CUATRO

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No era que a Elisa no le gustase ir a la gran biblioteca de la escuela a buscar entre sus numerosos e interminables estantes algún libro para leer, sino que simplemente no le atraía el hecho de hacer tanta cosa por deberes escolares

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No era que a Elisa no le gustase ir a la gran biblioteca de la escuela a buscar entre sus numerosos e interminables estantes algún libro para leer, sino que simplemente no le atraía el hecho de hacer tanta cosa por deberes escolares. No tenía idea de cómo algunas personas preferían pasar tiempo con la nariz adentrada en los libros y no allá afuera. Un claro ejemplo de ello eran aquellas chicas de Ravenclaw, Rosejay y Katrina, a quienes saludó al entrar. Elisa no podía imaginarse a sí misma haciendo lo mismo. Prefería recostarse en algún banco o tal vez el patio, pasear con Charles... 

Con un suspiro, se limitó a repasar los contenidos de los estantes. Al llegar a la sección de pociones, lanzó un suspiro al percatarse de que el libro que buscaba no se encontraba ahí. En su lugar, sólo estaba un gran hueco que le permitía ver hacia el otro lado del pasillo dónde unos cuantos estudiantes leían en las mesas continuas. Pero el fracaso de Elisa se vio claramente eclipsado por el hecho de que entre esas personas se hallaba nada más y nada menos que Oliver Wood.

Se paró de puntillas para poder ver mejor. Oliver tenía la mesa repleta de pergaminos y un par de libretas abiertas, al igual que un libro entre manos. Quizás se debía a su desorden que nadie más ocupaba los otros tres puestos disponibles en el mueble, o más bien a que no paraba de gruñir y murmurar cosas por lo bajo.

Elisa no lo pensó mucho antes de ir directamente hacia él.

—Quidditch a través de los tiempos—leyó en voz alta el título del libro que tenía, inclinándose un poco para hacerlo. Oliver asintió, sin prestarle mucha atención—. Muy interesante en serio.

—Estoy algo ocupado aquí—dijo entre dientes—. Preferiría seguir solo.

—Se supone que debes cuidar los libros—tomó asiento frente a él, sin importarle sus replicas—. Tus sucios dedos llenos de tinta están manchando los bordes de la página donde estás.

Oliver negó con la cabeza, claramente molesto. Aún así, frotó sus dedos contra su túnica para limpiarlos.

—¿Ya estás feliz?

—Casi siempre estoy feliz, mis amigos me lo dicen mucho—sonrió, a pesar de que él no la veía. Elisa cogió uno de los cuadernos abiertos y frunció el ceño ante la terrible letra del muchacho—. Oye, ¿si quiera entiendes esto? Parece la letra de Charles después de que por tanto hablar se le pasa el dictado de Flitwick. Espera... ¡Ahí dice quidditch! Claro, claro, y a lado... ¿buscador? No, creo es pastel de manzana.

—¡Deja eso ahí!—gritó Oliver enfurecido, bajando por primera vez el libro. Elisa seguramente se encontraba despeinada o tenía un murciélago en el hombro, porque en cuanto él la vio de frente sus ojos delataron sorpresa, y tal vez un poco de horror—. Eli... Elisa.

—Hola Oliver—lo saludó, sonriendo—. ¿Cómo va la tarde de estudio?

—Es de quidditch—dijo sin ocultar su emoción—. Estrategias y esas cosas. Nada del colegio—Elisa lo indujo a seguir hablando con un gesto. Oliver pareció contento por ello—. Yo planeo todas estas cosas y estudio juegos pasados y errores cometidos, busco como evitarlos, como mejorar las jugadas... Es lo que hago.

—Los de tu equipo deben estar muy orgullosos de ti—Elisa estaba sorprendida. Los ojos de Oliver brillaban de una forma tan extraña al hablar del quidditch, como si se refiriese al amor de su vida, lo cual empezaba a sospechar que era cierto.

Oliver rió.

—Ninguno sabe de esto. Soy sólo el novato del equipo, no me tomarían muy en serio.

—¿Así que piensas guardar todo tu trabajo hasta que tengas más antigüedad?—inquirió confundida—. ¿Tienes idea de lo malo que suena eso?

—Después de lo de mi primer partido no puedo llegar y ponerme a dar órdenes y ya—suspiró.

—¿Órdenes? Yo las considero más bien sugerencias—apuntó uno de los escritos—. No tengo idea de lo que dice allí, pero me suena que es un buen consejo que seguramente consideraría de jugar en el equipo de, mhm, no sé, Gryffindor.

Oliver volvió a reír. Su risa era un tanto seria y cuidadosa, pero a Elisa le agradaba.

—Ese es el punto. Escribo así de mal para que nadie más pueda entenderlo.

—Oliver, esto le pasa a cualquiera—frunció los labios, fingiendo comprensión—. No debes justificarte, sólo aceptate tal cual eres, y bueno, siempre puedes tomar un curso de caligrafía. 

—Hablo en serio—ya no reía, pero si sonreía—. Pienso en todo cuando se trata del quidditch. Y eso incluye... —con unos cuantos rápidos movimientos, cerró las libretas y las alejó de Elisa—. ¿Qué me quitaría de la cabeza la idea de que irás con los de Hufflepuff a contarles de esto, eh? ¿Qué tal si en realidad si entiendes mi letra y todo esto ha sido un truco para robarme mis planes?

Elisa fue quien rió en esta ocasión.

—Ambos sabemos que tu letra es demasiado espantosa como para que mi cerebro la procese, guarde y almacene hasta decirle a los del equipo de Hufflepuff que el plan maestro de Oliver Wood para ganar un partido involucra un pastel de manzana—Oliver negó, conteniendo una risa—. Hablando ya en serio, creo que tú deberías mostrárselo a tu equipo.

—Elisa, ya te dije que sólo soy...

—¡Un tonto por no intentarlo!—soltó sin pensar, arrepintiéndose un poco más tarde. Oliver la miró pasmado—. Merlín, perdón por haberte insultado. Fue bastante descortés de mi parte, y sobre todo el seguir pensando que en verdad eres un tonto por no valorar lo suficiente tu esfuerzo—se puso de pie, negando con la cabeza—. Creo que mejor debo seguir buscando ese libro de pociones. Fue maravilloso hablar contigo, Oliver Wood.

De haber podido leer la mente de Oliver, Elisa se habría topado con un montón cosas relacionadas con el quidditch, claro, y entre ellas, el esfuerzo que hacía por buscar las palabras para pedirle que se quedara. 

Fever; Oliver WoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora