¿Es acaso mucho pedir?

878 133 44
                                    

Siempre he sabido que tus besos matan...
que tus promesas riman con dolor.

Besos en guerra/Juanes y Morat

Camila

Me estiro en la incómoda silla de mi escritorio, echando la cabeza atrás y bostezando. Por fin me he puesto al corriente con el trabajo. Al fin me puedo relajar un poco. Mis tripas gruñen. Reviso el reloj, es la hora de almorzar. Bajo los brazos y cierro los ojos para descansar la vista, el silencio en el departamento me resulta extraño. Miro en rededor, cada cosa está en su lugar, la alfombra es como una isla virgen en medio del mar. No hay legos, no hay películas ni preguntas y tampoco gritos. Axl no está, Eva se lo llevó consigo ayer.

Mi pobre amiga busca constantemente la compañía de otros, no importa que sea la de un niño preguntón de tres años, el asunto es no quedarse sola con sus pensamientos. Dice que algunas veces es tan difícil saber perdido a Scott que le entran ganas de correr a tomar el próximo vuelo destino a donde quiera que se encuentre su todavía marido con la banda, pero la frena la vista de su vientre plano y la idea de lo abultado que debe estar el de la ex del imbécil.

Arrastrando los pies camino a la cocina, abro el refrigerador y saco todos los ingredientes para hacerme un sándwich, no estoy de ánimos para cocinar o hacer algo más elaborado. Me siento en la barra y disfruto de cada bocado, de masticar sin prisas, de no tener que dejar la comida a medias por atender a las necesidades de alguien más. Gozo de cada minuto de estar sola conmigo... hasta que llaman al intercomunicador.

Consulto la hora. ¿Eva habrá llegado antes?, dijo que volverían por la noche. Pongo los ojos en blanco, nunca utiliza sus propias llaves. Presiono el botón al inferior del telefonillo para abrir la puerta de acceso al edificio, ni siquiera me molesto en preguntar si es ella. Un minuto después al abrir la puerta me encuentro con un apuesto hombre de ojos azules. 

—Hola, nena —saluda el padre de mi hijo.

—Liam... —Me sorprende verlo aparecer, lo creí en Los Ángeles—. ¿Qué haces aquí? Axl no está.

No lo invito a pasar, mantengo mi mano aferrada a la puerta mientras lo veo repasarme de arriba abajo. Yo definitivamente no esperaba visitas.

Da un paso adelante y yo otro atrás, incluso abro más la puerta cuando lo veo inclinarse para revisar el pequeño departamento en busca de Axl, sus ojos dirigiéndose inmediatamente a la alfombra donde espera verlo dormir la siesta.

—Te dije que no está. No me avisaste que ya habías llegado y que vendrías hoy.

—Quise sorprenderlos. ¿Dónde está?

Se acerca otro paso y yo doy dos más atrás, soltando la puerta.

—Salió con mi amiga, debe estar aquí para la noche. Quizá puedas volver mañana.

Asiente, entrando al departamento y cerrando la puerta a su espalda.

—Lo haré, pero hoy ya estoy aquí y encontré a la madre de mi hijo más hermosa que nunca.

Mis ojos se entrecierran. No estoy usando nada fuera de lo normal, el único maquillaje en mi cara es mi inseparable labial rojo, mis pies están descalzos, mi cabello sin lavar en una coleta alborotada y bajo mis ojos se encuentran unas remarcadas ojeras por falta de sueño. No soy una mujer particularmente hermosa, y hoy no lo estoy más que otros días. Sin embargo sonrío, porque sé que me quiere engatusar y porque estoy segura de que puede lograrlo.

Lo dejo acercarse, tomarme de la cintura y plantar un beso en mi boca. Suspiro por mi débil voluntad. Lo miro a los ojos mientras me sonríe antes de volver a acortar la distancia que separa nuestros labios. Su lengua los separa sin prisas. Suave. Precavida. No corta el contacto visual mientras me besa, hipnotizándome con la intensidad de sus ojos.

Nunca digas que no te amé [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora