Capítulo cinco.

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RIVER.

Mierda. Me di la vuelta y me pasé la mano por el rostro y, luego, por el cabello. Por un segundo, cuando llevaba mi mano atrás, me pregunté dónde estaba el resto de mi cabello. Entonces, recordé usar las tijeras anoche.
Anoche.
Me  toqué  los  labios  con  los  dedos  donde  me  besó...  el  chico  del  pasillo,  aquel  con  el  vaso de plástico rojo en la mano. Aquel que era tan ardiente.
Mi corazón se aceleró de solo pensar en sus labios presionados contra los míos, su lengua en la mía. Quería sentir sus manos en mi cuerpo, tocándome.
Dios, era sexy. Su cabello era rubio, rapado hasta el cuero cabelludo, dándole un aspecto militar, y su rostro bronceado por el sol. Parecía una deliciosa combinación entre un marine y un surfista. Cerré los ojos, imaginándomelo en mi cabeza... alto y esbelto, aunque  sus hombros eran anchos, y, cuando empujé su pecho, pude sentir sus músculos, firmes al tacto debajo de mis dedos.
Quería deslizar mis dedos por debajo de su camisa, desabrochar su pantalón...
El calor fluyó desde mi núcleo y entre mis piernas, sólo con pensar en él. Había estado con Viper durante los últimos años, le había sido fiel, incluso cuando el sexo se terminó el año  pasado,  incluso  cuando  fue  reducido  a  absolutamente  nada  hace  tres  meses...  pero  nunca había experimentado con nadie el tipo de respuesta física automática que había tenido con el chico del pasillo. Incluso con Viper, mi puto prometido.
Pensé que se trataba de mí, que era una especie de bicho raro, que mi pasado me había hecho cerrarme para siempre con respecto a esa clase de cosas, esa clase de pasión que ves en las películas, que lees en las novelas románticas.
Ni siquiera s su nombre.
Deslicé mi mano por mi estómago hasta mi sexo, todo el tiempo reflexionando sobre el beso, el único que hizo que mis piernas temblaran. El latido de mi sexo, sólo pensando en él, amenazaba  con  eclipsar  todo  lo  demás...  especialmente,  las  preocupaciones  sobre  qué  demonios iba a pasar con mi vida. Moví el dedo sobre mi clítoris lentamente, deleitándome con el calor que se precipitaba a través de mi cuerpo. Deslizando una mano por debajo de mi camiseta sin mangas, pasé mi palma por mi pecho, mi pulgar deteniéndose en mi pezón, que se endureció al instante, cuando lo rocé.
Mi respiración salía entrecortada mientras me tocaba, mis movimientos eran cada vez más rápidos, hasta que estaba al borde. En mi mente, lo imaginé besándome el cuello, bajando hasta la clavícula y, luego, hasta mis pechos. Fantaseé con su boca envolviéndome, su lengua girando en mi pezón, succionándome hasta dejarme cerca del orgasmo. Me lo imaginé empujándome contra la pared, embistiéndome con su polla, sus movimientos tan insistentes como su lengua en mi boca.
Estaba al borde y, cuando estallé, fue su rostro el que vi.
No el de Viper.

***

Caminé por el vestíbulo del hotel, mi bolso colgado del hombro, las pocas cosas que llevaba, atestaban el interior de la maleta improvisada. Entre el nuevo cabello y las gafas de sol, esperaba evitar ser reconocida. No había visto la televisión. Por lo que sabía, mi madre había llamado a la policía, reportando que había sido secuestrada o algo así.
Eso sería algo propio de ella. Sería algo que mi representante estaría más que feliz de hacer, cubrir la historia real, el hecho de que, en realidad, todo no era un cuento de hadas entre la niña pobre que se convirtió en estrella de cine y el roquero que lo tenía todo. Eso era lo más importante. Proteger mi marca, lo llamaba mi representante. Debes proteger tu marca. Siempre.
Control de daos, estaría aconsejándome, en este momento. Podía escuchar sus palabras, ni siquiera tenía que usar mi imaginación. ¿Hay otras chicas?, habría preguntado. Por supuesto que había otras chicas. Siempre había otras chicas.
Sin embargo, nunca mi hermana.
Mi representante suspiraría. En ese caso, Viper va a ir a rehabilitacin por su adiccin al sexo. Permanecers a su lado, dars un discurso lacrimgeno sobre lo mucho que te ha herido su mal comportamiento. Tomars el papel principal (algo clsico, no vulgar, justo ahora, dadas las circunstancias). Estoy pensando en algo as como: una mujer fuerte perseverando a pesar de su mal hombre. ¿Demasiado pronto? No importa. Hars algo grande mientras l est rehabilitndose. Algo significativo. Es hora de que ganes un Oscar.
La interpretación. Siempre se trataba de la interpretación. A veces, era agotador.
Pobre nia rica.
Así es como mi madre se refería a mí, ahora. Era privilegiada, lo sabía. Pero, por dentro, todavía era River Gilstead, la chica del parque de remolques. No podía deshacerme de esa sensación.
Siempre me sentí perdida.
Registré mi salida en recepción, observando al recepcionista desde detrás de mis gafas de sol, echando vistazos a la gente en el vestíbulo, desde mi visión periférica. Mi corazón se aceleró, incluso a pesar de que no había nada malo. Sólo quería salir de aquí inadvertida.
Sin embargo, no tenía ningún plan.
Subir al auto y conducir. Podía escaparme, a algún lugar privado. Podía seguir yendo al este... a un pequeño pueblo o algo así, alquilar un apartamento, descubrir qué demonios quería hacer ahora.
Tal vez, ir al extranjero. Podía permanecer en la oscuridad, tomar un coctel en alguna playa.
Pobre nia rica.
Lo pensar esta noche, me prometí. Esta noche, idear un plan.
Fuera del hotel, le di al valet mi tarjeta. Y, entonces, lo vi, viniendo por mí... un hombre con una cámara.
―¡River! ―gritó―. ¡River Andrews!
Sostuve mi bolsa para cubrir el lado de mi rostro, a pesar de eso, se hallaba tomando fotos. Era el único, pero sabía que habría más. Volví a entrar al hotel. ¿Acaso este lugar no tena seguridad?
La gente estaba mirando fijamente y me ruboricé de vergüenza.
Todos lo saben, me di cuenta. Deben saberlo. Estar en toda la televisin. Tragué la bilis que sentí en la garganta.
El fotógrafo me siguió al interior, persistente, y me protegí el rostro. Entonces, oí que una voz femenina gritaba:
―¡Esa es River Andrews!
Mierda.
Me di la vuelta. Me dirigir de nuevo a los ascensores, me dije, conseguir que alguien del personal de recepcin haga algo.
Pero, en su lugar, choqué con él.
Mis palmas golpearon su pecho y lo sentí agarrarme de los codos. Sabía que el fotógrafo nos estaba tomando fotos, algo que terminaría en la portada de todos los periódicos, algo que las mujeres podrían señalar y decir: ¿Ven? Ella estaba engaando a Viper, despus de todo. Esa perra engreda mereca todo lo que le pas.
En el fondo de mi mente, sabía todo esto. Pero, justo ahí, en ese momento, con sus manos sobre mí, todo se detuvo. Instantáneamente, todo lo demás se desvaneció, en segundo plano, en un borrón de ruido blanco. Me miró, con su ceño fruncido. No podía decir si era un signo de que se encontraba preocupado o molesto.
―¿Estás bien? ―preguntó.
Negué.
―No ―murmuré―. Necesito salir de aquí. La cámara... sencillamente... no puedo.
No dijo nada. Me soltó, caminó hacia adelante y sacó de un tirón la cámara de la mano del fotógrafo.
―¡Te  vas  a  arrepentir  de  eso!  ―gritó  el  fotógrafo―.  ¡Joder!  ¡Te  demandaré  por  agredirme! ¡Es una cámara de mil dólares!
El tipo arremetió contra nosotros. Antes de que pudiera parpadear, él, mi salvador, lo golpeó en el rostro. Simplemente, me quedé allí mirando, paralizada. Tuve que forzarme a cerrar la boca.
Sus amigos se pusieron entre nosotros y el fotógrafo, sentí su mano en mi brazo y lo oí hablar.
―Mi auto debería estar justo a la entrada ―dijo.
No sé exactamente por qué lo hice, pero salí del hotel con él. Podía sentir las miradas de la gente mientras nos íbamos, y vi a alguien grabando con un teléfono, un movimiento bastante atrevido, considerando que este tipo acababa de darle un puñetazo a alguien por tomarme fotos. El valet no había vuelto con mi auto y sentí la mano de mi salvador en el medio de mi espalda, guiándome hacia delante.
Señaló.
―Aquí  mismo  ―dijo,  abriendo  la  puerta  y  protegiéndome  de  las  miradas  de  los  espectadores mientras entraba al auto.
No debera hacer esto, pensé. Es estpido. Ni siquiera s su nombre. Es increblemente, extremadamente, estpido. Este tipo podra ser cualquier cosa. Un jodido acosador. Un asesino en serie.
Y, aun así, mientras me sentaba en el asiento del pasajero, me llenó una sensación de tranquilidad.

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