Esperando mi cita

753 147 9
                                    


Fue tan hija de puta
que se secó las lágrimas
y se puso a sonreír,
levantaba la cabeza
cada vez que perdía.
Nadie la vencía.
Una puta diosa,
siempre sonreía.

Boomerang del rock

Lex

Muevo mi pie, intranquilo, dividiendo mi atención entre mirar hacia la derecha, dirección que siguió Catrina con el abogado, y responder el mensaje que me envió mi padre. Eso es lo más jodido de estar sobrio, que las personas se empeñan en tenerme monitoreado. Mensajes. Llamadas. Visitas inesperadas. Invitaciones... Cualquier cosa que crean pueda mantenerme distraído. No me gusta mucho, eso demuestra la poca fe que tienen en mí. Supongo que no les he dado motivos para que suceda lo contrario.

Consulto el reloj, calculando los minutos que le está tomando a David cumplir mi encargo. No debería tardar en llamar. Miro hacia ambos lados, parece que estoy solo en la planta, todo está en silencio y sólo mi talón golpeado el piso termina con él. Me pongo de pie, estirando las piernas y sacudiéndome la impaciencia. No me gusta esperar, no estoy acostumbrado a ello. Definitivamente no es bueno para mi ansiedad. Me echo el cabello atrás, hace mucho que no lo llevo tan largo y perdí la costumbre de sentir las puntas jodiéndome los ojos. Vuelvo a mirar el reloj, asomo a la otra sala de espera, la secretaria teclea furiosa, atenta a la pantalla. Regreso al sofá, a la inquietud en mi pierna. Me gustaría un cigarro.

—Dime —contesto al primer timbrazo de mi celular.

—Listo, habitación sencilla en The Mark a nombre de la señorita Catrina Rider y otra para el señor Lex Grim. ¿Dejo las tarjetas en recepción o te las llevo a algún lugar?

—¿Ya las tienes?

—Sí.

—Regresa y espérame con ellas en el estacionamiento.

—Hecho.

Reviso una vez más el reloj. ¿Qué le está tomando tanto tiempo a Catrina? Me guardo el teléfono en la bolsa del pantalón, me tengo que levantar para hacerlo resbalar en la mezclilla. Vuelvo a echarme el pelo atrás, me paso las manos por la cara, aliso mi camisa. No me puedo estar quieto. Me muevo por la sala de espera, paseo los ojos por las paredes, el cuadro de figuras egipcias y la espantosa alfombra. El lugar no tiene nada que yo eligiría, y el maldito sofá se hunde demasiado; deberían cambiarlo. Me aparto el cabello de los ojos con un manotazo, si por mi fuera ya lo habría cortado. Es una mierda que después de tantos años en esto ni siquiera pueda decidir qué corte llevar y tenga que acatar las órdenes de la disquera; el precio de mis estupideces, otra vez. A veces me pregunto si de verdad tendrá algo que ver mi estilo con la música que hago. ¿Es tan necesario grabar un backstage para vender más discos? No me agrada la idea de alguien grabando mis movimientos durante la gira. No me siento cómodo con una gira tan pronto.

Veo el escritorio de al lado, buscando enfocarme en otras cosas y alejarme del pesimismo al que siempre acudo. La secretaria que lo ocupa hace diez minutos que se encerró en el despacho con Paul. Espero que el hombre sepa lo que hace, porque...; que hace tiempo que se la está tirando, es un hecho; que ahorita la tiene doblada sobre el escritorio, hecho; que a ella sólo le interesa el dinero, puedes firmarlo; que Paul esté al tanto de eso, no lo creo tan idiota, así que sí, hecho; pero... que a él le importe, ahí es donde dudo. Al parecer a mi abogado la rubia le gusta más de lo que debería, la mujer casi me mete una teta en la boca hace un rato y a él casi se le revienta la carótida al verlo.

Regreso al sofá. Me hundo. Bufo. Miro la hora. Le doy otro manotazo a mi cara. ¿Qué tenía que hablar Catrina con Marsden? Parecía ser algo personal; ella estaba nerviosa, él se veía malhumorado, nunca ha sido especialmente amable, pero hoy me miró con abierto desprecio. Mi mente barajea la posibilidad de que haya una relación entre ambos, sé que el abogado está casado, pero... Exhalo. Me levanto. Paso los dedos por mi cabello. Reviso mi celular, mi papá me ha respondido. «¿Llegaron a un acuerdo?». Mi pierna retoma el impaciente movimiento, esta vez de pie. «Eso creo», escribo.

Nunca digas que no te amé [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora