DIEZ

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La nieve los alcanzó durante su camino a Hogsmeade

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La nieve los alcanzó durante su camino a Hogsmeade. El grupo de estudiantes que visitaría aquel fin de semana el pueblo profirió exclamaciones alegres, y ni Elisa u Oliver fueron la excepción. 

—¿Cuál es el plan?—preguntó Elisa, su voz sonando un poco ahogada por su bufanda, al pasar la curva. Hogsmeade pronto apareció a sus ojos, con sus tiendas y tan pintoresco como lo recordaba. 

—Imaginé que te gustaría ir a tomar un té en donde Madame Tudipié—contestó Oliver, mientras se apartaban del resto. Veía hacia el frente, y Elisa se dio cuenta de que evitaba mirarla a ella. Además, reparó en sus rosadas mejillas y el hecho de que no dejaba de mover los dedos de una mano... Le cogió dicha mano entonces, y aunque Oliver pegó un pequeño respingo ante el contacto, le devolvió el apretón—. ¿Un té estaría bien, cierto?

Elisa soltó una risilla al intentar imaginarse a Oliver sentado en una de las mesas de la tienda de té de Madame Tudipié, rodeado de parejas besuconas y con la dueña del lugar paseándose tan cerca de su lugar por el poco espacio.

—¿Alguna vez ha ido allí?—Oliver negó—. ¿Entonces cómo se te ha ocurrido?

Caminaban calle abajo, aún tomados de la mano. Hacía frío y nevaba, pero junto a Oliver, Elisa sólo sentía emoción. 

—Gale me dijo que ahí llevaba a sus citas. Dijo que el ambiente era...—hizo una mueca—.  ¿Tú-tú ya has estado..?

—Una vez con Charles—se carcajeó por la expresión de espanto de Oliver—. No, nade de eso. Rose nos pidió que la ayudáramos con un chico, estaba tan nerviosa que quiso que la acompañaramos—frunció el ceño mientras reía, recordando aquel día y el como Charles se pegaba a la mesa por la cercanía de Madame Tudipié al servir a los clientes de la mesa continua—. Fue una tarde bastante memorable.

Oliver se detuvo abruptamente. Se encontraban ya frente al local, y desde el otro lado de la puerta podían apreciar el olor del té y café entremezclarse con el aire helado. A través de las vidrieras se observaban parejas ocupando la mayoría de las mesas, y también a Madame Tudipié atendiendo. 

—¿Pero te gustó?—inquirió él, sin verla todavía. 

—Es agradable, Oliver y es muy lindo que hayas pensado en llevarme a... ¿Pero qué importa el lugar de cualquier modo?—exclamó, y esta vez si que Oliver Wood dirigió su mirada a ella. Sonrió en su dirección—. Podrías haberme llevado a la misma Casa de los Gritos y yo estaría encantada. 

Él parecía confundido.

—¿En verdad quieres ir a la Casa de los Gritos? 

Elisa volvió a reír.

—Sólo quiero estar contigo, ¿qué no lo entiendes?—Oliver se quedó boquiabierto, y Elisa tironeó de su mano hasta entrar a la tienda—. Vamos, tengamos una cita y pasemosla bien.

No estuvieron mucho tiempo en aquel lugar. Tal como Elisa imaginó, Oliver lucía incómodo en aquel ambiente. Ni siquiera pidieron algo de beber cuando Madame Pudipié se acercó a atenderlos, sino que Elisa se limitó a saludarla y preguntarle qué tal estaba, para luego desearle un bonito día y despedirse.

—Es una gran mujer—comentó al salir, con una media sonrisa—. ¿Ahora a dónde quieres ir?

Oliver se apuntó a sí mismo.

—¿Yo? ¿Por qué me lo preguntas a mi?

—Una cita involucra a dos personas, Oliver. Uno—se señaló, y luego a él—, y dos. Yo te metí a este lugar, así que ahora es tu turno de elegir.

—¿Y si no te gusta?

—Si estás conmigo y comemos algo todo será...  

Oliver no la dejó terminar la oración. Tomó su mano y la llevó por el camino hasta llegar a Las Tres Escobas. A pesar de que había mucho bullicio y humo dentro, Elisa se percató de que a Oliver le agradaba. No era tan meloso como en la Casa de Madame Tudipié, pero a ella también le agradó.

Buscaron una mesa, y compraron algo caliente para beber. Elisa tuvo unos cuantos problemas a la hora de quitar el nudo de su bufanda, y Oliver la ayudó sosteniendo su cabello para que no jalase de éste. Se contaron cosas respecto a la vida de cada uno; historias vergonzosas de la infancia, momentos alegres con la familia, experiencias con sus amigos... Y Oliver le habló del quidditch. Le dijo lo mucho que lo emocionaba tan sólo pensar en el terreno de juego y en él mismo recorriéndolo sobre su escoba, siendo un guardián. Elisa se había terminado ya su segunda bebida y Oliver apenas había tocado la suya por tanto hablar. Le platicó respecto a las reglas, los jugadores que admiraba, los equipos a los que deseaba unirse al terminar el colegio... Oliver tenía todo planeado: Gryffindor ganaría la copa ese año, y después todos los siguientes. Él sería capitán algún día, y continuaría con los triunfos de su Casa. Jugaría al quidditch el resto de su vida, y sería muy, muy feliz, aunque ya parecía serlo en ese preciso instante mientras planeaba todo aquello.

Pero entonces, entre todos sus relatos e ideas, la mencionó a ella. Fue algo pequeño al principio, que hasta Elisa se inclinó un poco al escuchar su nombre. Si, definitivamente lo había hecho. Oliver acababa de incluirla en su burbuja de felicidad, ¡Elisa ya formaba parte de ella! Cuando él le preguntó que opinaba al respecto, Elisa sonrió y le dijo que estaba segura de que lo lograría todo, con mucho esfuerzo y dedicación, por supuesto. Oliver sonrió de vuelta, y fue en aquel preciso momento, mientras continuaba parloteando respecto al quidditch y se manchaba sin darse cuenta los labios por la bebida, que Elisa supo que en verdad le gustaba Oliver Wood.






Fever; Oliver WoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora