DIECIOCHO

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Harry Potter, Harry Potter; era todo lo que Elisa llevaba escuchando desde inicio del año

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Harry Potter, Harry Potter; era todo lo que Elisa llevaba escuchando desde inicio del año. Sus amigos lo mencionaban, en los pasillos se hablaba de él, y su querido novio Oliver no era la excepción.

— ¡Harry es todo lo que necesitábamos para ganar!— le diría emocionado—. Deberías verlo durante los entrenamientos, ¡tan joven y talentoso! Definitivamente ganaremos este año—sus ojos volaban de excitación, más allá de una imagen en el cielo, dónde seguramente se veía a sí mismo y al resto de los chicos de Gryffindor con una copa en mano y vitoreos alrededor—. Sé que lo lograremos, Elisa, Harry es todo lo que necesitábamos.

Al principio, cuando se rumoraba que el niño Potter formaría parte del equipo de quidditch de Gryffindor a pesar de su edad, ella acudió a Oliver para aclarar sus dudas, pero él no le había dicho ni una palabra, argumentando que ya sabía que no discutía esa clase de asuntos con otros que no fueran sus compañeros de juego. Y Elisa amaba y respetaba la pasión de Oliver por el quidditch, y también la manera en que sonreía al encontrarse volando en su escoba por la cancha durante un partido, pero en serio empezaba a detestar el hecho de que cada vez que intentaba interesarse más por lo que le gustaba, él simplemente la alejaba porque no era la clase de cosas que debía discutir con ella. Soy tu novia, deseaba gritarle, no una espía de ningún tipo. ¿Es qué no te das cuenta de que sólo me preocupo por ti?

Pero ahora, Oliver no dejaba de mencionarlo.

—Creo que Oliver piensa que está saliendo con Harry Potter—le comentó a Charles durante la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. El profesor Quirell estaba tan nervioso y tartamudo como era una costumbre ahora verlo, y no expresó ningún disgusto por su discreta conversación. Elisa se había acercado a recibirlo tras enterarse de que había hecho un viaje de estudio, y le había preguntado sobre su experiencia, además de recalcarle lo mucho que le gustaba su nuevo turbante. Quirell se limitó a asentir, agradeciendo su bienvenida, y le contó que el turbante era el regalo de un príncipe africano por haber eliminado a un zombie. Tiempo más tarde, Elisa se enteró por Rose de que se comentaba que en realidad se había encontrado con vampiros en la Selva Negra, en Albania, y que aquello había significado una experiencia traumática.

Charles la observó con una ceja arriba.

—No creo que a Oliver le gusten las chicos—contestó riendo—. Digo, es tu novio, ¿recuerdas? Y tú eres una chica, por si no lo habías notado. A veces lo pongo en duda porque das golpes muy duros y eres tan...—Elisa lo interrumpió, empujando su hombro. Charles la miró, ofendido—. ¡De eso es lo que hablo!

—Es en serio, Charles—exclamó—. Oliver no hace nada más que decir Harry Potter esto, Harry Potter lo otro.

—Ajá—masculló él—. Pero aun no entiendo cómo por qué sientes celos por Harry Potter.

Elisa volvió a golpear su hombro.

— ¡No estoy celosa de Harry Potter!

—Y a mí no se me caerá el brazo mañana por la mañana por tanto golpe que me das—ironizó. Elisa le dedicó una mala mirada—. Por supuesto que tienes celos, pero no ese tipo de celos enfermizos que te hacen prohibir que alguien se junte con su mejor amiga—sacudió la cabeza—. Si no estás celosa de Potter, entonces piensa, ¿por qué es que te molesta que Oliver lo mencione tanto?—ella permaneció callada, sopesando las palabras de su amigo—. No tienes de qué preocuparte. Wood sólo está emocionado por su nueva adquisición, ya sabes cómo lo pone todo eso del quidditch, yo te dije que estaba loco... Pero eso no significa que te va a dejar por Potter o algo así. Y si te molesta tanto, ¿por qué no decirle y aclarar todo de una vez?

Entonces Elisa decidió seguir el consejo de Charles, pero estaba segura de que necesitaría un buen encantamiento para callar a Oliver y que la escuchara, porque cuando el nombre Harry Potter salía de su boca, no había quien lo detuviese.

— ¿Viste cómo atrapó la snitch en su primer juego?—le dijo cuándo fue a felicitarlo en una ocasión—. ¿Y qué de la forma en que perdió el control de su escoba y luego se recuperó? Le advertí de eso después. Debe entrenar inclusive aún más u otro desliz como ese nos podría costar la copa—agregó, su ceño un poco fruncido como hacía cada vez que lidiaba con un problema, mas el gesto fue rápidamente sustituido por una gran sonrisa—. La profesora McGonagall no se equivocaba con él, de verdad es tan bueno como se decía de su padre. ¿Has visto su foto y su placa en las vitrinas? ¿Imaginas mi nombre en una de ellas igual, el de Harry, el de todos nosotros?— la tomó de las mejillas, y a Elisa se le llenó el corazón de ternura al ver sus ojos brillar de emoción y la forma en que su rostro se encontraba enrojecido tras hacer algo que amaba—. Mi familia estaría orgullosa de mí. Esa copa es todo lo que necesito.

—Tu familia ya está orgullosa de ti—le recordó, acercándose más a él y tocando sus mejillas sonrojadas por igual—. Tu equipo está orgulloso de ti. Yo lo estoy igual.

Sus frentes chocaron con suavidad. Ambos se inclinaron. Elisa cerró los ojos, esperando sentir los labios de Oliver, pero éstos no fueron lo que recibió, sino un leve murmullo.

—Y por eso necesito la copa—dijo Oliver. Elisa alzó los parpados, encontrándose con su mirada emocionada—. Y para ganar la copa tengo que entrenar. Creo que el campo no está ocupado ahora mismo, ¿crees que la profesora McGonagall nos autorice a usarlo?—no le dio tiempo de responder, puesto que de un movimiento se había librado de su agarre y dado unos pasos lejos de ella—. Debo reunir a los chicos...—empezó a decir, alejándose aún más.

Elisa observó su figura irse, con un suspiro. Desde que habían nombrado a Oliver capitán apenas lograba pasar tiempo con él debido a sus nuevas múltiples responsabilidades. Estaba feliz por él, claro que lo estaba. Volverse capitán había logrado esfumar la tristeza que la partida de Charlie Weasley había significado (Elisa también extrañaba a Charlie y a veces ambos intercambiaban cartas. Él le preguntaba por Oliver, ella le contaba que cada vez la fiebre que le había mencionado que padecía el muchacho, se volvía más fuerte. Y Charlie le pedía comprenderlo, y Elisa en verdad lo hacía porque lo quería y el cariño que sentía por él también se volvía más fuerte), pero también, en ocasiones, contribuía a la pequeña brecha que cada vez se fortificaba más entre Oliver y Elisa.

En esa misma ocasión, cuando estaba a punto de irse después de ver a su novio dejarla, Oliver regresó. Sin decir nada, se acercó a ella, tomó su rostro en manos con una delicadeza que le sorprendía por su rudeza demostrada mientras jugaba, y la besó. Oliver siempre la besaba con delicadeza, se dio cuenta (aunque antes solía hacerlo con torpeza y nerviosismo), como si se tratase una pequeña y frágil flor que fuese a romperse y que debía cuidar porque esa era lo último que deseaba.

—Te quiero—susurró en sus labios—. Te quiero tanto, Elisa.

Elisa había soltado una pequeña risa y le había dicho exactamente lo mismo, que ella también lo quería tanto, y no mentía; Oliver le brindaba pequeños y cortos momentos como aquel, y a pesar de que Elisa por supuesto que añoraba más de ellos, la cantidad en que se presentaban no dejaban de aumentar lo especial y únicos que eran. Si, a veces Oliver no haría nada más que hablar de quidditch y de Harry Potter, pero también no dudaría en tomarle la mano mientras caminaban juntos a clase o de darle un beso siempre que un profesor no se encontrara cerca. Y esas acciones eran lo que contribuían a que la brecha entre ellos no se agrandase. Aunque Elisa en ocasiones no dejaba de preguntarse con preocupación si serían suficientes en el futuro.


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⏰ Última actualización: Mar 24 ⏰

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Fever; Oliver WoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora