TRES

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—No puedo creer que hayas pasado una semana entera sentada junto a la cama del moribundo Oliver Wood y que al despertar no le dieras ni un beso—Charles negó con la cabeza—

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—No puedo creer que hayas pasado una semana entera sentada junto a la cama del moribundo Oliver Wood y que al despertar no le dieras ni un beso—Charles negó con la cabeza—. ¿Qué sucede contigo? Me haces quedar mal.

—No iba a besar a Oliver porque uno, no me gusta y dos, apenas nos conocemos—replicó Elisa—. ¿Y cómo rayos te hago quedar mal con eso?

Ambos iban casi trotando hacia su clase de Historia de la Magia, puesto que se habían retrasado después de tomar una pequeña siesta en la Sala Común. A pesar de eso, su situación contrarreloj no les impedía pararse y saludar a las personas que reconocían. Elisa, de hecho, le sonreía a todos. Charles le había dicho una y otra vez que muchos lo tomarían como coqueteo, pero eso a ella no le importaba. Su madre solía decirle que una pequeña sonrisa podría alegrar a cualquiera y hasta llegar a cambiar vidas, y Elisa simplemente seguía aquella filosofía.

—Somos amigos, se supone que te aliento a superarte, crecer como persona y esas cosas—contestó él, empujando la puerta del aula por ella. Para su buena suerte, el profesor aún no se encontraba allí, así que anduvieron más tranquilos hasta sus asientos—. Eso incluye darte seguridad para intentar algo con un chico—Charles frunció el ceño—, ¿se supone que éste es el momento dónde te digo que eres hermosa y que cualquiera sería afortunado de tenerte en su vida?

Elisa lo miró divertida.

—No, creo que no.

—Pues que bien porque no iba a hacerlo, y de hecho, nunca lo haré. Has perdido todo mi cariño después de darme confianza con las habilidades de Wood en el último partido—hizo una mueca—. Aún recuerdo la sonrisa de satisfacción de Peter Tyler cuando le di mi dinero.

—Oh, vamos—dijo aún sonriendo—. Lo de Oliver pudo pasarle a cualquiera.

—Pues fíjate que no le pasó a ninguno del equipo de Slytherin—bufó Charles—. Eso sí que habría estado muy bueno.

Elisa empezó a deshacerse del nudo de su bufanda para dejarla en el respaldo de la silla. Solía andar con ella casi todo el tiempo, aquel pedazo de tela amarillo. Su padre se la había obsequiado en cuando les envió una carta informándoles que oficialmente era miembro de Hufflepuff, durante su primer año. 

—¿Y esto?—Charles habló, levantando un pequeño objeto que Elisa rápidamente identificó como una rana de chocolate. Se giró, alzándola hacia el resto del salón—. ¿A alguien se le ha perdido esto?—vociferó. El chico a su lado, el cual resultó ser el mismísimo rubio de Peter Tyler, insultó por lo bajo a Charles argumentando que debió quedársela para él. Charles obtuvo unas cuantas contestaciones burlonas, y tras asumir que ninguno de esos payasitos era el dueño del dulce, se lo tendió a Elisa con un encogimiento de hombros—. Toma, a mi ni siquiera me gusta el chocolate. Oh bueno, ya no. ¿Recuerdas lo mal que me puse después de Navidad? Apenas salía del cuarto de baño...

—Charles—Elisa contuvo una risa—, por supuesto que la tomaré, porque es mía.

Charles la miró con una ceja arriba.

—¿Con qué derecho te adueñas de ella si ya estaba aquí cuando llegamos y tú venías conmigo muy...? Ah, claro.

—Al menos sabemos por qué no quedaste en Ravenclaw—le devolvió la broma de días atrás, riendo.

Charles arrugó la nariz.

—¿Y por qué crees que te la han dejado a ti?—cuestionó—. Yo también tengo muchas admiradoras.

Elisa volteó a un lado. Un par de asientos más allá, Oliver Wood leía muy interesado un libro que sospechó que no era de la misma clase. A los pocos segundos de mantener su mirada fija en él, Wood alzó los ojos. Las mejillas se le sonrojaron al toparse con Elisa, y ella simplemente sonrió en su dirección.

—Debes estar bromeando—dijo Charles riendo—. Después de todo, esa semana en la enfermería si que trajo sus frutos.

Fever; Oliver WoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora