Cena benéfica

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Tengo tu foto;
no para acordarme de ti cuando la miro,
sino para mirarla cuando me acuerdo de ti

Julio Cortazar.

Liam

Mi madre nos espera en la puerta de su casa, con una deslumbrante sonrisa y con los brazos abiertos para Max. Se mudaron a Bell Air después del supuesto retiro de mi padre, a una casa enorme en un terreno de al menos cuatro acres que compraron con la idea de tener espacio para alojar a sus hijos y nietos durante largo tiempo. Para su delisución, no es algo que suceda muy a menudo, o que suceda en lo absoluto, tratándose de nosotros.

—¡Abuela! —Max se deshace de mi mano y echa a correr con los brazos extendidos.

—Hola. ¿Cómo está mi pequeño hombrecito? —lo saluda mi madre levantándolo del suelo.

—Bien. Papá me caba de comprar otros autos para mi colección —contesta con una sonrisa al tiempo que me señala.

—Se dice acaba, Max.

Escucho a Lily corregir a mi hijo, y lo que siempre me ha parecido natural, hoy me molesta. Camila deja que Axl hable como quiera, hasta le parecen tiernos sus errores. Pero no a Lily. Pensándolo detenidamente, pareciera que no le está permitiendo a Max tener una infancia, demasiado preocupada por la imagen que él ofrece sobre nosotros.

La sonrisa de mi madre se tambalea, da una mirada de reojo a mi mujer antes de besar las mejillas de mi hijo e invitarnos a pasar. 

—Vayamos a la sala —ofrece, haciéndose a un lado en el amplio recibidor con techo panorámico por el que se puede apreciar el cielo despejado y soleado de Los Ángeles.

—Hola, madre -la saludo dejando un beso en su mejilla.

Frente a nosotros se encuentra una escalera en forma de caracol que se divide en dos conforme asciende, por el lado derecho te lleva a la sala de entretenimiento en la segunda planta, donde también está un pequeño cine, mientras que al otro lado (izquierdo) hay un pequeño mirador desde donde puedes admirar las luces de la ciudad, al igual que la terraza que tiene vistas a la cancha de tenis y la piscina; además de los cuartos de invitado.

La amplia sala de estar nos recibe luminosa, con tres sofás de terciopelo en color gris rodeando una mesa de centro de cristal ubicada sobre una enorme alfombra color hueso en la que Max corre a tirarse después de pedirle a su abuela que lo baje.

—Maximus, levántate de allí. Siéntate quieto en el sofá. No eres un perro para estar en el piso —lo reprende Lily de inmediato.

La brusca inhalación de mi madre es audible gracias al espeso silencio en la sala, se le puede escuchar sacar el aire con la misma fuerza con que lo metió.

—Iré a avisarle a tu padre que ya están aquí. -Su semblante no deja ver lo molesta que está, sin embargo se asegura de no mirar a Lilian en ningún momento por si la máscara de indiferencia le fallara-. Acompáñame, ángel -le pide a Max, tendiéndole la mano a mi hijo que ya se encuentra sentado y con la cabeza gacha en el sofá.

Antes de levantarse o hacer cualquier movimiento, primero mira a su madre para recibir instrucciones. Ésta le asiente y entonces él se levanta con sumo cuidado para tomarle la mano a su abuela y salir en busca de mi padre.

La mirada que me da mi madre al pasar junto a mí me deja ver abiertamente su disgusto, un disgusto que ha sentido por Lily desde que mi ahora esposa y yo éramos vecinos. Nunca le gustó, y también nunca se molestó en demostrar lo contrario, hasta hoy, su trato hacia ella ha sido amable y cordial; mas es hasta hoy que me pregunto <por qué>. Dudo que se deba a la mala reputación de su familia o a su mala posición social y económica que, si bien influye, no la condiciona del todo. ¿Por qué le desagrada a mi madre una mujer que me ama?

Nunca digas que no te amé [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora