DIECISÉIS

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Oliver arribó a la biblioteca con el aliento corto por la carrera

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Oliver arribó a la biblioteca con el aliento corto por la carrera. Lo único que normalmente lograba desbocar su corazón de una manera similar era entrenar o el ajetreo de los partidos, pero aún así, ahí se encontraba él, siendo fulminado por Irma Pince en cuanto puso un pie en su biblioteca, con las botas llenas del lodo del campo y dejando un camino de suciedad que la bibliotecaria le hizo limpiar (tan sólo lo logró con un movimiento de varita y las palabras adecuadas; en momentos como esos, agradecía que Percy pasase toda la noche practicando encantamientos y estudiando para exámenes no existentes, puesto que si que aprendía algo gracias a él) antes de seguir avanzando. No se quedó a preguntarle a la señora Pince por Elisa, puesto que Oliver, como el resto de los estudiantes, comparaba su delgadez con la de un buitre mal alimentado y conocía su no tan buen humor. Así que hizo su camino, siendo saludado muy alegremente por los pocos alumnos que encontró antes de llegar a la mesa donde Elisa leía  un libro y tenía un pergamino a su lado, haciendo anotaciones. Oliver imaginó con tristeza que no se trataba nada acerca del quidditch, y antes de que su cabeza siguiese esa línea de pensamientos, Elisa alzó los ojos del libro, mostrándose atónita. Oliver se preparó para lo peor, para verla molesta y que le gritase que era el novio más horrible y que terminaría con él. La imaginó llorando, o quizás ignorándolo y a él mimo teniendo que hacer algo espectacular para ser perdonado.

Al pensar en todas aquellas posibilidades, decidió cerrar los ojos y apretarlos. No quería ver la expresión de su rostro, en serio que no.

Y entonces Elisa se carcajeó.

En cuanto su risa llegó a sus oídos, Oliver levantó lentamente un párpado y luego el otro al comprobar que ella de verdad estaba riendo, con lágrimas y todo; lágrimas por reír.

— ¿Qué está mal contigo?—preguntó molesto porque ella no había reaccionado como debía de. Era como cuando el idiota de Marcus Flint se burlaba de él y no comprendía los insultos que Oliver le devolvía respecto a su forma de jugar, lo dejaba en ridículo.

— ¿Qué está mal contigo?—le devolvió la pregunta, riendo aún. Su escándalo fue tal, que la señora Pince acudió a su encuentro, regañando a la muchacha por su ruido excesivo e innecesario. Elisa intentó contener su risa, imitando el gesto de que guardarse silencio que le había indicado Pince y colocando un dedo sobre sus labios. Pero cuando Pince los dejó, Elisa todavía soltaba risillas por lo bajo.

—Estoy hablando en serio, Elisa—masculló Oliver—. ¿Por qué estás actuando como una loca?

Elisa frunció el ceño, pero la actitud seria le duró pocos segundos, volviendo a las risas.

—¿Yo soy la loca? Tú eres quien ha entrado haciendo un desastre y con tu uniforme puesto. ¿Es qué acaso tu entrenamiento no había terminado? ¿Y cómo en el nombre de Merlín te dejaron salir de los vestidores con eso puesto?

Oliver negó, confundido.

— ¿Acaso no sabes qué hora es?—preguntó con cuidado.

Ella se encogió de hombros, jugando con la pluma (que había sido un regalo de Oliver en su una de sus visitas a Hogsmeade) entre sus dedos.

Fever; Oliver WoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora