Capítulo uno.

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RIVER.

—¿Estás bromeando? ―Mi voz sonaba estridente a mis oídos, este raro sonido agudo no sonaba como yo. Quería estrangular a la niña a la que le pertenecía esa voz. Sonaba como una perra, desesperada.
Esta no era yo. Esta no era la persona en la que me haba convertido.
—River— nombró. Ni siquiera trató de sacar la polla de la boca de la chica.
Mierda, ella ni siquiera paró de chuparlo.
No podía ver su rostro. Su cabello rubio le caía sobre los hombros y espalda. Estaba delgada bajo el vestido que llevaba puesto, que debería haber abrazado sus curvas.
El vestido que llevaba era mío.
Podía verle la columna en el medio de la espalda.
Estaba demasiado flaca.
Le había dicho un millón de veces que tenía que comer más. Pero siempre se privaba de algo. Decía que era su metabolismo rápido, pero subsistía con galletas saladas y refresco de dieta. Eso la iba a matar con el tiempo.
Mi hermana nunca había sido una persona que me escuchara. Era una modelo, lo había sido desde que tenía quince años. Primero fue catálogos; entonces consiguió su primera sesión en una revista, ahora hacía pasarelas.
Era famosa.
ramos famosas.
Estaba a punto de ser más famosa, la comprensión me golpeó mientras estaba allí de pie.
Estaba a punto de ser famosa por esto. Nada más. Esto.
Estaría en los tabloides mañana. Los tabloides amaban las historias obscenas, familias destrozadas por el drama. Y sin duda, esto era obsceno.
Era como si todo se detuviese, como si alguien pulsase el botón de pausa en mi vida, mientras miraba de uno a otro mi mente se entumeció por completo.
Era como si estuviera viéndolo por televisión.
Casi me reí. Había una parte de mí que quería reír. Podía sentirlo, burbujeando dentro de mí, amenazando con salir.
Muy pronto todo el mundo podría verlo en televisión. El equipo de filmación estaba detrás de mí, todos en silencio, me estaban filmando para esta pieza, parte de un concierto especial esta noche. Estaban esperando que reaccionara. Entonces podrían filmarlo, el momento oportuno.
Una mujer devastada.
Quería cortarle la polla. Quería convertirme en Lorena Bobbitt y cortársela de inmediato.
Vi su rostro, arrugado, sus manos enroscadas en el cabello de ella, forzándola a ir más profundo, empujándose a sí mismo más en su garganta.
Conocía la expresión en su rostro.
Estaba allí de pie como una especie de idiota, observándolo. Había un equipo de cámaras detrás de mí. Y el imbécil ni siquiera se molestó en frenar. Ni siquiera rompiendo su ritmo.
Jess, va a venirse, pensé. Ella le est dando una mamada, delante de la cmara, justo en frente de m. Y se va a venir.
Y aparecerá en la televisión.
Ni siquiera lo miré cuando pasé al lado de ellos.
Traidores.
No sabía si el equipo de cámara estaba detrás de mí o se centró en la mamada. Qué difícil decisión para ellos. Ambas serían igualmente buenas para la televisión.
Me sentí extrañamente tranquila mientras caminaba por la casa, mis tacones resonaban en el piso de mármol, clic-clic-clic, a través de la sala. Pasé las fotos de nosotros en la pared, las fotos enmarcadas de viajes de esquí, París, Bora Bora y la gira con la banda. Entré en su habitación, la única donde guardaba las cosas que él amaba, las pelotas antiguas y cromos. Las paredes estaban llenas de recuerdos del rock, el disco de oro y las guitarras que coleccionaba. Estantes de cosas firmadas por sus amigos, mentores, sus ídolos.
Cogí un bate, esta cosa coleccionable era su orgullo y alegría. Me quedé allí sosteniéndolo. Los objetos de esta habitación no tenían precio. Mayormente insustituibles. Esto fue suficiente para detenerme por un momento. No tomaba las cosas tan a la ligera, no era de esas que simplemente destruía objetos valiosos.
Pero me llevé el bate al hombro.
Balanceo, golpe, golpe.
Y empecé a romper.
Los oí detrás de mí. Les oí correr, sus pasos, la voz de él indignada, la de ella estridente. El equipo de filmación estaba diciendo algo. Pero nadie me había tocado. Todavía no.
Estoy segura de que alguien va a llamar a seguridad. Deberan. Creo que los productores tienen personal de seguridad.
Todo el mundo estaba a punto de odiarme. Nadie esperaba este tipo de cosas de mí. Ya podía escuchar la voz de desaprobación de mi madre en mi cabeza.
Este tipo de comportamiento es inaceptable en pblico. No importa lo que pase, sonres para la cmara y te comportas con gracia.
Esto era sin duda sin gracia.
Pero, ¿me podrían culpar?
En exactamente tres horas y media, se suponía que debía casarme con este hombre en directo en televisión, el que tenía su polla alojada en la garganta de mi hermana en medio del vestíbulo de nuestra casa.
Cuando me metí en el coche, esperé hasta que estuve en la carretera para tomar la tarjeta SIM del teléfono y lanzarlo por la ventana, viendo que rebotaba en el camino, rompiéndose en pedazos.
Los fragmentos de mi vida.
Así que, ¿por qué demonios me sentía tan aliviada?

ELIAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora