luego se ofenderá
diciendo que no tienes
derecho a sangrar.

Ron Israel

Camila


Soy una mujer desconfiada, no por naturaleza sino por experiencia. En realidad, creo que soy alguien muy fácil de engañar, a veces demasiado crédula por mi incomprensión social. Y es quizá esta facilidad con la que me entrego el motivo por el cual enfurezco tanto cuando me decepcionan, y puede ser también esta la razón por la que soy tan selectiva acerca de a quién le hablo y lo que le digo. Secuelas de la infancia. Mi madre me enseñó que la información es poder y sirve para destruirte. Desde muy pequeña aprendí a filtrar lo que salía por mi boca, atenta a no revelar nada que después ella pudiera utilizar en mi contra. Esto no ha cambiado con los años, sino que ha empeorado, pues cuido lo que digo a todos. Y no me refiero a mi, a veces (al parecer casi siempre), ofensiva sinceridad, sino a mi información personal. Estoy tan acostumbrada a mi hermetismo que no noté durante el último mes, el que siguió después de que Liam tocara a mi puerta, lo mucho que necesitaba hablar con alguien.

Puse al corriente a Eva sobre el padre de Axl cuando vino a casa para despedirse, se iba a Colombia donde alcanzaría a Scott quien a su vez ya se había unido a la gira. Me encontró con los ojos rojos y algo histérica, era difícil decir que nada me pasaba cuando el párpado no dejaba de bailarme, así que le di algo. «El abogado que tu marido me recomendó resultó ser amigo y socio del padre de Axl», resumí, haciéndome acreedora a sus reproches:

—¿Y me lo dices apenas? —Ladeó la cabeza, con el ceño fruncido y las manos en la cintura—. Hace meses que lo sabes y ¿apenas me lo dices? —Contrajo más el rostro, viéndose ofendida—. No sé ni por qué te molestaste. No sé ni por qué me molesto yo en reclamarte, siempre haces lo mismo.

Me encogí ante sus palabras.

—Vino a verlo ayer y me dijo que ya firmó el Reconocimiento de Paternidad.

—Y ¿por eso lloras?

—No estoy llorando.

—Vaya, perdón. ¿Por eso lloraste y por eso lo seguirás haciendo cuando me vaya?

Me conoce tan bien...

—Axl se emocionó mucho al verlo, lo tomó de la mano y lo llevó a jugar con él.

No pude. Quería decirle lo que en verdad me pasaba pero... no pude. Sí, me dolió que nuestro hijo se mostrara tan feliz de verle, pero no lloré por eso. No era esa la razón por la que mis labios temblaban. Estaba furiosa. Colérica. Quería golpear algo, gritar, jalarme el cabello, cualquier cosa que me diera el desahogo que necesitaba porque es muy difícil gritarle a tu ex todo lo que piensas cuando tu hijo te está mirando. «¿Cómo pudiste?», fui lo único que pude decir entre dientes antes de que Axl lo llevara a jugar con él otra vez.

—Es un niño, él no sabe lo que has sufrido. Nadie lo sabe —reprochó—. No tiene idea de lo que él te hizo y tampoco tiene porqué saberlo. Mila, —su semblante se suavizó—, él va a amarlo, y le dirá papá. Va a juzgarlo por cómo es con él, no contigo.

Asentí, agradeciendo sus palabras, sobre todo porque ella tampoco sabía toda la historia, sólo lo poco que quise decir. Pero mi cuerpo no dejó de temblar, el pecho no me dejó de resollar y mis ojos perdieron la batalla con las lágrimas. Le había gritado a Liam en el pasillo cuando Axl ya se había dormido, le reclamé por falsificar mi firma y aprovecharse de su posición, pero es difícil llegar a alguna parte cuando él ni siquiera entiende lo que hizo mal. Desde entonces sigue visitando a Axl todas las tardes, come con él y cuando no le es posible llegar para el almuerzo llama para avisar y viene antes o después a darle un beso. Diría que como padre nuestro hijo no tiene queja, pero yo podría llenar una lista.

Nunca digas que no te amé [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora